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Juan Ramón Rallo

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¿Recesión a la vista?

Si la inflación global se modera, será porque muchas economías se hayan parado; si la inflación global no se modera, tendremos que subir con contundencia tipos de interés

Foto: La presidenta del BCE, Christine Lagarde. (Reuters/Michael Probst)
La presidenta del BCE, Christine Lagarde. (Reuters/Michael Probst)
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El PIB estadounidense se redujo durante el primer trimestre del año alrededor de un 0,35% en términos intertrimestrales y el de España pasó de crecer un 2,2% intertrimestral en los últimos tres meses de 2021 a hacerlo meramente un 0,3%. En este contexto de progresivo estancamiento, la inflación sigue por las nubes a ambos lados del Atlántico y los bancos centrales parecen ir reconociendo que las subidas de interés serán inevitables (sobre todo en EEUU, aunque el BCE también está comenzando a aceptarlo con resignación). Si el crecimiento ya renquea, ¿qué ocurrirá si se consuman fuertes subidas de tipos?

El discurso oficial de la Reserva Federal todavía sigue apuntando a que un aterrizaje suave será posible, a que se subirán progresivamente los tipos de interés y la economía experimentará una desaceleración progresiva, pero sin que llegue la sangre al río. Sin embargo, los antecedentes históricos no parecen avalar semejante pronóstico. En un reciente ensayo, los economistas Larry Summers y Alex Domash muestran algo que, por otro lado, no le es desconocido a la teoría económica: que la probabilidad de recesión cuando conviven una alta tasa de inflación y una baja tasa de desempleo es elevada.

La razón es sencilla: si una economía experimenta inflación a corto plazo, esta puede ser causada por un 'shock' negativo de oferta (restricción de la oferta de algunos productos esenciales que se encarecen dentro de la cesta de la compra y elevan el IPC) o por un 'shock' de demanda (sobrecalentamiento económico, provocado por un exceso de gasto agregado, que lleva la economía a operar más allá de su capacidad normal). Pero si la inflación coincide con un bajo nivel de desempleo —un nivel históricamente bajo—, entonces las papeletas de que la economía esté sobrecalentada son muy altas. Y si una economía está sobrecalentada, no te queda otra que enfriarla, ya sea con restricciones del déficit público o con subidas de tipos de interés.

Foto: Elon Musk. (Getty) Opinión

Tan es así que Summers y Domash muestran que nunca ha habido un periodo en la historia de EEUU en que la tasa de inflación haya superado el 5% y la tasa de paro se haya ubicado por debajo del 4% que no haya venido seguido de una recesión en los siguientes trimestres. Justo el contexto desempleo-inflación en el que nos hallamos en la actualidad. Es más, los antecedentes de aterrizajes suaves que suelen citarse para aportar algo de optimismo al presente no son, desde su perspectiva, nada equiparables: en 1965, 1984 o 1994 (momentos en los que se inició una restricción de la política monetaria que no fue seguida de recesión), la tasa de paro era del 4,9%, 7,9% y 6,6% respectivamente (hoy es del 3,9%), los salarios se estaban incrementando al 3,6%, 3,8% y 2,5% respectivamente (hoy, al 6,5%) y los tipos de interés reales eran positivos (hoy son negativos). Por tanto, es verosímil que la economía estadounidense esté hoy mucho más recalentada que entonces y que, a su vez, requiera de un frenazo más contundente que la aboque a la recesión.

La cuestión, desde la perspectiva europea, es hasta qué punto el análisis de EEUU nos resulta aplicable. Aunque los mercados laborales europeos también se encuentran en uno de los mejores momentos de su historia, no están desde luego al nivel de EEUU. Ni la economía ha rebotado tanto como lo ha hecho aquella. De ahí que existan serias dudas sobre si realmente nuestra inflación se debe a nuestro recalentamiento interno o a la mera importación de la inflación generada por otros. La duda es razonable, pero no modifica sustancialmente los riesgos de recesión a los que nos exponemos.

Por un lado, si EEUU entrara en recesión (y a ello le sumamos la situación de China y la guerra en Ucrania), el panorama económico global se iría volviendo muy refractario al crecimiento económico. Por otro, si el Banco Central Europeo se ve en la necesidad de subir tipos de interés ante las expansivas expectativas de inflación, entonces tales subidas igualmente impactarán de manera negativa en nuestra capacidad de crecimiento. Dicho de otro modo, si la inflación global se modera será porque muchas economías se hayan parado, lo cual perjudicará nuestro crecimiento; si la inflación global no se modera, tendremos que subir con contundencia tipos, lo cual perjudicará nuestro crecimiento. Entre Escila y Caribdis.

El PIB estadounidense se redujo durante el primer trimestre del año alrededor de un 0,35% en términos intertrimestrales y el de España pasó de crecer un 2,2% intertrimestral en los últimos tres meses de 2021 a hacerlo meramente un 0,3%. En este contexto de progresivo estancamiento, la inflación sigue por las nubes a ambos lados del Atlántico y los bancos centrales parecen ir reconociendo que las subidas de interés serán inevitables (sobre todo en EEUU, aunque el BCE también está comenzando a aceptarlo con resignación). Si el crecimiento ya renquea, ¿qué ocurrirá si se consuman fuertes subidas de tipos?

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