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La coherencia: pauta del mensaje del Rey
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Antonio Casado

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La coherencia: pauta del mensaje del Rey

Que nadie espere saltos de rana o atajos fuera del camino marcado ya en su discurso de coronación: “La Corona debe observar una conducta íntegra, honesta y transparente”

Foto: El rey Felipe. (EFE)
El rey Felipe. (EFE)
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Los deméritos del emérito no condicionarán de forma explícita el mensaje de Felipe VI, más allá de las consabidas apelaciones a los principios de ejemplaridad, transparencia y sometimiento a los mandatos constitucionales. Mala noticia para los enredadores de guardia. Es un jefe de Estado, no un comentarista.

En su primer mensaje navideño tras la coronación (24 de diciembre de 2014), cuando los españoles no hablaban de otra cosa, tampoco necesitó mencionar a Iñaki Urdangarin, el marido de su hermana, para hacerse entender: “Debemos cortar la corrupción de raíz y sin contemplaciones”.

Señalamiento de males: desde las colas del hambre, con homenaje a sanitarios y víctimas del virus, hasta la España de “unos contra otros”

Lo mismo cabe decir respecto al señalamiento de otros males en su mensaje de mañana por la noche. No solo de la inmoralidad en la vida pública. Ya es mucho que los señale y coincida en el diagnóstico con el sentir mayoritario de los españoles. Desde las colas del hambre y el teléfono de la esperanza en tiempos de pandemia, con el consabido homenaje al personal sanitario y las víctimas del coronavirus, hasta la España de “unos contra otros”, en expresión del propio Felipe VI (inauguración de la vigente legislatura), minutos después de un plantón antimonárquico de diputados independentistas.

Normal, previsible. A nadie puede sorprender su llamamiento al diálogo inclusivo o el canto a la fortaleza del Estado en medio de la incertidumbre. Y no faltarán las reiteradas apelaciones a la autoestima de los españoles, la concordia entre fuerzas políticas y la unificación de esfuerzos frente a los problemas del país. Aquí y ahora, virus, paro, desigualdad, el malestar de la ciudadanía y la desafección institucional.

El mensaje de Nochebuena será coherente con la línea ya marcada por Felipe VI en todas sus intervenciones públicas, según dicen en Zarzuela

Coherencia con los principios declarados por Felipe VI en todas sus intervenciones públicas, según me cuentan en Zarzuela. Cada discurso suyo va cosido a su compromiso con la democracia, la libertad y la exaltación del marco constitucional. Es la pauta del mensaje, que ya tiene la conformidad de Moncloa. Que nadie espere reacciones airadas, saltos de la rana o atajos fuera del camino marcado ya en su discurso de coronación: “La Corona debe observar una conducta íntegra, honesta y transparente”. Tan vigente como cuando lo dijo hace seis años y medio. Ítem más: “Los ciudadanos demandan con toda la razón una monarquía renovada para un tiempo nuevo”. Lo más que puede hacer es repetirlo con iguales o parecidas palabras.

Sufrirán los teólogos de la España republicana y plurinacional, todavía afectados por la equiparación del dilema monarquía-república con la inmortalidad de los crustáceos en las preocupaciones de la ciudadanía. El mensaje de Nochebuena de Felipe VI no va a curarles de ese ataque de contrariedad. No les dará para ponerse estupendos. Ni discurso absolutorio del hijo sobre el padre, ni harakiri televisado del hijo.

No habrá discurso absolutorio del hijo sobre el padre ni harakiri televisado. Lo siento por los teólogos de la España republicana y plurinacional

Coherencia, insisto. Lo que debía hacer ya lo hizo. Se agigantó su figura al cortar por lo sano en marzo. Renuncia a la herencia que le pudiera corresponder y retirada de la asignación oficial. Se predica con el ejemplo. Hacer y no decir, respecto a unos dineros que “pudieran no estar en consonancia con la legalidad o con los criterios de rectitud e integridad que deben informar la actitud de la Corona”. Y ahí no hubo retórica de mensaje navideño, sino acciones valientes en defensa de la monarquía y la imagen internacional de nuestro país.

Los deméritos del emérito no condicionarán de forma explícita el mensaje de Felipe VI, más allá de las consabidas apelaciones a los principios de ejemplaridad, transparencia y sometimiento a los mandatos constitucionales. Mala noticia para los enredadores de guardia. Es un jefe de Estado, no un comentarista.

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