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A Feijóo se le pone cara de presidente en Barcelona
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Josep Martí Blanch

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A Feijóo se le pone cara de presidente en Barcelona

Barcelona no es una plaza fácil para el presidente del PP. Pero Feijóo pudo advertir que la mirada del auditorio sobre él y sobre su proyecto ha cambiado, aunque ambos sigan siendo los mismos

Foto: El líder del PP, Alberto Núñez Feijóo, en el Cercle d'Economia. (EFE/Andreu Dalmau)
El líder del PP, Alberto Núñez Feijóo, en el Cercle d'Economia. (EFE/Andreu Dalmau)
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Aval de las gentes del Círculo de Economía a Núñez Feijóo. Al lobby de directivos y empresarios catalanes les gustó mayoritariamente la música que interpretó el líder popular en el encuentro anual de la entidad. Atrás quedan las desavenencias con la derecha política de hace dos años, cuando en las mismas jornadas se solicitó el indulto para los líderes del proceso independentista. La victoria del PP en las municipales y autonómicas del domingo le ha puesto a Feijóo, a la espera de lo que pueda suceder en julio, cara de presidente. Y eso se nota.

Barcelona, aunque sea entre gentes de orden y alto poder adquisitivo, no es una plaza fácil para el presidente del PP. Pero Feijóo pudo advertir que la mirada del auditorio sobre él y sobre su proyecto ha cambiado, aunque ambos sigan siendo los mismos. Esa mutación se advirtió el miércoles en la Ciudad Condal, donde, a pesar de decir más bien poco, pareció que el gallego dijera tanto que algunos creyeron asistir al nacimiento de la rueda. No es nada en realidad sorpresivo este tipo de mutación. Lo primero que ha de suceder para llegar a presidente es que quienes te escuchan puedan imaginarte como tal. Que esa posibilidad no resulte extraña o imposible, sino más bien algo casi natural e inevitable. Y eso exactamente es lo que pasó el miércoles en Barcelona bajo la influencia de los resultados electorales de tres días antes. Encima del escenario, la misma persona que habían visto un año antes. Pero la mirada de quienes le escuchaban era ya diferente.

Foto: El presidente de Prisa, Joseph Oughourlian. (EFE/Fernando Alvarado)

La palabra proceso no se escuchó durante las tres jornadas de reunión del Círculo. Tan muerto está que ya ni siquiera se menta. Así que también quedaron atrás los días en los que el empresariado y la clase directiva catalana eran acusados por el PP de cómplices del independentismo por su tibieza en su oposición a los planteamientos secesionistas. Y también forman parte de ese pretérito los días en los que, en contrapartida, el partido conservador era señalado por las élites económicas catalanas como un actor político empeñado en el empeoramiento de la situación política. Tanto Feijóo como su público actuaron el miércoles como si la última década de la política catalana no hubiese existido. Una tregua indefinida sobre el pasado. Pelillos a la mar y a otra cosa mariposa.

Así las cosas, con la variable territorial entre paréntesis, a Feijóo no le hizo falta caer en la necesidad de agradar para conseguirlo. Ni prometió un nuevo sistema de financiación autonómica —algo que desde el Círculo es ya a estas alturas una reivindicación atávica—, ni dio por finiquitado el impuesto de patrimonio —cosa que los ahí sentados hubieran vitoreado—. De hecho, no hizo anuncio alguno que pudiera catalogarse de noticia, si por ella entendemos algo novedoso que no ha sido dicho con anterioridad. A la pregunta sobre si el PP había cometido errores en Cataluña, dijo que sí, pero los situó al mismo nivel que los que había podido protagonizar en el resto de España y que le habían costado el Gobierno a Mariano Rajoy. Por lo demás, todo se había oído ya antes en boca de Feijóo, como su posición contraria al impuesto de nuevo cuño que Sánchez ha impuesto a la banca. Y aun así, sin decir apenas nada, el gallego agradó bastante. ¿Por qué?

Foto: El presidente del Partido Popular, Alberto Núñez Feijóo, vota acompañado del alcalde de Madrid, Almeida. (EFE/Ballesteros) Opinión

En primer lugar, por incomparecencia de su contrincante. Pedro Sánchez se borró del programa y mandó a Nadia Calviño a sustituirle. Mal asunto entre un público poco acostumbrado a manejarse con subalternos. Segundo, porque ahora Feijóo ya es percibido como un ganador, al menos hasta julio, y eso lo sitúa en una posición ventajosa para que todo lo que salga por su boca suene más serio, trascendente, reflexionado y performativo. Y tercero, porque lo único a lo que se comprometió es justamente aquello que más dulce suena a los oídos de la gente de empresa y del dinero en general, aunque no comporte la redacción ni aprobación de ley alguna: fiabilidad, previsibilidad y estabilidad.

Lo cierto es que la intervención de Feijóo tuvo la virtud de parecerse a la que en el turno previo había protagonizado el gobernador del Banco de Portugal, Mario Centeno. Este había explicado los motivos de la excepción portuguesa y el porqué del buen hacer económico del país luso. Y, claro, despertó un sano sentimiento de envidia entre los presentes. Pues bien, Feijóo se puso a rueda del portugués y lo que le explicó al auditorio pareció más bien la segunda parte de la conferencia de Centeno. Si queremos ser como Portugal, hagamos como Portugal. Aplausos.

Foto: El líder del PP, Alberto Núñez Feijóo, en el Congreso de los Diputados. (EFE/Javier Lizón)

Fiabilidad, estabilidad, previsibilidad. Control de la deuda pública —ocho millones por hora en España, dijo Feijóo, emulando uno de los argumentos de campaña más recurrentes de los republicanos estadounidenses— y del déficit. Esto le bastó a Feijóo para meterse en el bolsillo a los directivos de empresa catalanes. Porque la única promesa legislativa que se escuchó, amén de no ser nueva, no afectaba directamente a los presentes, ya que la rebaja del IRPF que abandera el candidato popular queda limitada a las rentas bajas y medias, que no estaban ahí para escucharle.

El auditorio insistió en conocer la opinión de Feijóo sobre la necesidad de contar con Vox para llegar a la Moncloa y en saber cómo puede afectar a sus políticas contar con la compañía de un socio tan incómodo. El presidente popular ni siquiera mentó al partido de Abascal para responder a las múltiples preguntas planteadas sobre el particular. Feijóo fijó con su silencio un eje de campaña: Vox no existe. No al menos hasta el 23 de julio. Más aplausos.

Aval de las gentes del Círculo de Economía a Núñez Feijóo. Al lobby de directivos y empresarios catalanes les gustó mayoritariamente la música que interpretó el líder popular en el encuentro anual de la entidad. Atrás quedan las desavenencias con la derecha política de hace dos años, cuando en las mismas jornadas se solicitó el indulto para los líderes del proceso independentista. La victoria del PP en las municipales y autonómicas del domingo le ha puesto a Feijóo, a la espera de lo que pueda suceder en julio, cara de presidente. Y eso se nota.

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