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Antonio Casado

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Leamos los labios de Sánchez

Si por un lado mantiene el “no” a la investidura de Rajoy y, por otro, se pronuncia en contra de una nueva convocatoria electoral, es que se está forjando una especie de bipartidismo imperfecto

Foto: El presidente del Gobierno, Mariano Rajoy (d), y el líder del PSOE, Pedro Sánchez (i), durante su reunión. (EFE)
El presidente del Gobierno, Mariano Rajoy (d), y el líder del PSOE, Pedro Sánchez (i), durante su reunión. (EFE)

La reunión duró poco. Sánchez no necesitó mucho tiempo para decir a Rajoy que no cuente con él en este momento procesal. Todo el protagonismo y toda la responsabilidad son del partido ganador de las elecciones. Su jefe de filas tiene el derecho y el deber de formar un gobierno estable. O de intentarlo, cuando el Rey le haga el encargo según los usos y costumbres del sistema democrático. Si no lo consigue, el problema lo tendrá Rajoy y no Sánchez. El momento será otro, en otras circunstancias y, vaya usted a saber, tal vez con otros actores. Y entonces ya hablaremos de la posición socialista en una enésima votación de investidura a la luz del “interés general de los españoles”.

Sánchez pide respeto al procedimiento porque cada día tiene su afán. Ahora lo que toca es que Rajoy se curre la gobernabilidad del país. Todo lo demás son palabras vertidas arbitrariamente a un caldo de cerebro con tendencia a ignorar datos relevantes en las previsiones de futuro. Por ejemplo, que la continuidad del PSOE en la oposición no supone derogar su apuesta por la “estabilidad”, el “consenso”, el “diálogo”. Al contrario, según declaraciones del líder socialista tras su paso por Moncloa.

Un gobierno PSOE-PP (salida a la alemana) no se contempla en Ferraz. Y una alianza de izquierdas PSOE-Podemos-nacionalistas (salida a la portuguesa) ni está ni se le espera en la mente ni en la agenda de Pedro Sánchez, aunque no haga renuncia expresa de su derecho a intentarlo. No tiene por qué hacerlo. Son las generales de la ley. Que Iglesias y Errejón vayan poniendo condiciones al apoyo que nadie les ha pedido es como si el Alcoyano C.F. pusiera condiciones al fichaje de Messi sin que éste hubiera expresado la menor intención de dejar el Barça.

La continuidad del PSOE en la oposición no supone derogar su apuesta por la “estabilidad“, el “consenso“, el “diálogo“. Al contrario, según el líder socialista

“Si Rajoy consigue formar gobierno, el PSOE liderará la oposición y estará con el Gobierno en cuestiones de Estado, como pueden ser el desafío territorial o el terrorismo”, dijo Sánchez. Podía haber dicho que si Rajoy no lo consigue lo intentaría él. Pero véase que dijo otra cosa, con una alusión clara al tirón del independentismo catalán. La unidad de España une mucho a las fuerzas comprometidas en la defensa de la unidad de España (253 diputados). Por paradójico que pueda parecer, está llamada a ser un elemento desactivador del miedo a la incertidumbre reinante desde la noche electoral. Ojo a la asamblea de la CUP convocada para pasado mañana. Si sale un nuevo paso hacia la república independiente de Cataluña, la demanda de estabilidad habrá crecido lo suficiente como abolir el recurso a nuevas elecciones generales. Ni siquiera como esa “ultima opción” de la que ayer habló Sánchez.

Leamos en sus labios. Si por un lado mantiene el “no” a la investidura de Rajoy y, por otro, se pronuncia en contra de una nueva convocatoria electoral, mientras se deshace en elogios a la necesidad de consensuar, pactar, dialogar (“es un mandato de los ciudadanos”), es que se está forjando una especie de bipartidismo imperfecto, con Rajoy en Moncloa, Sánchez en la oposición más visible, un socialista en la presidencia del Congreso, acuerdos de geometría variable, en partidos y en temas, y la complicidad del eje PP-PSOE-Ciudadanos en temas de Estado como terrorismo, unidad de España, negociación del déficit público con Bruselas, reforma constitucional, etc.

Serían las mimbres de una Legislatura corta, donde también quedaría pactado con PSOE y Ciudadanos el compromiso de no apoyar eventuales mociones de censura presentadas por el heterogéneo bloque de Podemos y sus tres grupos regionales.

La reunión duró poco. Sánchez no necesitó mucho tiempo para decir a Rajoy que no cuente con él en este momento procesal. Todo el protagonismo y toda la responsabilidad son del partido ganador de las elecciones. Su jefe de filas tiene el derecho y el deber de formar un gobierno estable. O de intentarlo, cuando el Rey le haga el encargo según los usos y costumbres del sistema democrático. Si no lo consigue, el problema lo tendrá Rajoy y no Sánchez. El momento será otro, en otras circunstancias y, vaya usted a saber, tal vez con otros actores. Y entonces ya hablaremos de la posición socialista en una enésima votación de investidura a la luz del “interés general de los españoles”.

Mariano Rajoy Pedro Sánchez