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Fernando Matres

El Zaguán

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Solo (se) queda Vox

Hacer una campaña contra el Día de Andalucía es tan absurdo como pedir la desaparición de las comunidades autónomas mientras se intenta entrar en sus gobiernos

Foto: El portavoz de Vox en Andalucía, Manuel Gavira, en la puerta del registro del Parlamento regional. (Cedida)
El portavoz de Vox en Andalucía, Manuel Gavira, en la puerta del registro del Parlamento regional. (Cedida)
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Resulta que Vox, que piensa que ser andaluz es disfrazarse de señorito que va de montería o de guiri con traje “de faralaes” para la Feria, se atreve a decir que el 28 de febrero no hay nada que celebrar porque es “una fiesta impostada que no ha calado entre los andaluces”. Quizá sí puedan dar lecciones de lo que no gusta a los andaluces por experiencia cercana propia, pero poco más. La frivolidad se convierte en broma de mal gusto cuando su campaña afirma que en lugar de conmemorar el referéndum de autonomía sería mejor celebrar la fecha en la que Colón zarpó para descubrir el Nuevo Mundo o la de la batalla de las Navas de Tolosa. Abran las ventanas para que desaparezca el olor a naftalina.

Foto: Juanma Moreno, con David Bisbal en el Teatro de la Maestranza de Sevilla. (EFE / José Manuel Vidal)

Entiende el partido de Santiago Abascal que el Estado de las autonomías no solo no ha ayudado a reducir las desigualdades sociales, sino que las ha aumentado, y por eso no hay motivo alguno para que Andalucía festeje ese día. Al contrario que el 12 de octubre, porque como todo el mundo sabe, la unidad nacional hace posible que no exista brecha alguna, que haya pleno empleo y los pájaros canten y las nubes se levanten.

“España tiene mucho que celebrar y nada de lo que arrepentirse. Tal día como hoy de hace 530 años, Cristóbal Colón descubre América y se inicia la Hispanidad, la mayor obra de hermanamiento realizada por un pueblo en la Historia universal”. Con este mensaje en su cuenta de Twitter conmemoraba Vox el Día de la Fiesta Nacional. Debe ser que un viaje de hace cinco siglos es mucho más importante que el momento en el que, hace 43 años, los andaluces reivindicaron que no querían ser más que nadie, pero tampoco menos que ninguno.

La formación de extrema derecha presume orgullosa de ser la única en oponerse a esta efeméride y remata sus proclamas con el lema “Solo queda Vox”, con el que quieren dejar claro que son diferentes. Y sin duda lo son, aunque eso no siempre es sinónimo de distinción. A veces simplemente es ser raro, ir a contracorriente, no conectar con la mayoría de la sociedad, que es a lo que debería aspirar un partido con vocación de gobernar o, al menos, influir en la realidad.

Se siente tan cómodo en su papel provocador, se esfuerza tanto en dibujar con esmero los trazos de la caricatura de sí mismo, que su pretendida solemnidad consigue despertar la hilaridad. Nadie puede tomarse en serio a un partido que critica un sentimiento festivo de orgullo de comunidad por unos motivos tan ridículos. Aunque no debería sorprender en quien presenta una moción de censura condenada a no prosperar, liderada por un señor de 89 años, con el único objetivo de tener los quince minutos de fama de los que hablaba Andy Warhol y desgastar a quien debería ser su aliado natural.

Foto: Planes para el Día de Andalucía: 10 lugares ideales para visitar en el sur de España (Jacek Ulinski para Unsplash)

Vox es como el niño que se suelta de manos cuando monta en bicicleta, el que repite las gracias si ve que algún adulto ha sonreído, quien llama la atención de sus padres a cada momento con un “mira lo que hago”. Su obsesión es estar, por encima de ser. Decir lo que se supone de ellos que deberían pensar, en lugar de pensar lo que tendrían que decir. Un actor sobreactuado que se esfuerza tanto en repetir el texto al pie de la letra que ni siquiera le presta atención a lo que significa.

Los líderes de Vox en Andalucía han sido un condenado por prevaricación e imputado por un presunto fraude, una candidata que solo duró tres meses en el cargo, no se sentó ni un solo día en su escaño del Parlamento y ahora es la enemiga pública número uno y actualmente alguien a quien ocho millones de andaluces no reconocerían si coincidieran con él en un ascensor. Y, con estos antecedentes, pretende decirnos lo que se tiene o no que celebrar.

Foto: La candidata a la presidencia de la Junta por Vox. (EFE/Raúl Caro)
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Defender que existe un unánime sentimiento de pertenencia y orgullo andaluz en todos los habitantes de las ocho provincias sería un inútil ejercicio de ingenuidad. Ni es así ni falta que hace. La diversidad enriquece. Creer que existe una mínima corriente ciudadana de rechazo hacia el 28 de febrero o lo que significa implica un absoluto desconocimiento de la realidad. Lo dice el último sondeo de la Fundación Centro de Estudios Andaluces: el 64,3% se siente tan andaluz como español y el 18,5%, más andaluz que español. Pero, sobre todo, lo dice la calle en la vida cotidiana. Hacer una campaña contra el Día de Andalucía es tan absurdo como pedir la desaparición de las comunidades autónomas mientras se intenta entrar en sus gobiernos.

Andalucía tiene mil defectos, propios y ajenos, que provocan que una tierra con su materia prima, talento, creatividad, valores y recursos naturales y humanos no ocupe el lugar que le podría corresponder. Pero es solidaria, abierta, acogedora y alegre, no egoísta, radical, clasista y sombría. A ver si va a ser que no es que solo quede Vox, es que Vox se está quedando solo.

Resulta que Vox, que piensa que ser andaluz es disfrazarse de señorito que va de montería o de guiri con traje “de faralaes” para la Feria, se atreve a decir que el 28 de febrero no hay nada que celebrar porque es “una fiesta impostada que no ha calado entre los andaluces”. Quizá sí puedan dar lecciones de lo que no gusta a los andaluces por experiencia cercana propia, pero poco más. La frivolidad se convierte en broma de mal gusto cuando su campaña afirma que en lugar de conmemorar el referéndum de autonomía sería mejor celebrar la fecha en la que Colón zarpó para descubrir el Nuevo Mundo o la de la batalla de las Navas de Tolosa. Abran las ventanas para que desaparezca el olor a naftalina.

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