España no quiso hacer un mártir en la Embajada

Ni Feijóo es culpable de la cólera de Maduro contra España ni Sánchez es un avalista del represivo régimen chavista. Pero en esos términos cursa el debate que ha desbordado los límites de la racionalidad y el sentido común.

Me parece absurdo el pulso menor del Gobierno con el PP, o del PP con el Gobierno, respecto a un asunto de mayor cuantía cuya valoración es coincidente en el fondo. Ninguna de las dos partes ha reconocido la victoria de Maduro. Y las dos partes saben que el chavismo ha hecho trampas en las elecciones.

La única diferencia es que el Gobierno está haciendo una apuesta por la unidad de criterio en la UE. Con muy pocas posibilidades de éxito, a mi juicio. Véase cómo el Parlamento Europeo ha reconocido a Edmundo González como presidente "legítimo", dejando en manos de los Gobiernos la decisión de cada país miembro. Eso convierte en humo la apuesta europea de Sánchez por encontrar antes de finales de año una salida negociada "que vehicule la voluntad democrática expresada en las urnas del pueblo venezolano".

Más allá de los escrúpulos por usar o dejar de usar la palabra "dictadura", el régimen chavista está cada vez más acorralado internacionalmente. Las pruebas y los señalamientos que ya están sobre la mesa del fiscal de la Corte Penal han suscitado la referida votación no vinculante del PE favorable al reconocimiento de González (como ya ocurrió en el Congreso español) y constan en un informe de las Naciones Unidas que califica de "brutal represión" la que ha llevado a cabo el Gobierno de Nicolás Maduro a partir de las elecciones del 28 de julio, a pesar de que la oposición acreditó su victoria haciendo públicas las actas en número más que suficiente para calificar la muestra de "creíble" e "incontestable".

Tanto se ha exacerbado el debate que el PP formula la acusación de que el Gobierno ha colaborado en el golpe de Estado chavista

Ninguna voz política, salvo la del diletante Monedero, se ha alzado en España para negar el carácter "dictatorial" del régimen chavista y la victoria en las urnas del candidato de la oposición. Pero el enredo político y mediático ha exacerbado el culebrón, hasta el punto de que el PP, a mi juicio de forma irresponsable, ha puesto en circulación la bárbara acusación de que el Gobierno español ha colaborado en el golpe de Estado de Maduro (referencia al chantaje que obligaba a González a firmar el reconocimiento de la victoria de Maduro, como condición previa para exiliarse en España o atenerse a las consecuencias) solo por el hecho de que ese perpetró en la residencia del embajador español.

¿Acaso la posición de Ramón Santos, evidentemente respaldada por el ministro Albares y el presidente del Gobierno, debió ser la de instar a González a atenerse a las consecuencias (conociendo a Maduro, nos hacemos una idea) solo para evitar que a Sánchez se le acusara de cómplice del dictador?

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Me parece que el alcance político de lo sucedido, incluido el riesgo de que la embajada española pasara por ser la "trastienda del régimen de Maduro" (como alguien ha escrito), tenía que subordinarse en esas circunstancias a las consideraciones humanitarias del caso.

Preservar la integridad física de González y de su familia era más importante que hacer un héroe. O un mártir por la causa del pueblo venezolano. No quiero ni pensarlo. Pero González estaba en esa tesitura cuando se produjo la situación.