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La unión bancaria tampoco es una solución
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Antonio España

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La unión bancaria tampoco es una solución

Imaginen un equipo ciclista en el que sus corredores tienen diferente capacidad y rendimiento en carrera, así como distintas aproximaciones a la disciplina de entrenamiento. El

Imaginen un equipo ciclista en el que sus corredores tienen diferente capacidad y rendimiento en carrera, así como distintas aproximaciones a la disciplina de entrenamiento. El director del equipo, preocupado por que algunos de sus ciclistas se vengan abajo en mitad de la competición y perjudiquen a la puntuación del grupo completo, decide que han de sustituir sus bicicletas individuales por un tándem con el que realizarán el recorrido de la etapa todos a la vez. Así, piensa el director del equipo, si alguno sufre una pájara, los demás podrán seguir pedaleando mientras éste se recupera. ¿Creen ustedes que van a llegar muy lejos? Pues bien, algo parecido ocurre con la unión bancaria, de la que se viene hablando estos días.

La semana pasada se celebró la enésima reunión del Consejo Europeo en la que los líderes de los miembros de la UE, comandados por Herman Van Rompuy, debatieron, entre otros temas, la puesta en marcha de la unión bancaria. Proyecto que se acordó abordar en la cumbre anterior de junio y que, si han escuchado recientemente a Mariano Rajoy, le habrán oído defender en sus últimas comparecencias europeas.

Aunque prácticamente sólo se habla del establecimiento de una unidad de supervisión única en el Banco Central Europeo, la unión bancaria en realidad se apoya en varios pilares, algunos más importantes si cabe que el de dotar de capacidad a un organismo dentro del BCE para fiscalizar y controlar las cuentas de los bancos e instituciones financieras de los países de la Eurozona. A saber: (1) la mencionada supervisión, (2) la capacidad de recapitalizar directamente a los bancos en dificultades, (3) un régimen común de intervención y liquidación de entidades quebradas y (4) la mutualización de la garantía de los depósitos en un único fondo.

La unión bancaria implica una sustancial pérdida de soberanía, por cuanto los estados nacionales pierden el control de las entidades actualmente supervisadas por los reguladores locales. Ya no maneja cada uno su propia bicicleta, sino que queda supeditado al que maneja el manillar y el ritmo de pedaleo. Pérdida de poder que a ningún político le hacer particular gracia. ¿Por qué entonces tanta insistencia en la unión bancaria por parte de políticos como Rajoy u Hollande?Es decir, la unión bancaria implica una sustancial pérdida de soberanía, por cuanto los estados nacionales pierden el control de las entidades actualmente supervisadas por los reguladores locales. Ya no maneja cada uno su propia bicicleta, sino que queda supeditado al que maneja el manillar y el ritmo de pedaleo. Pérdida de poder que a ningún político le hacer particular gracia. ¿Por qué entonces tanta insistencia en la unión bancaria por parte de políticos como Rajoy u Hollande?

El truco está en la magia contable que supuestamente permite. Pues gracias a esta unión, los bancos nacionales podrían ser recapitalizados con dinero del MEDE (el nuevo fondo de rescates), sin pasar por las cuentas del estado de origen y, por tanto, sin contabilizar como déficit público, que es lo que le pesa a Rajoy, sabedor de que no va a cumplir el objetivo de déficit del 2012. Se trata, pues, de intento de jugada maestra en la que, como es natural, ni los alemanes ni el resto de países del norte como Finlandia u Holanda están dispuestos a caer, tal y como se desprende del resultado de la cumbre.

Mariano Rajoy pretendía, además, que dicha operación de maquillaje –porque el agujero sigue siendo el mismo, lo pintemos del color que lo pintemos– se aplicase sobre el balance histórico, es decir sobre los 60.000 millones de euros previstos de los 100.000 millones aprobados en el no-rescate bancario de antes de verano. Es como si se quisiera subir al tándem uno al que ya le hubiera dado la pájara. Y por ahí Angela Merkel no está dispuesta a pasar.

Es decir, aparte de la lógica renuencia de los alemanes a que venga alguien de fuera a supervisar sus bancos y cooperativas de ahorro, hay que añadir el no menos lógico rechazo a hacerse cargo no ya de unos bancos periféricos más o menos sanos, sino también de una caterva de instituciones financieras en estado comatoso que no han quebrado ya porque están enganchadas a la respiración artificial del BCE.

Otro pilar de la unión bancaria es la mutualización de los fondos de garantía de depósito. Así, en lugar de asegurar el estado de cada país los depósitos de sus bancos, se crearía un fondo común siguiendo religiosamente las cuotas de participación en el BCE. O lo que es lo mismo, otra versión diferente de los eurobonos, de los que Merkel ya no sabe cómo decir que por encima de su cadáver. Por cierto, que uno de los países que más apoya esta medida es Francia, cuyos bancos son con diferencia los que mantienen más deuda pública periférica en sus carteras de inversión. No piensen que el apoyo de Hollande a Rajoy es simple compañerismo de buenos vecinos.

A las reticencias alemanas, además, hay que sumar alguna cuestión legal, pues según informaba el Financial Times la semana pasada, una interna nota dirigida al Consejo por uno de sus asesores legales, sostenía que es imposible otorgar capacidad de decisión ninguna a ningún organismo supervisor dentro del BCE sin modificar los tratados de la Unión Europea. Lo cual, por otro lado, tampoco sería mucho problema para la eurocracia de Bruselas, que en su afán por alcanzar la meta del super-estado europeo, retorcerían los argumentos legales lo que fuera menester para hacer posible la unión bancaria.

Lo importante es que haya voluntad política, habiendo eso, las cuestiones legales son secundarias. Miren si no cómo Draghi terminó justificando que el estatuto del BCE admitía hasta la financiación directa de gobiernos en aras de mantener la estabilidad de precios, su principal y único mandato.

Sobre la cuestión de la unión bancaria se pronunció ayer el conocido economista Nouriel Roubini, que impartió una conferencia en la Fundación Rafael del Pino, con un discurso bastante más articulado que Paul Krugman cuando visitó la misma institución antes del verano, y con un conocimiento bastante más detallado de los problemas de Europa en general y de España en particular que el representante de Keynes en la tierra.

Básicamente, Roubini defendió el avance hacia una mayor integración de Europa en contraposición a lo que llamaba la balcanización de la economía europea (en el sector bancario, en los mercados financieros, en la deuda pública, etc.). Sosteniendo que no es viable una unión monetaria sin integración en otros órdenes económicos y políticos, Roubini reclamó una mayor centralización que culminara en la unión política definitiva y, por ello consideraba la unión bancaria como un paso en la buena dirección.

Sin embargo, Roubini ofreció las mismas recetas intervencionistas del mainstream, basadas fundamentalmente en más estado: (1) mayor centralización de poderes en Bruselas, (2) menos austeridad, (3) más crecimiento, (4) mayor flexibilidad monetaria, (5) depreciación del euro frente al dólar y (6) mutualización de la deuda.

Puede decirse que no se dejó el profesor de la Universidad de Nueva York ninguna de las medidas que se encuentran en el arsenal de todo buen estatista, siempre dispuesto a solucionar los problemas con más intervención y menos libertad individual. Fue especialmente conspicuo en la cuestión del crecimiento, algo sobre lo que ya hemos hablado por aquí y a lo que no volveré a referirme tras recordar, eso sí, que el crecimiento económico es una consecuencia de los procesos económicos, nunca una causa. Sin embargo, en su fatal arrogancia, como diría Hayek, Roubini cree que es una palanca que puede manejar como quien maneja el manillar de una bicicleta. O de un tándem.

Imaginen un equipo ciclista en el que sus corredores tienen diferente capacidad y rendimiento en carrera, así como distintas aproximaciones a la disciplina de entrenamiento. El director del equipo, preocupado por que algunos de sus ciclistas se vengan abajo en mitad de la competición y perjudiquen a la puntuación del grupo completo, decide que han de sustituir sus bicicletas individuales por un tándem con el que realizarán el recorrido de la etapa todos a la vez. Así, piensa el director del equipo, si alguno sufre una pájara, los demás podrán seguir pedaleando mientras éste se recupera. ¿Creen ustedes que van a llegar muy lejos? Pues bien, algo parecido ocurre con la unión bancaria, de la que se viene hablando estos días.