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Trump y Raúl Castro tienen la palabra

La muerte de Fidel y los viajes del Papa y Obama a la isla abren un horizonte más optimista en la recuperación de libertades y mejora de las condiciones de vida de los cubanos

Foto: Un artista local pinta el rostro de Fidel Castro en una calle de La Habana, Cuba. (Reuters)
Un artista local pinta el rostro de Fidel Castro en una calle de La Habana, Cuba. (Reuters)

Aunque el fundador del Partido Revolucionario Cubano, José Martí (1853-1895), siempre fue y sigue siendo un pensador de culto durante los casi 58 años transcurridos desde la entrada triunfante de Fidel en Santiago y su desaparición física, el castrismo nunca se dio por enterado de su pensamiento central como filósofo y escritor. A saber: “El hombre ama la libertad aunque no sepa que la ama y anda empujado de ella y huyendo donde no la encuentra”.

Foto: Retrato de Fidel Castro en el muro de una carpintería de La Habana, en abril de 2016 (Reuters) Opinión
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A los miles y miles de cubanos que escaparon de donde la libertad les era negada no les consoló nunca que Cuba se librase de la tutela norteamericana. No les servía de nada reconocer que el castrismo desafiaba la hegemonía de Washington o que atacaba los cimientos de la política exterior norteamericana. Es verdad que nunca se puso de rodillas para eludir las presiones políticas y económicas del poderoso vecino, visualizadas en la inútil, poco efectiva y contraproducente política de aislamiento.

Pero el precio lo pagaron millones de cubanos (algo más de 11 millones en la actualidad). La factura incluía el sacrificio de las libertades individuales. Y desde 1991, con el desmembramiento de la URSS (hasta ese momento, el oportunista buque nodriza del castrismo), también las penurias de la población. En esas circunstancias, lo único que pudo redistribuir el socialismo de los hermanos Castro fue escasez y pobreza.

A los miles de cubanos que dejaron la isla no les servía de nada reconocer que el castrismo desafiaba la hegemonía de Washington

En vísperas de la caída del muro de Berlín, desaprovecharon la disposición europea a echarles una mano. Fue a raíz de la entrada de España en la UE en 1986. Dos años después, Bruselas y La Habana establecieron relaciones oficiales. No se les exigió el restablecimiento inmediato de la democracia, sino un proceso de transición continuado, pacífico, desde dentro y ajeno a cualquier tentación de tutela exterior.

Una oportunidad perdida. Finalmente, ni el interés de los europeos fue homogéneo, a pesar de la pretenciosa 'posición común' (diciembre de 1996), ni el régimen cubano superó nunca la exigencia del respeto a los derechos humanos. El clarinazo de Raúl, con Fidel ya en retirada por la enfermedad, no pudo ser más explícito. Vino a decir que la vía europea y la vía americana eran tal para cual, pues ambas pretendían reimplantar el capitalismo y cancelar la revolución. Raúl llegó a calificar a los europeos de “quintacolumnistas” de los Estados Unidos.

Sobre esos y otros precedentes que han ido revelando la escasa inclinación de los hermanos Castro por una transición apacible hacia el pluralismo y el respeto a los derechos humanos, se ha ido forjando la esperanza en estos dos últimos años. Los hechos abren un horizonte más optimista en la recuperación de libertades y mejora de las condiciones de vida de los cubanos.

Tres hitos han hecho historia en ese sentido. Uno, el viaje del papa Francisco en septiembre de 2015 (787 presos indultados). Dos, el viaje de Obama en marzo de 2016, que precedió a la normalización de las relaciones diplomáticas entre David y Goliat. Y tres, la muerte de Fidel Castro, en la madrugada española del sábado, cuando todos los medios de comunicación sacaron del cajón las esquelas informativas que llevaban años esperando en las redacciones.

Lo único que pudo redistribuir el socialismo de los hermanos Castro desde la desintegración de la Unión Soviética en 1991 fue escasez y pobreza

El Papa, Obama y la muerte de Fidel. Pistas seguras para el irreversible final de un conflicto que marcó la historia del mundo en la segunda mitad del siglo XX y lo que llevamos del siglo XXI. Con permiso del presidente 'in pectore' de EEUU, Donald Trump, cuya política cubana solo puede ser objeto de conjeturas de momento (el fin del bloqueo sería música celestial), se puede decir con propiedad que, a pesar de las cautelas del Gobierno cubano en sus planes de apertura, el milagro se completará con el avance de los intercambios comerciales, la contaminación cultural y el uso aún limitado de internet entre los cubanos, amén de la propia fragilidad de un régimen político mucho menos encerrado en sí mismo, pero aún con muy mala prensa en el campo de las relaciones internacionales.

Raúl Castro y Donald Trump tienen ahora la palabra.

Aunque el fundador del Partido Revolucionario Cubano, José Martí (1853-1895), siempre fue y sigue siendo un pensador de culto durante los casi 58 años transcurridos desde la entrada triunfante de Fidel en Santiago y su desaparición física, el castrismo nunca se dio por enterado de su pensamiento central como filósofo y escritor. A saber: “El hombre ama la libertad aunque no sepa que la ama y anda empujado de ella y huyendo donde no la encuentra”.

Fidel Castro Raúl Castro Unión Soviética (URSS)