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María José Caldero

Los lirios de Astarté

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Las olvidadas

Es preciso abandonar el inmovilismo y los rígidos esquemas de una disciplina como la Historia del Arte, anclada aún en los parámetros de una época que quedó muy atrás

Foto: Autorretrato de Aurelia Navarro.
Autorretrato de Aurelia Navarro.

“No pinta como una mujer, pinta como dos hombres”, sentencia Bonnat ante la obra de Alejandrina Gessler.

Ella había nacido en 1831 en Cádiz, hija del cónsul de Rusia en la capital gaditana y de Aurora Shaw, malagueña descendiente de escoceses e irlandeses. Alejandrina, Madame Anselma en los círculos artísticos, había decidido dedicarse a la pintura en un siglo, el XIX, de marcado carácter machista, en el que el ámbito de desarrollo de la mujer debía reducirse a lo doméstico. Una buena esposa y una buena madre.

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La obra de Alejandrina fue aplaudida por la crítica, aunque siempre bajo un sesgo paternalista. Era reclamada por coleccionistas privados y públicos, especialmente en París, donde desarrolló gran parte de su carrera artística. Extraordinaria copista (podía realizar copias solo de memoria) su obra se caracteriza por una pincelada ágil y la riqueza cromática de su paleta. El Museo de Cádiz guarda su 'Adoración de la Cruz en Jueves Santo' (1869) que le valdría la 1ª medalla en la Exposición Provincial de Bellas Artes de Cádiz.

placeholder Elisabeth Vigée Lebrun, retratista de Maria Antonieta.
Elisabeth Vigée Lebrun, retratista de Maria Antonieta.

Podríamos preguntarnos, ¿no ha habido mujeres artistas reconocidas en su época al mismo nivel que sus compañeros? La respuesta a esta pregunta es un sí rotundo y objetivo. Paradójicamente, debemos irnos algunas centurias atrás en el tiempo y aparecerán ante nuestros ojos nombres como Sofonisba Anguisola ('Partida de ajedrez'), talento elogiado por Vasari, que llegó a retratar al monarca más poderoso de la época, Felipe II; Artemisia Gentileschi ('Susana y los viejos', 'Judith decapitando a Holofernes'), una de las grandes pintoras del Barroco italiano; o Elisabeth Vigée Lebrun, la retratista de María Antonieta, la más cotizada de su época.

¿por qué no aparecen sus nombres en los libros de Historia del Arte y sus obras apenas se exhiben en los museos?

Si volvemos los ojos a Andalucía, Luisa Roldán aparece con letras de oro en el parnaso de artistas que triunfaron en su época. Técnica sobresaliente, sensibilidad exquisita, mujer emprendedora e independiente. Trabajó en lo que quiso y se casó con quien quiso. Llegó a ser escultora de la corte de dos reyes: Carlos II y Felipe V. El talento por encima del género. Hoy sus obras se cotizan en varias decenas de miles de euros y dólares.

Juana Pacheco, Josefa de Óbidos ('Cordero Pascual'), Luisa de Morales, Victoria Martín de Campo ('Psiquis y Cupido'), etc. Hijas, madres, hermanas, esposas. Mujeres y artistas. Pero si las hubo, cabe preguntarse ahora ¿por qué no aparecen sus nombres en los libros de Historia del Arte y sus obras apenas se exhiben en los museos?

Para responder a esta pregunta debemos volver al siglo XIX. Será en esta centuria cuando se escriban los grandes manuales de Historia del Arte y se diseñen los grandes museos. Eso sí, desde la perspectiva marcadamente patriarcal de esta época. Unos esquemas que se han ido repitiendo en el tiempo hasta pleno siglo XXI, en el que los libros de Historia del Arte que estudian nuestros hijos e hijas siguen obviando a las mujeres artistas y si las nombran, es de forma muy testimonial. De un modo u otro, la mujer siempre ha tenido que hacer frente a los condicionantes impuestos por la sociedad.

Foto: 'Autorretrato en Bugatti verde', Tamara de Lempicka (1925)

Leer, escribir, bordar, coser y, muy ocasionalmente, algo de Música y Dibujo, con un poquito de Francés. Un refinamiento pretencioso y superficial solo apto para la mujer de clase acomodada, obvio. Ésta podía asistir a las Academias (solo a partir de finales de siglo) o pagar a profesores particulares. Las afortunadas que accedían a las Academias tenían vetada la asistencia a las clases de Anatomía Pictórica por considerarse una asignatura indecorosa e impropia para señoritas… De nuevo la tutela paternalista.

Esta circunstancia, más allá de lo anecdótico que pueda parecer, suponía un déficit importante en la formación artística de las alumnas y repercutía, inevitablemente, en sus trabajos. Este veto también explicaría el hecho de que muchas artistas redujeran su obra al género del bodegón. A pesar de tales impedimentos, hubo un importante número de pintoras en este diecinueve, aunque no todas vieron reconocida su labor.

María Luisa, maestra en retratar la realidad en épocas de crisis, contribuyó a visibilizar a las mujeres creadoras

Al nombre de Alejandrina Gessler con la que comencé el artículo, quiero sumar el de María Luisa Puiggener como referente artístico de esta difícil época. Nacida en Jerez de la Frontera y con una importante trayectoria profesional, tuvo un notable protagonismo en el panorama artístico andaluz entre finales del XIX y principios del siglo XX. María Luisa, maestra en retratar la realidad social de una época de crisis y pobreza ('Una joya', 'Madre e hija'), contribuyó a visibilizar a las mujeres creadoras con la presencia de su obra en exposiciones nacionales e internacionales, por delante de compañeros de reconocido prestigio, y con la obtención de galardones y reconocimientos.

Siglo XX

El nuevo siglo XX significó la apertura, muy gradual, de nuevos horizontes para aquellas mujeres que decidían ejercer una carrera artística. Georgia O’Keeffe, Sonia Delaunay, Tamara de Lempicka, Maruja Mallo, Remedios Varo, Leonora Carrington y un largo etcétera son figuras principales del panorama artístico nacional e internacional de la nueva centuria. Éstas habían recogido el testigo de artistas como Berthe Morisot, Mary Cassat o Eva Gonzàles que abrieron nuevos caminos a finales del XIX a golpe de talento.

placeholder Obra dela pintora surrealista Maruja Mallo. (EFE/Víctor Lerena)
Obra dela pintora surrealista Maruja Mallo. (EFE/Víctor Lerena)

En Andalucía, los nombres de Carmen Laffón, Teresa Duclós o Aurelia Navarro son sinónimo de grandes artistas que recogieron el relevo de sus antecesoras. Un relevo que debe quedar en manos de una nueva generación de artistas (María Teresa Martín Vivaldi, Irene González, Cristina de Miguel, Ángeles Agrela) que visibilicen con sus obras a la mujer en los círculos artísticos de este siglo XXI.

Es preciso abandonar el inmovilismo y los rígidos esquemas de una disciplina como la Historia del Arte, anclada aún en los parámetros de una época que quedó muy atrás. Hagámoslo por Luisa, Sofonisba, María Luisa, Artemisa, Alejandrina, Carmen, Aurelia. Por las que fueron, son y serán. Hijas, madres, hermanas, esposas. Mujeres y artistas.

Referencias bibliográficas:

'Historia del Arte con nombre de mujer', de Manuel Jesús Roldán, Editorial El Paseo (2020).

'Pintoras en Sevilla en el siglo XIX', de Magdalena Illán Martín, Diputación Provincial de Sevilla (2021).

“No pinta como una mujer, pinta como dos hombres”, sentencia Bonnat ante la obra de Alejandrina Gessler.

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