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Así se lucha por un partido roto y desorientado
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Antonio Casado

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Así se lucha por un partido roto y desorientado

Lo que predican de sí mismos es otra cosa. Sánchez, el retorno a la izquierda. Susana, la vocación ganadora. Patxi, la recuperación de la unidad

Foto: Preparativos del debate de los candidatos a las primarias del PSOE. (EFE)
Preparativos del debate de los candidatos a las primarias del PSOE. (EFE)

Un diario de ámbito nacional pregonaba el domingo en primera página: “El PSOE se asoma al abismo”. Cierto. Hoy por hoy se trata de un partido roto y desorientado.

Pero no solo se la juega el PSOE, en serio peligro de acabar en la irrelevancia y la dispersión, como les pasó a sus correligionarios franceses, holandeses o griegos. En el desenlace de su proceso de renovación interna no solo se ventila el ser o no ser de un partido centenario en pérdida de unidad, identidad y liderazgo.

También está afectado el futuro de la legislatura y, por tanto, la estabilidad, divino tesoro, recuperada en el último minuto del año tonto de 2016. Según quien gane las primarias, se entiende. Si fuera Sánchez, podría impulsar una moción de censura al actual presidente del Gobierno. O apoyar la impulsada por Podemos. Ayer declaró que tomará la decisión para después del congreso socialista del mes que viene.

Foto: Susana Díaz, Patxi López y Pedro Sánchez, minutos antes de comenzar su debate a tres en Ferraz, este 15 de mayo. (EFE)
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Véase como, aunque en estas elecciones solo votan los militantes, su desenlace —la votación, el próximo domingo— importa y mucho a los españoles en general. Así se explica la enorme expectación política y mediática que suscita el cruce televisado de hoy entre los tres aspirantes al trono de Ferraz. Si resultase fallida, al menos serviría para avivar las apuestas respecto al futuro líder socialista, en función de su rendimiento en el debate a tres de este mediodía en la sede central.

El quinielismo aturde dentro y fuera del PSOE. En algunos casos se roza el absurdo. Un sondeo presuntamente serio, publicado el domingo en un periódico, anuncia con algo de mala fe una victoria de Sánchez si votan los militantes socialistas y una victoria de Susana Díaz si votasen los militantes del PP. No se compadece en absoluto con las respectivas cosechas de avales.

Se ha convertido en lugar común anunciar las siete plagas para el partido y para España si Pedro Sánchez vuelve a la secretaría general

Si tenemos en cuenta el alto grado de exaltada movilización de los seguidores de Sánchez, cuesta creer que ni uno solo de ellos haya quedado sin sumarse al llamamiento de personarse como avalistas en sus respectivas agrupaciones. Cuesta creer que Sánchez vaya a facturar en las urnas del día 21 más de lo que ha facturado en la batalla de los avales, donde fue derrotado por Susana Díaz, que obtuvo 6.273 avales más.

Se ha convertido en lugar común anunciar las siete plagas para el partido y para España si Sánchez vuelve a la secretaría general. Es el único de los tres cuyo eventual triunfo aparece asociado al riesgo de escisión interna y complicidad tóxica con el populismo de Podemos. En ese sentido, se mira hacia los otros candidatos como un mal menor, aunque no dejan de arrastrar sus estigmas particulares. Si Sánchez es inconsistencia y resentimiento, Susana Díaz es afectación. Y Patxi López, indolencia.

Lo que predican de sí mismos es otra cosa. Sánchez, el retorno a la izquierda. Susana, la vocación ganadora. Patxi, la recuperación de la unidad. Emblemas de campaña malogrados y desaparecidos en una dinámica autodestructiva que está marcando el transcurso de la campaña electoral, donde son frecuentes los insultos, las descalificaciones y las faltas de respeto.

Susana Díaz no pierde ocasión de recordar que el legado de Pedro Sánchez, como secretario general, fue un partido dividido

La proposición se extravía en la descalificación. De Sánchez no quedan sus ideas de rojo y plurinacional, sino su ojeriza a la presidenta andaluza, a los barones del partido (los “notables”, dice él), a la comisión gestora y la supuesta rendición de todos ellos ante Mariano Rajoy.

No sabemos cómo afrontaría Susana Díaz los nuevos retos de un socialismo español “sin complejos”, pero no pierde ocasión de recordar que el legado de Sánchez, como secretario general, fue un partido dividido y los peores resultados electorales de su historia.

Y a Patxi López no se le caen de la boca sus bienintencionados llamamientos a la unidad del partido. Sabemos que se ofrece a hacerla posible. Pero también sabemos que no tiene posibilidades de encabezar la operación. Un minuto después de terminada la jornada de votación, no un minuto antes, su cosecha de votos se pondrá a disposición de Susana Díaz que, a mi juicio, será la ganadora del proceso.

Un diario de ámbito nacional pregonaba el domingo en primera página: “El PSOE se asoma al abismo”. Cierto. Hoy por hoy se trata de un partido roto y desorientado.

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