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Diada 22: plaza de Oriente de un independentismo roto
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Antonio Casado

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Diada 22: plaza de Oriente de un independentismo roto

Ahora el problema lo tienen los independentistas, que están a garrotazos, como los dos españoles del famoso cuadro de Goya

Foto: Diada de Cataluña 2022. (EFE/Quique García)
Diada de Cataluña 2022. (EFE/Quique García)
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El 11 de septiembre ya no es lo que era en Cataluña. No es opinión, sino reseña verificable. "Ha perdido transversalidad y ahora es cosa de radicales intolerantes", según transmite el entorno del presidente de la Generalitat, Pere Aragonès, cuya ausencia de la gran marcha de ayer tarde en Barcelona, convocada por la ANC (Asamblea Nacional Catalana), marca un precedente en las celebraciones de estos últimos años.

La cizaña crece entre los primeros actores de un independentismo roto. No ha ocurrido de la noche a la mañana. Viene precedida por el desplome del escenario y el abandono de un amplio sector del desencantado público mientras el Estado, primero justiciero y luego generoso, ejercía su derecho a la legítima defensa.

placeholder Manifestación de la Asamblea Nacional Catalana (ANC) con motivo de la Diada del 11 de septiembre. (EFE/Alejandro García)
Manifestación de la Asamblea Nacional Catalana (ANC) con motivo de la Diada del 11 de septiembre. (EFE/Alejandro García)

No es mentira lo del fracaso de la obra y la deserción del público. Lo dice el CIS de la propia Generalitat (CEO). Sus sondeos acreditan, confirman y clavetean la pérdida de apoyo social de la causa. La causa del "Estado de nuevo cuño al servicio de los ciudadanos" que Oriol Junqueras defendía antes de topar con la fuerza de los vigentes marcos legales.

Las dos fuerzas principales de la fallida intentona secesionista de 2017 aún se sientan juntas en la Generalitat. Cierto. Pero desde que la parte mayoritaria, la representada por el presidente de la Generalitat, Pere Aragonès, decidió apostar por el diálogo con el Gobierno central, no dejan de darse patadas por encima y por debajo de la mesa.

Véanse los insultos dedicados a los dirigentes de ERC en la marcha de ayer tarde o antes en los actos previos del Fossar de les Moreres y la ofrenda floral ante el monumento a Rafael de Casanovas. En plan 'vendepatrias' para arriba, como le diría un franquista tardío a Pedro Sánchez, pero con la tensión a tope y en lengua catalana. O sea, 'botiflers'. Con réplica de Marta Vilalta, secretaria general de ERC: "Gritad, gritad, que mientras vosotros gritáis nosotros llevaremos Cataluña hacia la libertad".

Foto: Diada del 11 de septiembre. (EFE/Toni Albir)

Una guerra civil con pedradas dialécticas de ida y vuelta. En el léxico de la política catalana se habla de 'junquerismo' como en la política nacional se habla de 'sanchismo'. Son ocurrencias verbales que, como la de declararse "país ocupado" (Dolors Feliu, presidenta de la ANC, que sabe inglés), no pueden derogar el enfriamiento del 'conflicto', que es un hecho sorprendentemente poco rentabilizado por el Gobierno de Sánchez frente a quienes en su día fuimos objetores declarados de su obsequioso discurso con el independentismo representado por ERC.

El enfriamiento también ha contribuido a que el sueño se partiera en dos. Por un lado, los secesionistas de izquierdas (ERC) buscan en el constitucionalismo las vías dialogadas de acceso a la Cataluña independiente presentida en la escalada de 2017. Por otro, los hiperventilados de la derecha (Junts) mantienen viva la representación teatral antimesetaria.

Foto: Manifestación independentista de la Asamblea Nacional Catalana (ANC) con motivo de la Diada. (EFE/Alejandro García)

Es este segundo bloque, personalizado en figuras como Torra, Puigdemont y Borràs, el que ayer se juntó a los movimientos sociales de base para mostrar su adhesión inquebrantable a la causa de la Cataluña una, grande y libre. Con su patriótico flamear de esteladas al viento en las calles de Barcelona. Su particular plaza de Oriente. O sea, Diada 22: "Volveremos para vencer".

Pero lo cierto es que la presión al Estado ha aflojado con las discordias internas del independentismo. Ahora el problema no es del Estado, sino de los propios independentistas, españoles a su pesar, los que han terminado a garrotazos, como en el famoso cuadro de Goya.

El 11 de septiembre ya no es lo que era en Cataluña. No es opinión, sino reseña verificable. "Ha perdido transversalidad y ahora es cosa de radicales intolerantes", según transmite el entorno del presidente de la Generalitat, Pere Aragonès, cuya ausencia de la gran marcha de ayer tarde en Barcelona, convocada por la ANC (Asamblea Nacional Catalana), marca un precedente en las celebraciones de estos últimos años.

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