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¿Es Feijóo un profeta de la España negra?
Ante el nuevo reparto de cartas en las elecciones del 23 de julio, el PSOE pretende rehacer el pedestal de Sánchez (ecuación Frankenstein) con fuerzas política hostiles al vigente orden constitucional
Esto no va de partidos. Va de bloques. Ante el nuevo reparto de cartas en las elecciones del 23 de julio, el PSOE pretende rehacer el pedestal de Sánchez (ecuación Frankenstein) con fuerzas política hostiles al vigente orden constitucional. Y al otro lado de la barricada, el PP no dejará de entenderse con Vox si lo exige la aritmética parlamentaria para desalojar de la Moncloa al actual Gobierno e iniciar un nuevo ciclo en la política nacional. Ni la menor duda sobre eso. Del precio ya hablaremos. La hipótesis de un Gobierno de derechas en la próxima legislatura aparece en los informes de las consultoras y de los centros del poder financiero, mientras que la maquinaria electoral del PSOE no para de poner señales de alarma en el camino hacia las urnas del verano. Una vez más, vuelve a utilizarse el miedo a la derecha, dizque reaccionaria, fangosa e insolidaria.
Así transcurre esta incierta fase de precalentamiento antes de una nueva campaña electoral. Y en una pausa oigo en distancia corta a un dirigente del PP encantado de que en la Moncloa insistan en asociar a Feijóo con la ultraderecha. Lleva razón. Mucha tortura neuronal necesita quien crea reconocer en su galaico sosiego a un profeta de la España negra. O del apocalipsis, según dijo tantas veces Pedro Sánchez en los cruces parlamentarios del titular con el aspirante a la Presidencia del Gobierno.
Mucha tortura neuronal necesita quien crea reconocer en el galaico sosiego del líder del PP a un profeta de la España negra
Presentar al político gallego como un irascible alentador de la "ola reaccionaria" que se avecina es tan inverosímil como filtrar de buena tinta que Iglesias en realidad es un meapilas a punto de apuntarse a la Adoración Nocturna. Muy mal tendría que hacer las cosas Feijóo para que el PP, con el 31,5% de los votos obtenidos el 28 de mayo, quedase cautivo de Vox, que en el mismo recuento (suma total en los 8131 ayuntamientos españoles) se quedó en un 7,1 % de los votos a escala nacional.
"Iremos territorio a territorio", dicen en Génova. O sea, que el PP usará la diversidad de los territorios, incluso con distintas regulaciones legales en los respectivos procesos de renovación de las instituciones después de un proceso electoral, como punto de fuga argumental que impida la sospecha de que el PP es un rehén de la ultraderecha.
Es lógico que Feijóo quiera ir a las elecciones generales libre de condicionamientos derivados de la política de bloques que marca el pulso de la política nacional. Se entiende que sus equipos sean sensibles a esa imputación aventada desde la izquierda ("ola reaccionaria", se dice). Pero sin exagerar. Solo lo justo para justificar su pereza en discutir con Vox la ocupación del poder en las autonomías y los ayuntamientos donde el PP puede gobernar con el voto afirmativo o la abstención de la extrema derecha.
Los de Abascal no pueden llegar a las elecciones generales con el baldón de haber cerrado el paso al PP favoreciendo la continuidad del sanchismo
En Génova no tienen ninguna prisa por pasar de los tanteos —ahí estamos ahora— a la negociación propiamente dicha, antes de que se abran las urnas del 23 de julio. Ni a los unos ni a los otros les conviene apresurarse, sino todo lo contrario. Hasta entonces, los de Feijóo se desmarcarán de Vox. Tampoco los de Abascal pueden llegar a las elecciones generales cargando con el baldón de haber cerrado el paso al PP favoreciendo la continuidad del sanchismo en determinadas autonomías. Especialmente las cuatribarradas: Aragón, Valencia y Baleares, además de Murcia y una treintena de capitales de provincia.
En el muy improbable caso de llegar al recuento del 23-J con esos territorios adjudicados de nuevo al PSOE (ya se cuidarán de evitarlo, por la cuenta que les trae), el partido de Abascal pagaría en las urnas su obsesión por los sillones mejorando la cosecha electoral del PP. Sería un torpedo formidable en la línea de flotación de Vox. Y, por otra parte, desactivaría el grito de que "PP y Vox son la misma mierda", tal y como viene enlatado por los corifeos del sanchismo.
Esto no va de partidos. Va de bloques. Ante el nuevo reparto de cartas en las elecciones del 23 de julio, el PSOE pretende rehacer el pedestal de Sánchez (ecuación Frankenstein) con fuerzas política hostiles al vigente orden constitucional. Y al otro lado de la barricada, el PP no dejará de entenderse con Vox si lo exige la aritmética parlamentaria para desalojar de la Moncloa al actual Gobierno e iniciar un nuevo ciclo en la política nacional. Ni la menor duda sobre eso. Del precio ya hablaremos. La hipótesis de un Gobierno de derechas en la próxima legislatura aparece en los informes de las consultoras y de los centros del poder financiero, mientras que la maquinaria electoral del PSOE no para de poner señales de alarma en el camino hacia las urnas del verano. Una vez más, vuelve a utilizarse el miedo a la derecha, dizque reaccionaria, fangosa e insolidaria.
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