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Rajoy: la indolencia como burladero
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Antonio Casado

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Rajoy: la indolencia como burladero

Los diputados de la comisión Kitchen fustigaron a Rajoy y perdieron la ocasión de afrontar la parte del caso que afecta más al sistema que a la amortizada figura política del expresidente

Foto: El expresidente Mariano Rajoy, en la comisión de investigación por el caso Kitchen. (Reuters/Juan Medina)
El expresidente Mariano Rajoy, en la comisión de investigación por el caso Kitchen. (Reuters/Juan Medina)

El uso de las herramientas del Estado con fines partidistas en un caso de obstrucción a la Justicia es un asunto demasiado grave como dejarlo en manos de figurantes. Una forma de banalizarlo. Así, la sociedad pierde la oportunidad de prevenirse de casos parecidos en el futuro. Escarmentar de la experiencia, como hubiera cantado Antonio Flores.

El paso de Mariano Rajoy por la comisión Kitchen (brazos del Estado al servicio del PP) fue un ejemplo de la infantilización de la política denunciada por el expresidente en su libro ' Política para adultos'. Según él, por efecto de la ola populista que invade los programas de los partidos y los comportamientos de sus dirigentes.

Nada bueno aprendimos de lo ocurrido el lunes. Solo sirvió para teatralizar el asunto y tratar a Rajoy como si fuera un enemigo público

Un recurso infantil me parece bailar sobre la tumba política de un gobernante depurado por el sistema en un caso de financiación ilegal (fue la palanca parlamentaria de la moción de censura que llevó a Pedro Sánchez a la Moncloa en junio de 2018).

Una comisión parlamentaria de investigación pretende depurar las responsabilidades políticas por una mala práctica. Delictiva en este caso, pues hay tres sentencias sobre la doble contabilidad del PP. Pero el asunto se desfigura teniendo en cuenta que Rajoy ya pagó un alto precio con su desalojo del poder.

Foto: Rajoy, en el Congreso. (Reuters/Juan Medina)

¿Qué sentido práctico tiene alancear a un caído? Solo debió tener un sentido didáctico. Un motivo para hacer pedagogía sobre asunto tan grave como las interferencias del PP en la función judicial. Sin embargo, nada bueno aprendimos de lo ocurrido el lunes pasado. Sirvió a unos y otros para teatralizar el asunto y ponerse estupendos contra Rajoy, como si fuera un enemigo público. Pero el caso es que ya había pagado la factura por la financiación ilegal y las irregularidades policial y judicialmente descubiertas en el PP y en ciertas áreas del Gobierno cuando él era el máximo responsable de ambos.

Es inevitable apelar al factor humano. El conocimiento de los personajes también cuenta. Y yo sostengo que Mariano Rajoy es una persona decente. Lo creo cuando dice que no ha cruzado ni media palabra ni media mirada con el comisario Villarejo, que es un profesional de las malas artes y, este sí, utilizaba los medios policiales en beneficio propio. Y si colisionan los testimonios de los dos personajes, no tengo la menor duda sobre la respectiva credibilidad. Como tampoco tengo la menor duda si la colisión se produce respecto al extesorero del PP Luis Bárcenas, que metía la mano en la caja común de su partido para redondear su patrimonio personal.

¿Desconocía lo que hacía su partido para desactivar judicialmente a Bárcenas? No lo creo, pero hizo lo indecidible por no saberlo

Nunca hubo ingenuidad en el discurso de aparente indolencia que se gastaba el entonces presidente del Gobierno (2012-2018), pero tampoco hubo la temeridad propia de los nuevos alquimistas de la política. Así llegamos a la cuestión de fondo: ¿desconocía, como dice, lo que hacía su partido para desactivar judicialmente a Bárcenas? No lo creo.

Lo que sí creo es que hizo lo indecidible por no saberlo. Por no saber más de la cuenta mientras otros hacían el trabajo sucio. Es decir, la indolencia marianista como burladero. De hecho, está exento de señalamientos judiciales, más allá de los cambiantes indicios aportados por terceros.

No se trata de disculparle. Se trata de reseñar que los chispeantes diputados que intervinieron en la comisión el lunes pasado perdieron la ocasión de afrontar la parte del asunto que afecta al sistema, y no tanto la amortizada figura política de Rajoy. Compitieron en el apedreamiento al personaje. No con base en argumentos morales bien construidos (lo judicial va por otros caminos), sino a base de recortes de prensa y descargas verbales más o menos ocurrentes. Y de ahí no pasaron.

El uso de las herramientas del Estado con fines partidistas en un caso de obstrucción a la Justicia es un asunto demasiado grave como dejarlo en manos de figurantes. Una forma de banalizarlo. Así, la sociedad pierde la oportunidad de prevenirse de casos parecidos en el futuro. Escarmentar de la experiencia, como hubiera cantado Antonio Flores.

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