Es noticia
Parias de la tierra a la hora del telediario
  1. España
  2. Al Grano
Antonio Casado

Al Grano

Por

Parias de la tierra a la hora del telediario

Las cifras de muertos desmienten el aireado empeño de causar el mayor daño posible a Hamás y el menor a los civiles

Foto: Ruinas de un edificio en Gaza destruido tras un bombardeo israelí. (Europa Press/Abed/Rahim)
Ruinas de un edificio en Gaza destruido tras un bombardeo israelí. (Europa Press/Abed/Rahim)
EC EXCLUSIVO Artículo solo para suscriptores

La apelación de Israel a su legítimo derecho a existir con fronteras seguras y a defenderse del terrorismo deviene embaucadora si cursa como excusa para ignorar la crisis humanitaria en la Franja de Gaza. O para agravarla, obstaculizando la entrada de ayuda exterior por razones de seguridad (que la ayuda no llegue a los terroristas). Ahí aflora el reconocimiento en la mutua aversión entre Hamás y el Gobierno de Israel.

Y Europa debe hacer algo más que celebrar cumbres inútiles en ausencia de los primeros actores del conflicto, so pena de seguir reclamando con música de violines el reinado del bien sin mezcla de mal alguno (proteger a la población civil, ayuda humanitaria, liberación de rehenes, frenar la regionalización del conflicto y avanzar hacia los dos Estados).

Divididos en un escenario de ocupación, sumidos en la pobreza y sin perspectivas de futuro, a los palestinos no los quiere nadie. Ni los suyos

Es imposible no darse por enterado de que, entretanto, los palestinos se han convertido en los nuevos parias de la tierra a la hora del telediario, donde aparecen como el componente desechable en las políticas de Netanyahu. Como si fueran unos apestados que contagiarían la desgracia a quienes pudieran acogerlos. Los ven como un "peligro extremo" para la seguridad de eventuales anfitriones, según diagnóstico compartido por el rey Abdalá de Jordania y el presidente El Sisi de Egipto.

Territorialmente divididos en un escenario de ocupación, sumidos en la pobreza y sin perspectivas de futuro, a los palestinos no los quiere nadie. Una molesta minoría apestada, como si se hubiera ganado a pulso la reducción al permanente estado de necesidad decretado por Israel en medio de la indolencia de la parte del mundo ante la política de hechos consumados e incumplimiento del derecho internacional.

Pero, ojo, porque te pueden colgar el sambenito de antisemita si pones todo eso de manifiesto, si lo constatas o si denuncias la inhumana situación de los gazatíes varados en la frontera de Rafah. Nada nuevo. Es el "chovinismo racista" del que hablaba la nada sospechosa Hannah Arendt en los tiempos fundacionales del Estado israelí (mayo de 1948), cuando sus defensores incluso justificaban el terrorismo (el terrorismo judío, se entiende, como Irgun y Stern) como un recurso más de los grupos sionistas para organizarse en la tierra prometida.

Hanna Arendt hablaba de "chovinismo racista" en los albores del Estado israelí, cuando incluso se justificaba el terrorismo (el judío, claro)

La propia autora de Los orígenes del totalitarismo sufrió las consecuencias de su señalamiento: tanto judíos palestinos como americanos endosaban al antisemitismo ambiental las discrepancias de los no judíos, y consideraban una "puñalada por la espalda" cualquier discrepancia de los propios judíos respecto a las tesis sionistas de la época.

Desde entonces ha pasado mucho tiempo, pero el calificativo de antisemita se desvía con atrevida ligereza a quienes lamentamos que los palestinos parezcan seres vulnerables, desamparados, oprimidos, perdedores, marginados, excluidos, escoria política, una nueva especie de parias iluminados por la actualidad informativa. "Población civil", dicen las escaletas mediáticas inspiradas en la legalidad internacional: hombres, mujeres y niños varados en la frontera de Egipto porque los expulsa Israel de sus casas y Egipto no los quiere en su territorio.

El castigo colectivo impuesto por el Gobierno de Israel a los habitantes de Gaza con bombas y desplazamiento obligado —lo uno no excluye lo otro— resta credibilidad al pregonado empeño israelí en causar el mayor daño posible a los terroristas y el menor daño posible a los gazatíes. Las cifras de muertos civiles lo desmienten. Es lo que buscaba Hamás.

La apelación de Israel a su legítimo derecho a existir con fronteras seguras y a defenderse del terrorismo deviene embaucadora si cursa como excusa para ignorar la crisis humanitaria en la Franja de Gaza. O para agravarla, obstaculizando la entrada de ayuda exterior por razones de seguridad (que la ayuda no llegue a los terroristas). Ahí aflora el reconocimiento en la mutua aversión entre Hamás y el Gobierno de Israel.

Israel Gaza
El redactor recomienda