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Israel es de los nuestros
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Antonio Casado

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Israel es de los nuestros

Ya son más de quinientos los muertos por la invasión israelí de la franja de Gaza. Han caído los primeros soldados de las unidades invasoras y

Foto: Un tanque israelí en la Franja de Gaza. (Reuters)
Un tanque israelí en la Franja de Gaza. (Reuters)

Ya son más de quinientos los muertos por la invasión israelí de la Franja de Gaza. Han caído los primeros soldados de las unidades invasoras y eso puede ser, por desgracia, un argumento disuasorio –maldito argumento de muerte– en la opinión pública de Israel. Pero, entretanto, no se colma nuestra capacidad de asombro por la masacre televisada ante el ojo distraído de la comunidad internacional. Especialmente de la Unión Europea. La recurrente apelación a la legítima defensa de Israel, como si eso le diera licencia para quitar la vida a quienes se crucen en su camino, sean o no “terroristas”, incluidas las cien víctimas infantiles, es un insulto a la inteligencia.

Hace unos días escribía cierto columnista español que más les valiera a los palestinos reconocer en el Estado vecino de Israel a sus verdaderos amigos, porque ahí reinan los usos y costumbres de la Democracia que puede garantizarles a largo plazo una vida en paz, libre y próspera. No es la de este colega una voz aislada en nuestro país. Razonan con lógica respecto a la distancia cultural y política que nos aleja del chiismo, del sunismo (Hamás) o de otras pulsiones religiosas, raciales, étnicas, que están presentes en la causa de los palestinos y nos son ajenas.

Eso es rigurosamente cierto. Digámoslo ya: Israel es de los nuestros. Al hilo de mi artículo del viernes pasado ("¿A quién le importa la masacre de Gaza?"), un amable lector me ponía el ejemplo del trato no discriminatorio a los homosexuales en Israel, por ventajosa comparación con el que recibirían en la Gaza controlada por los islamistas. Y le quise hacer ver que el respeto al diferente, en un orden político básicamente tan democrático como el español, el holandés, el francés o el alemán, no justifica de ninguna manera la actuación genocida del Ejército israelí en el territorio palestino.

Justamente por eso, porque Israel es de los nuestros, tiene todo el sentido pedir a la comunidad internacional (la ONU, la UE, la OSCE, EE. UU., la parte civilizada del mundo) que le pare los pies a Benjamín Netanyahu y, más allá de un ritual llamamiento al alto el fuego, firme una enérgica reprobación del Estado de Israel. Por uso desproporcionado de su poderosa maquinaria militar. Por violación de los derechos humanos (desplazados, ataques a hospitales, heridos sin asistencia médica, falta de bienes básicos, caos humanitario). Por pasarse por el arco del triunfo la legalidad internacional. Por tener comportamientos propios de un Estado terrorista que no respeta a la población civil.

No será un servidor quien niegue el derecho de Israel a vivir dentro de unas fronteras seguras y a ejercer la legítima defensa, pero siempre dentro de las coordenadas de legalidad y moralidad, barreras morales y legales que no pueden desbordarse en el uso de la fuerza militar. Israel las desborda cuando abusa de una relación de fuerzas escandalosamente desigual. Los principios de proporcionalidad y uso selectivo del armamento han saltado por los aires, una vez más, cuando Israel respondió a la enésima provocación palestina. Lo que empezó con la justa ira de la opinión pública por el alevoso asesinato de tres adolescentes ya va por más de quinientos muertos, incluidos una veintena de soldados israelíes en las operaciones de las últimas cuarenta y ocho horas.

Ya son más de quinientos los muertos por la invasión israelí de la Franja de Gaza. Han caído los primeros soldados de las unidades invasoras y eso puede ser, por desgracia, un argumento disuasorio –maldito argumento de muerte– en la opinión pública de Israel. Pero, entretanto, no se colma nuestra capacidad de asombro por la masacre televisada ante el ojo distraído de la comunidad internacional. Especialmente de la Unión Europea. La recurrente apelación a la legítima defensa de Israel, como si eso le diera licencia para quitar la vida a quienes se crucen en su camino, sean o no “terroristas”, incluidas las cien víctimas infantiles, es un insulto a la inteligencia.

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