Al Grano
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Sánchez: inmolación o subida a los altares
A Felipe lo tumbó el desgaste. A Aznar, la guerra de Irak. A Zapatero, los recortes. A Rajoy, la corrupción. ¿Serán los indultos la tumba política de Pedro Sánchez?
Recuerdo al entonces vicepresidente del Gobierno, Rodrigo Rato, en distancia corta: “Como le salga bien, no habrá quien le tosa”. Eran las vísperas de la guerra de Irak (marzo de 2003). Se refería a la apuesta pronorteamericana de su jefe, plasmada para la historia en la famosa foto de las Azores (George Bush, Tony Blair y José María Aznar).
Fue la tumba política de Aznar, porque la impopularidad de la apuesta, también entre sus propios votantes, planeó sobre el malhadado jueves de sangre (11 de marzo de 2004) y acabó determinando la derrota del PP en el domingo de urnas (14 de marzo de 2004). El gran damnificado fue Mariano Rajoy.
Diecisiete años después, otro presidente, Pedro Sánchez, de diferente profesión ideológica, se la juega con una apuesta política tan impopular como aquella, incluso entre los propios votantes socialistas (un 72% no la comparte, según un reciente sondeo). Si le sale mal, hundirá la cotización de su partido en las urnas. Si le sale bien, pasará a la historia como el pacificador de Cataluña y subirá a los altares.
En el laberinto de variables que se avecinan, pueden triunfar las tesis de los abogados del Estado sobre la “utilidad pública” de la decisión
A Felipe lo tumbó el desgaste. A Aznar, la guerra de Irak. A Zapatero, los recortes de 2011. A Rajoy, la corrupción ¿Serán los indultos a los 12 del 'procés' la tumba política de Sánchez? La pregunta incendia los circuitos políticos y mediáticos. Por ahora, con abrumadora ventaja de quienes, escandalizados a uno y otro lado de la barricada ideológica, opinamos que la decisión regalará a los independentistas la razón moral de su causa y hundirá la cotización electoral del PSOE.
El futuro no está escrito. En el laberinto de variables que se avecina, pueden abrirse paso las tesis de los abogados del Estado que, a las órdenes del ministro de Justicia, Juan Carlos Campo, motivarán las razones de “utilidad pública” de la decisión “limitada y reversible” que el Consejo de Ministros decretará a principios del verano.
El entorno de Puigdemont teme que se pierda el sólido elemento de cohesión independentista: presos en la calle, fin del lazo amarillo
La admonición, que se inspira en el interés general (contribuir a resolver el problema de Cataluña), se ha reforzado en las últimas horas con las sensaciones que llegan del espacio Puigdemont, donde se temen la desactivación europea de los exiliados por una iniciativa del Gobierno que privaría al independentismo del más sólido elemento de cohesión entre tres organizaciones (ERC, JxCAT y CUP) que se odian entre sí. A saber: con los presos en la calle, fin del lazo amarillo.
Lo dice Elisenda Paluzie, presidenta del poderoso brazo civil del golpismo independentista que responde al nombre de Asamblea Nacional Catalana (ANC): “Los indultos nos desarman”, “son una medida inteligente del Gobierno”, “la independencia es el mejor indulto”. No suena así en el entorno de Pere Aragonès (ERC), más pragmático y menos épico que su antecesor, Quim Torra. De hecho, habla de diálogo con el Estado donde Paluzie habla de “desobediencia persistente”.
Y, así, la apuesta de Sánchez pone a prueba la coherencia interna del independentismo, aunque conviene no olvidar que el acuerdo 'in extremis' de ERC y JxCAT fue en realidad la plasmación del miedo del primero a pasar por 'traidor'.
Son algunas de las variables a la hora de adelantar los resultados de la apuesta de Sánchez. Pero hay otras, perfectamente serias, como la ofensiva de los grupos de oposición en la calle, en el Parlamento, en los tribunales. Y, sobre todo, el hecho de que el carácter político del derecho de gracia (principio de oportunidad) desoiga la naturaleza judicial de las consideraciones formuladas en los preceptivos informes del Tribunal Supremo y la Fiscalía General del Estado (garantes de la legalidad), radicalmente contrarios a los indultos por falta de motivos de “justicia, equidad y utilidad pública” que los justifique.
Recuerdo al entonces vicepresidente del Gobierno, Rodrigo Rato, en distancia corta: “Como le salga bien, no habrá quien le tosa”. Eran las vísperas de la guerra de Irak (marzo de 2003). Se refería a la apuesta pronorteamericana de su jefe, plasmada para la historia en la famosa foto de las Azores (George Bush, Tony Blair y José María Aznar).
Fue la tumba política de Aznar, porque la impopularidad de la apuesta, también entre sus propios votantes, planeó sobre el malhadado jueves de sangre (11 de marzo de 2004) y acabó determinando la derrota del PP en el domingo de urnas (14 de marzo de 2004). El gran damnificado fue Mariano Rajoy.
Diecisiete años después, otro presidente, Pedro Sánchez, de diferente profesión ideológica, se la juega con una apuesta política tan impopular como aquella, incluso entre los propios votantes socialistas (un 72% no la comparte, según un reciente sondeo). Si le sale mal, hundirá la cotización de su partido en las urnas. Si le sale bien, pasará a la historia como el pacificador de Cataluña y subirá a los altares.