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Lo que pase en Madrid no se quedará en Madrid

Terminó una campaña envilecida y extenuante. Hay más verdad en el micrófono chivato de Ayuso ("¡qué ganas de que se acabe!") que en las promesas de seis candidatos alejados de la realidad

Foto: Isabel Díaz Ayuso y Pablo Casado, en una imagen de archivo. (Reuters)
Isabel Díaz Ayuso y Pablo Casado, en una imagen de archivo. (Reuters)

Quinielismo de vísperas ante el recuento del martes por la noche. Con un 20% de indecisos y la inconsistencia del voto por rechazo a terceros y no por afinidad a la opción elegida, conviene contar con el factor sorpresa. Sorpresa mayúscula sería desmentir la cantada mayoría absoluta de la suma PP-Vox. Dos inesperadas variantes: una, mayoría del bloque de izquierdas, y otra, la entrada de Ciudadanos en el reparto de escaños.

Nada relevante en la movilización del voto no movilizado ya. Y nada añade al cuadro que las izquierdas hayan marchado juntas este Primero de Mayo (Día de los Trabajadores). O el baño institucional de Díaz Ayuso por cuenta del Dos de Mayo secundada por “los traidores al pueblo”, dardo venenoso de Iglesias Turrión contra los participantes en el acto conmemorativo de la Puerta del Sol. Todos menos él, que prefirió hacer campaña en Móstoles en plan alcalde Torrejón ("¡Españoles, la patria está en peligro!") con fondo goyesco de los fusilamientos de 1808.

Solo nos faltaba que Iglesias detectase "voluntad de normalizar el fascismo" en unas declaraciones de González sobre el peligro de Podemos

Así termina una campaña envilecida y extenuante. Hubo más verdad en el micrófono chivato de Ayuso (“¡qué ganas tengo de que se acabe!”) que en todas las promesas de seis candidatos con tendencia a dimitir de la realidad. Las colas del hambre no salieron en la foto y los aspirantes a gobernar no se preguntaron por qué los índices de pobreza se han disparado en esta región. Prefirieron la esgrima de salón sobre libertad o desmadre, las amenazas postales en busca de autor y el estúpido debate entre fascistas y antifascistas, amén del ruido de sondeos, eslóganes prefabricados, mentiras y vídeos.

Solo nos faltaba que Iglesias Turrión detectase “voluntad de normalizar el fascismo” en unas declaraciones del expresidente del Gobierno Felipe González, en las que sostiene que Podemos es más peligroso que Vox para la salud del sistema. Como no me cabe ninguna duda sobre la cercanía del candidato Gabilondo a González, endoso los efectos de la pedrada a la menguante cosecha electoral de un PSOE alistado en la “alerta antifascista” que en el lenguaje de Iglesias cursa como si solo el atasco del tráfico impidiera, 'mamita mía', que los 'nacionales' de Franco 'pasaran' ya el Puente de los Franceses.

En Moncloa, hicieron un pan de obleas al forzar ese giro en la campaña de su candidato. Perdieron la oportunidad de rentabilizar en las urnas las virtudes propias del hombre “soso, serio y formal” en una campaña embrutecida por los extremos. A la vista de la polarización protagonizada por Iglesias (Podemos) y Monasterio (Vox), Ángel Gabilondo no sería ahora la opción declinante que es. Pero le empujaron a participar en la histérica cacería de fascistas, que es como disparar contra el humo de la historia, y arruinaron sus posibilidades.

Sánchez llega debilitado a la batalla sobre el fin del estado de alarma, que puede derivar en absurda judicialización de la lucha contra la pandemia

Lo que ocurra en Madrid no se quedará en Madrid. Transcenderá a la política nacional porque así lo han querido sus primeros actores. El líder del PP, Pablo Casado, según confesión propia, aprovechará el triunfo de su candidata y el debilitamiento de Ciudadanos para pregonar un cambio de ciclo basado en la refundación del centro derecha.

En cuanto a Sánchez, llega debilitado a la batalla del día después. Con algo más del 10% de vacunados, el prometido levantamiento del estado de alarma para el día 9 tiene la enemiga de varias CCAA. Eso podría derivar en una absurda judicialización de la lucha contra la pandemia de la que se haría responsable al Gobierno y, atención, en una convergencia PP-PNV de efectos inmediatos sobre las tambaleantes alianzas del Gobierno PSOE-UP.

Quinielismo de vísperas ante el recuento del martes por la noche. Con un 20% de indecisos y la inconsistencia del voto por rechazo a terceros y no por afinidad a la opción elegida, conviene contar con el factor sorpresa. Sorpresa mayúscula sería desmentir la cantada mayoría absoluta de la suma PP-Vox. Dos inesperadas variantes: una, mayoría del bloque de izquierdas, y otra, la entrada de Ciudadanos en el reparto de escaños.

Madrid Ángel Gabilondo Isabel Díaz Ayuso Pablo Casado