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Trenes que hacen hielo
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Fernando Matres

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Trenes que hacen hielo

El AVE históricamente tenía el respeto por cumplir el horario de un lord inglés y ahora se ha convertido en ese amigo tardón que todos tenemos

Foto: Pasajeros en la estación de Sants mientras esperaban a ser reubicados tras el apagón (EFE/Alejandro García)
Pasajeros en la estación de Sants mientras esperaban a ser reubicados tras el apagón (EFE/Alejandro García)
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En una ocasión en la que viajaba para cubrir un partido en uno de esos chárteres que fletan los equipos de fútbol, uno de los pasajeros, un habitual de estos desplazamientos internacionales con tanto dinero como mala educación, comenzó a molestar a una auxiliar de vuelo con comentarios que pretendían ser graciosos, pero superaban la impertinencia hasta alcanzar la vergüenza ajena. Como ya llevaba dos copas, al pedir una tercera, la mujer, con buen criterio, quiso negársela alegando que se había acabado el hielo. El aficionado faltón se indignó y protestó airadamente, a lo que ella replicó que aquello era un avión y no una discoteca. "Pues más a mi favor, ¿puede volar y no puede hacer hielo?", zanjó la cuestión el hombre con una deducción tan extraña como llena de chispa.

Me acordé de esta anécdota el pasado lunes en la estación de Atocha, rodeado de cientos de personas que, al igual que yo, pretendían tener alguna información sobre cuándo iba a salir su tren, si es que con suerte iba a hacerlo. Reconozco que fue una asociación de ideas un tanto rara, pero me vino a la cabeza que Renfe presume de estar en su mejor momento y te habla con orgullo de asientos confort y billetes premium, de wifi gratis, de menús diseñados por chefs con dos estrellas Michelin. En definitiva, de "vivir experiencias", como proclama su página web, aunque se ha olvidado de lo más importante, que es salir y llegar a su hora. Como si el avión fabricara el mejor hielo del mundo, pero se hubiera olvidado de volar.

El sistema ferroviario español hoy en día es como el teléfono móvil de los miembros de la Generación Z, enganchados a la tecnología. Dispositivos ultradelgados, con pantallas gigantes táctiles sin botones, cámaras con infinitos megapíxeles que ofrecen la mejor resolución, tecnologías que permiten grabar vídeos en 8K, conectividad 5G e inteligencia artificial incorporada… para luego no llamar porque lo consideran invasivo. Tan bonito como inútil para su fin primigenio.

Que esa es otra. Creo que Renfe tiene más información de mí que la Agencia Tributaria: nombre completo, DNI, dirección, número de móvil, correo electrónico, nombre de usuario para la aplicación, número de Más Renfe, contraseña… creo que les falta el número de pie y poco más. Para que, al final, la única información fiable que recibí del retraso fue la de un amabilísimo, pero agobiado, trabajador que trataba de hacerse entender con un megáfono en plena estación. Ni un mail, ni un triste SMS -que ya se están perdiendo-.

Foto: El ministro de Transporte y Movilidad Sostenible, Óscar Puente. (Europa Press) Opinión
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Entre la vorágine de aspirantes a pasajeros y maletas coincidí con alguien desesperado que buscaba respuestas y una solución, no necesariamente por ese orden. El lunes anterior había sido uno de los atrapados en el AVE como consecuencia del apagón. Ahora su tren tampoco salía por un presunto robo de cable. Por si no hubiera ya suficientes motivos para odiar ese día que representa el regreso a la rutina, se le van acumulando algunos más. Debió pensar como aquel tipo del chiste que se murió un lunes y pensó "pues sí que empezamos bien la semana".

Porque, molestias al margen, el sentimiento común que presidía entre los afectados era el de indignación por la ausencia de claridad. Un apagón generalizado es una causa de fuerza mayor. Un robo de cable es una situación ajena. Pueden y deben entenderse. Pero cuando se informa tarde, y además se hace en forma de excusas y no de explicaciones, toda la comprensión que uno está dispuesto a tener se va diluyendo. Todavía no sabemos qué pasó para que se fuera la luz en toda España, pero Pedro Sánchez sí se ha encargado de señalar directamente a "operadores privados". Igualmente, Óscar Puente ha achacado el problema a un "sabotaje" sin ofrecer pruebas, desembarazándose de la responsabilidad con la misma ligereza que el presidente. El ministro de Transportes es un buen aficionado al golf y, por lo tanto, debería aplicarse una frase que se usa habitualmente en los campos. Esa que indica que "es el indio y no la flecha". Es decir, que la culpa no es de la hierba, ni de los palos, ni del viento, sino de quien da el golpe.

Foto: El presidente de Andalucía, Juanma Moreno. (Europa Press/Rocío Ruz) Opinión
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El AVE históricamente tenía el respeto por cumplir el horario de un lord inglés y ahora se ha convertido en ese amigo tardón que todos tenemos, el que te dice que está de camino cuando se está metiendo en la ducha. Y tampoco se trata de que exijamos la pulcritud de Michael Bates, el secretario de Desarrollo Internacional del Reino Unido que dimitió por llegar dos minutos tarde a una comparecencia en el Parlamento, pero al menos que no nos tomen por tontos.

Es un hilo demasiado jugoso para que la oposición no tire de él en busca del ovillo del desgaste. Lo dijo, "muy preocupado y muy enfadado", Juanma Moreno desde esa Feria de Sevilla que era el destino de muchos de los que sufrieron retrasos: "Desde que está Pedro Sánchez, España ha dejado de funcionar". Y la frase sonó a lema, pedía a gritos un cartel que la imprimiera. Como el reverso de ese "España va bien" que acuñara Miguel Ángel Rodríguez en boca de José María Aznar.

En una ocasión en la que viajaba para cubrir un partido en uno de esos chárteres que fletan los equipos de fútbol, uno de los pasajeros, un habitual de estos desplazamientos internacionales con tanto dinero como mala educación, comenzó a molestar a una auxiliar de vuelo con comentarios que pretendían ser graciosos, pero superaban la impertinencia hasta alcanzar la vergüenza ajena. Como ya llevaba dos copas, al pedir una tercera, la mujer, con buen criterio, quiso negársela alegando que se había acabado el hielo. El aficionado faltón se indignó y protestó airadamente, a lo que ella replicó que aquello era un avión y no una discoteca. "Pues más a mi favor, ¿puede volar y no puede hacer hielo?", zanjó la cuestión el hombre con una deducción tan extraña como llena de chispa.

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