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¿Por qué crece el rechazo a la figura de Sánchez?
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Antonio Casado

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¿Por qué crece el rechazo a la figura de Sánchez?

Las frases que anuncian el fin de ciclo son de diversa procedencia y se personalizan en el presidente del Gobierno

Foto: El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. (EFE/Borja Sánchez-Trillo)
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. (EFE/Borja Sánchez-Trillo)
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Nueve meses dan para reventar cualquier quiniela en el laberinto de variables de una realidad tan líquida como la presente. Pero en esa realidad, líquida o no, se ha instalado la percepción de que el reinado de Sánchez está tocando a su fin.

Dos son los elementos intangibles del análisis: la irrecuperable pérdida de credibilidad del personaje y la consolidación de su contrafigura, Núñez Feijóo, como aspirante creíble. Los tangibles nos remiten a la matemática de las urnas. "Ganaremos, aunque nuestro problema será que no tengamos con quién sumar", me dice un dirigente socialista mirando a su izquierda. La frase es intercambiable con cualquier dirigente del PP mirando a su derecha.

Un 80% en lo referente al electorado del PP, muy por encima del que registran los sondeos entre votantes socialistas, en torno al 60%

Las encuestas cantan la ventaja de las dos derechas (PP y Vox) que juegan con Feijóo sobre las tres o más izquierdas que jugarían a favor de Sánchez. "A la Moncloa, con quien podamos", dice aquel, mientras el presidente reza para que Yolanda Díaz deje de ser menos PSOE de lo que parece y aglutine en una única fuerza parlamentaria todo lo que hay a la izquierda del PSOE.

También en el terreno de lo contante y sonante, medido por los institutos demoscópicos, aparecen los respectivos índices de fidelidad. Un 80% en lo referente al electorado del PP, muy por encima del que registran los sondeos entre votantes socialistas, en torno al 60%.

Por otra parte, no cesan los cantazos verbales con vocación de marcar el fin de ciclo. Van calando, son de diversa procedencia y suelen personalizarse contra el todavía presidente del Gobierno. A su derecha, el PP maneja estribillos tales como "Gobierno en descomposición", "convoque elecciones generales ya" o "deje en paz a la gente de bien". A su izquierda, el desbarajuste es notable, con 15 grupos a la espera de que el proyecto de Yolanda Díaz deje de ser un acertijo e Iglesias deje de boicotearlo.

Foto: Las ministras de Igualdad, Irene Montero (c); de Derechos Sociales, Ione Belarra (d), y de Educación, Pilar Alegría (i), conversan en la escalinata del Congreso de los Diputados. (EFE/Kiko Huesca)

Entre unos y otros, la desganada maquinaria socialista no acaba de arrancar para desactivar la generalizada sensación del cambio que viene. Y los equipos de la Moncloa encargados de acortar la distancia con los votantes se enfrentan a la desalentadora falta de rentabilidad de las medidas sociales, la pacificación del conflicto catalán y la agenda internacional del presidente.

Por unas causas u otras, a la parte socialista de la coalición le cuesta cada vez más llegar a los votantes y hacerse querer por la ciudadanía. Cuando no es la rectificación de la ley Montero, es el caso de Tito Berni, y cuando no es la ya envenenada convivencia entre las dos familias políticas del Gobierno, es el malestar de los grandes poderes económicos frente a un poder político que los estigmatiza.

"Las democracias pueden sobrevivir a un gobernante que no es demócrata"

Me comenta uno de los más atareados rastreadores de tendencias en la opinión pública lo mucho que ha arraigado la convicción de que Pedro Sánchez está dispuesto a hacer lo que sea para seguir en el poder. Pero sigue escalando en los sondeos la aversión a su figura, que se percibe fría y artificial, como algo ya difícil de revertir. Eso desborda el mero rechazo del rival político.

Confieso que en ese sentido me impactó un reciente artículo de Antonio Caño, exdirector de El País. Desde su sideral distancia política de los postulados de la derecha, dejó escrito lo siguiente: "Las democracias pueden sobrevivir a un gobernante que no es demócrata. Pero la experiencia demuestra que es recomendable deshacerse de él lo antes posible".

Nueve meses dan para reventar cualquier quiniela en el laberinto de variables de una realidad tan líquida como la presente. Pero en esa realidad, líquida o no, se ha instalado la percepción de que el reinado de Sánchez está tocando a su fin.

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