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El Zaguán
Por
Óscar Puente deja de pagar la pensión
El rifirrafe entre el Ministro de Transportes y Juanma Moreno por las ayudas al transporte demuestra la sobreactuación de una política que toma rehenes
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A Óscar Puente le ha cabreado que la Junta de Andalucía no haya recordado que las ayudas al uso del transporte público para los menores de 14 años son posibles gracias al Gobierno central y ha decidido retirar la financiación para una medida de la que se pueden beneficiar 1,2 millones de andaluces. Como el divorciado que se enfada porque su ex se ha ido de puente con su nuevo novio y deja de pagar la pensión. Ya sean hijos o ciudadanos administrados, en estos casos siempre conviene tener a mano unos rehenes con los que hacer daño. Estamos a un paso de que algún activista hiperventilado de la derecha acuse en X al Ministro de Transportes de violencia vicaria. Al tiempo.
Juanma Moreno ha visto el órdago y lo ha subido, quién dijo miedo. Se ha comprometido a asumir el coste de la bonificación para que siga vigente y ha confirmado que la cosa acabará en los tribunales. "Tendrás noticias de mis abogados", podía haberle dicho al ministro, que es como siempre anuncian en las películas, así en plural, unas denuncias que suelen quedar en nada.
Hay que reconocer que, filias y fobias políticas a un lado, al espectador neutral por lo general le resulta más sencillo empatizar con Moreno que con Puente. Y es que las formas del Ministro no son las más educadas. Siempre tiene un calificativo grueso a la mano y gasta un tono entre chulesco y faltón, como de quien llama al camarero siseando y chasqueando los dedos y luego le echa la bronca porque la cerveza está caliente y el vaso tiene una manchita. Desde los tiempos del "que no nos falte de nada" de José Luis Ábalos a Koldo, la chabacanería parece haberse empadronado en la sede del Ministerio de Transportes.
Mientras, el presidente de la Junta parece correcto hasta en los momentos de tensión y enfrentamiento. Es de esas personas que no parecen creíbles cuando quieren hacerse las enfadadas. Acusa a Puente de tener una actitud "soberbia, infantil, vanidosa y arrogante", pero como quien dice que los datos turísticos de la Semana Santa han sido muy buenos, mientras que al "cuentista" con que le respondió el Ministro le adjudicamos una entonación agresiva y cortante por más que sea por escrito. Las cosas de los prejuicios. Y de los precedentes, porque la polémica es una rutina para él, otro día más en la oficina, mientras que para el malagueño supone una circunstancia extraña entre tanta tranquila moderación.
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Y, pese a todo, ambas partes se han equivocado en este episodio, si es que todavía es posible afirmar algo así sin soliviantar demasiado a quienes viven en el blanco o negro y entienden la gama de grises como un pecado de terrible equidistancia. La Junta de Andalucía ha errado porque, por más que jugar a ponerse la medalla esté a la orden del día en la política actual, está muy feo aprovecharse de que unos inviten y otros paguen la ronda, como en otras ocasiones similares, pero a la inversa, ha reprochado al Gobierno de Pedro Sánchez. La lealtad institucional de reconocer quién aporta el presupuesto para que sea posible esa medida debe estar por encima de todo. Es una condición no solo habitual, sino indispensable, en cualquier ayuda que se reciba, estamos acostumbrados a ver carteles o advertencias sobre ello, y jamás se le ocurriría hacer lo mismo con una financiación procedente de la Unión Europea.
Y Óscar Puente ha fallado porque la reacción de retirar los fondos es no solo desproporcionada, sino también injusta, ya que no ha tomado la misma represalia contra nadie más, a pesar de que, como ha recordado el compañero Carlos Rocha en estas mismas páginas, la Diputación Foral de Guipúzcoa por ejemplo también quiso apuntarte en solitario el tanto de las bonificaciones. Las ganas de confrontar con el Gobierno popular de Juanma Moreno, como también ha hecho con el de Isabel Díaz Ayuso a cuenta de la ampliación de la Línea 3 del Metro de Madrid, pesaron más que su papel como Ministro.
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Todos se equivocan, aunque siempre hay grados en la escala del error y, también, diferentes formas de reaccionar a él. Ya decía Ramón y Cajal que "lo peor no es cometer un error, sino tratar de justificarlo". Puente ha hecho un espectáculo, muy a su estilo, de lo que debería ser una simple notificación entre administraciones, amplifica la polémica en sus redes sociales cargando contra el presidente y la consejera de Andalucía y crea más crispación en lugar de ofrecer soluciones. Moreno ha maniobrado bien al decidir hacerse cargo del importe para que los jóvenes andaluces no pierdan ese beneficio, siempre debe prevalecer la responsabilidad de gobernar, aunque una humilde y sencilla rectificación para aclarar que la financiación procede del Gobierno central hubiera zanjado la cuestión sin crear tanto ruido. Si hasta lo hizo el Gobierno de Ayuso, no debería suponer ningún problema.
Esta batalla muestra, en cualquier caso, dos feas costumbres de nuestra política. La sobreactuación, reflejada en ese "no va a pisotear la dignidad de nueve millones de andaluces" entonado por Juanma Moreno; y ese erróneo concepto de que el alto cargo es el dueño del dinero, y no su gestor, como ha querido demostrar Puente. Como si en lugar de un presupuesto que procede de nuestros impuestos fuera el abultado fajo de billetes sujetados con una gomilla que saca el arrogante nuevo rico de su bolsillo.
A Óscar Puente le ha cabreado que la Junta de Andalucía no haya recordado que las ayudas al uso del transporte público para los menores de 14 años son posibles gracias al Gobierno central y ha decidido retirar la financiación para una medida de la que se pueden beneficiar 1,2 millones de andaluces. Como el divorciado que se enfada porque su ex se ha ido de puente con su nuevo novio y deja de pagar la pensión. Ya sean hijos o ciudadanos administrados, en estos casos siempre conviene tener a mano unos rehenes con los que hacer daño. Estamos a un paso de que algún activista hiperventilado de la derecha acuse en X al Ministro de Transportes de violencia vicaria. Al tiempo.