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La alerta antifranquista marca la campaña
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Antonio Casado

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La alerta antifranquista marca la campaña

Las izquierdas sostienen que "hay partido" para infundir en sus seguidores moral de resistencia, que no de victoria

Foto: Vista de unos carteles del PSOE en Toledo al comienzo de la campaña electoral del 23-J. (EFE/Ángeles Visdómine)
Vista de unos carteles del PSOE en Toledo al comienzo de la campaña electoral del 23-J. (EFE/Ángeles Visdómine)
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Seguimos en campaña, con ruido de sondeos como creadores de estados de opinión favorables a quien los encarga y discursos a la contra entre dos bloques. El de las derechas parte de ganador y pregona el fin del sanchismo. Las izquierdas sostienen que "hay partido" para infundir en sus seguidores moral de resistencia, que no de victoria. Tan a la contra juega el tándem PSOE-Sumar en su obsesivo argumentario sobre los riesgos de una venidera alianza PP-VOX a escala nacional que se olvida de defender su propia hoja de servicios.

Conversando en TVE con el historiador Alfonso Pinilla (Arias Navarro y la reforma imposible, muy recomendable), sale a relucir la cuestión de la extemporánea alerta antifranquista. Es una de las pedradas favoritas del bloque de izquierdas contra el de derechas. Encaja en la conocida tesis del profesor de Historia Contemporánea en la Universidad de Extremadura sobre la tendencia del presente a elegir su pasado.

Es decir, la utilización del ayer para justificar actitudes de hoy. El llamado "presentismo" que denuncian los historiadores. En traducción libre de quien firma este comentario, la intención es mucho más utilitaria. Se trata de contagiar a los ciudadanos la necesidad de ponerse en guardia ante falsos riesgos en función de los intereses de quienes los airean.

En un país con 1,7 millones de familias vulnerables (informe del Banco de España), insoportables listas de espera en la sanidad, la barrera digital para millones de españoles, lentitud de la Justicia, irritante burocracia de las ventanillas, retroceso en los niveles educativos, etc., es el riesgo involucionista lo que el presidente del Gobierno recita con más convicción. Lo último ha sido pedir el voto a los seguidores del PP que se avergüenzan de los pactos con Vox, aunque ya hace unos días Sánchez había puesto en circulación otra de sus ocurrencias verbales: "Siento que en 20 días hemos retrocedido 20 años".

En esa inercia están los coros de la Moncloa cuando anticipan sin recato un retroceso de la democracia o, directamente, una vuelta al franquismo, si la derecha se hace con el poder en las elecciones generales del 23 de julio. O sea, alerta antifranquista que movilice el voto de la izquierda. Con cierto éxito, vistas las desmedidas reacciones contra quienes se escandalizan por un beso lésbico, la retirada de la bandera arcoíris de edificios oficiales o las vomitonas racistas de alguna dirigente de Vox convertida en presidenta de un Parlamento autonómico.

Foto: El líder del PP, Alberto Núñez Feijóo (d), junto al eurodiputado Esteban González Pons (i). (EFE/Miguel Osés)

Me sale al paso el caso del rapero David Martínez Álvarez, más conocido por el nombre artístico de Rayden, que se ha puesto estupendo en defensa de una supuesta persecución a la libertad de creación artística tras el acceso de la ultraderecha al poder en ayuntamientos y autonomías. Nadie le ha prohibido actuar en su tierra, Alcalá de Henares, pero él ha decidido hacerse un harakiri preventivo a título personal.

Anuncia así que cancela el concierto previsto para el mes de agosto de 2024 en un municipio regido por una alianza PP-Vox. Con más de un año de antelación, decide suspender su previsto concierto de despedida como músico profesional porque su conciencia no le permitiría vivir tranquilo sin ese gesto de rebeldía contra la "censura cultural". Sin que nadie le haya prohibido expresarse libremente con su música, sus canciones, todo lo comprometido que quiera sentirse con las causas del feminismo, la igualdad o la alegría de vivir.

Se sobreactúa contra quienes se escandalizan por un beso lésbico, la retirada de la bandera arcoíris o las vomitonas racistas de la ultraderecha

El citado artista no ha podido superar la incómoda sensación de que estamos volviendo al franquismo. Sin embargo, una inmensa mayoría con sed de centralidad cantada por ilustres protagonistas de nuestra reciente historia, cree —creemos— que las voces de la caverna son decimales entre ese 60% de españoles adheridos al hecho verificable de una democracia consolidada sin marcha atrás en el reconocimiento de los derechos fundamentales, empezando por el de la libertad de expresión, más allá de episodios encajables en el campo de las anécdotas, no en el de las categorías.

Seguimos en campaña, con ruido de sondeos como creadores de estados de opinión favorables a quien los encarga y discursos a la contra entre dos bloques. El de las derechas parte de ganador y pregona el fin del sanchismo. Las izquierdas sostienen que "hay partido" para infundir en sus seguidores moral de resistencia, que no de victoria. Tan a la contra juega el tándem PSOE-Sumar en su obsesivo argumentario sobre los riesgos de una venidera alianza PP-VOX a escala nacional que se olvida de defender su propia hoja de servicios.

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