La Descarbonización del Sistema Energético en España: No es esto, no es esto
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Adolfo García Rodríguez

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La Descarbonización del Sistema Energético en España: No es esto, no es esto

La transición a un sistema descarbonizado, requiere promover la instalación de generación renovable de manera simultánea con la sustitución de combustibles fósiles y con el crecimiento de la demanda

Foto: Sistema descarbonizado pero inestable. (iStock)
Sistema descarbonizado pero inestable. (iStock)

De los Acuerdos de París de 2015 (COP-21), se derivan hitos a cumplir en España en relación con la reducción de emisiones de gases de efecto invernadero en 2030 y 2050 (neutralidad).

En nuestro caso, la descarbonización representa una gran oportunidad para ayudar a revertir los problemas que padecemos: baja productividad, retribuciones salariales insuficientes y paro estructural elevado, especialmente en los jóvenes. Poseemos territorio y nivel de insolación para poder llevar a cabo un gran despliegue de energías renovables. Tenemos experiencia en el campo nuclear, con un parque de centrales, que no emiten CO2, cuya vida se puede extender a largo plazo, como se está llevando a cabo en todos los países de nuestro entorno. En conclusión, estamos en condiciones de desarrollar uno de los sistemas energéticos descarbonizados más eficientes de Europa. Disponemos para ello del Plan Nacional Integrado de Energía y Clima (PNIEC), pero no lo estamos haciendo bien, como iremos viendo.

La transición a un sistema descarbonizado, requiere promover la instalación de generación renovable de manera simultánea con la sustitución de combustibles fósiles (gas, fundamentalmente) y con el crecimiento de la demanda. Pero ello conlleva también el desarrollo de redes eléctricas "inteligentes", tanto de transporte como de distribución, así como la instalación de sistemas de almacenamiento de energía eléctrica (baterías y centrales hidroeléctricas reversibles). Pero se ha descuidado la construcción de esas redes y de elementos de almacenamiento, al no establecer una retribución razonable de las importantes inversiones que ello implica, lo que impide atender las peticiones de conexión de muchos consumidores: la demanda no ha crecido en los últimos 20 años y no podrá crecer gran cosa en el próximo futuro. No obstante, se viene instalando mucha renovable (7.500 MW en 2024), en su mayor parte fotovoltaica porque las autorizaciones son más fáciles de obtener. Se ha procedido a sobrecargar de impuestos a la generación nuclear para que no sea competitiva y forzar así su cierre, lo que implica retirar una generación que es económica y aporta inercia y estabilidad al sistema, y sustituirla por renovables, que no son adecuadas para proporcionar generación de base, como las nucleares. Esto requiere una inversión innecesaria, que superará los 60.000 millones de euros, en las propias renovables y en las redes inteligentes y sistemas de almacenamiento que esa sustitución precisa.

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Como resultado, tenemos hoy un sistema bastante descarbonizado, pero inestable, insuficiente para nuestro desarrollo y con una clara tendencia a elevar el precio de la energía y el consumo de gas en centrales de ciclo combinado, conforme se vayan cerrando las nucleares. Una muestra de la deficiente planificación, es el creciente vertido de las renovables (la energía de ese origen que no encuentra consumidor) y la inestabilidad que acabó siendo la causa raíz del apagón del 28 de abril. Se incorporó mucha renovable, sin que hubiera crecimiento de la demanda y sin acondicionar la red a las carencias de esa renovable (control de frecuencia y tensión). La conclusión está ya muy clara, pues lo que todavía se viene analizando es el detalle del comportamiento de un sistema inestable que nunca debió existir en nuestro país.

Está claro que el PNIEC plantea un plan de transición energética que podría ser trascendente, como queda reflejado en los objetivos y en el enorme presupuesto de 308.000 millones de euros solo para el periodo 2023 – 2030. El problema es que tiene que ser ejecutado por la iniciativa privada, que deberá aportar el 82% de la inversión, pero se está tratando de llevar a cabo sin buscar su consenso y colaboración. El PNIEC tiene el aspecto más de un informe académico que del proyecto de gran entidad que es; lo que requeriría un gran acuerdo con los actores principales, las empresas eléctricas, la industria y la sociedad en general, así como un sistema eficaz de planificación y control que permita alcanzar unos objetivos tan ambiciosos. El Programa Nuclear es una referencia: se llevó a cabo en un periodo de alrededor de 20 años a partir de mediados de los años 60, con una inversión de unos 85.000 millones de euros de hoy; fue un éxito en sí mismo y supuso una mejora cualitativa muy importante en numerosas empresas de diversa índole. A pesar de que la Moratoria Nuclear de 1983 acabó "enterrando" inversiones ya ejecutadas por importe de unos 30.000 millones de euros, el Programa fue un ejemplo reconocido internacionalmente: en 1985 la revista americana Nucleonics Week (McGraw Hill) publicaba un extenso artículo al respecto en el que concluía, "En España parece haber surgido una industria nuclear de la noche a la mañana". La clave, información, consenso y motivación. ¿No podemos hacer lo mismo con la descarbonización de nuestro sistema energético?

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Además del consenso y motivación de las empresas de toda índole que han de participar en la inversión y ejecución material de la transición energética prevista, está el problema de las autorizaciones, que en función de la instalación de que se trate puede requerir varios años. El caso más complejo es el del trazado de redes eléctricas nuevas, especialmente cuando deben atravesar varias comunidades autónomas, con procesos de obtención de licencias diversos. Influye también la percepción pública, que al no estar bien informada de los beneficios de la descarbonización se viene manifestando de manera creciente en contra de esas instalaciones en su entorno residencial.

Por otro lado, es importante asegurar que se hace un buen uso de las aportaciones públicas (5% de la inversión prevista) y de las procedentes de la UE (13%). Hay que evitar subvenciones que no estén plenamente justificadas, como puede ser, a título de ejemplo, a las hidrolizadoras para generación de hidrógeno. Esa tecnología no tiene la madurez necesaria para contar con la instalación de 12 GW para 2030, como contempla el PNIEC. Sería conveniente que una parte importante de esas aportaciones se dedicasen a ordenación del territorio en las zonas afectadas (la España vacía): infraestructuras y servicios en áreas rurales, así como a promover actuaciones que mejoren nuestros bosques y reduzcan el riesgo de incendios, al tiempo que promueven el aprovechamiento de la biomasa. Otra parte, debería dedicarse a impulsar la electrificación de procesos industriales que requieran calor. El resto, para actividades de I+D relacionadas con la descarbonización.

Si finalmente conseguimos realizar una buena transición energética a un sistema descarbonizado competitivo, los beneficios para nuestra economía pueden ser fundamentales. Dispondríamos de territorio, climatología favorable y energía descarbonizada asequible y barata, condiciones fundamentales para atraer inversiones. Un ejemplo, entre otros muchos, es el de los Centros de Datos, que apenas se contemplan en el PNIEC. Europa va a necesitar muchos de ellos, y España puede ser el lugar para instalar una buena proporción de los mismos si disponemos de la energía que precisan. Por España entran el 70% de las líneas de datos que conectan Europa con el exterior, lo que conjuntamente con la existencia de esos Centros de Datos atraería la instalación de empresas tecnológicas, con los puestos de trabajo bien retribuidos que necesitamos. Otro ejemplo es la industria del automóvil eléctrico, incluyendo la fabricación de baterías, que también se cuenta entre los altos consumidores. Un problema que habrá que abordar, es el de la disponibilidad de agua. A ese respecto, disponemos de abundantes emplazamientos costeros y margen de mejora en la gestión de los recursos de agua dulce. Por otro lado, si disponemos de energía abundante y barata, también la desalación y potabilización pueden contribuir a paliar el problema.

Como conclusión, el PNIEC es una herramienta de planificación necesaria, pero requiere una revisión a fondo y, sobre todo, una reflexión sobre los medios para garantizar un razonable cumplimiento de objetivos: nos va mucho en ello.

De los Acuerdos de París de 2015 (COP-21), se derivan hitos a cumplir en España en relación con la reducción de emisiones de gases de efecto invernadero en 2030 y 2050 (neutralidad).

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