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Karmele Marchante o la independencia en Castelldefels
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Juan Soto Ivars

Un murciano en la corte del rey Artur

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Karmele Marchante o la independencia en Castelldefels

Karmele ha ido a hacerse selfis con la gente de Castefa. Es todo lo que se les ocurre a los de la ANC para engatusar a los nativos de barrios españolistas. Pan y circo para eternos ciudadanos de segunda

Foto: Belén Esteban con Karmele Marchante
Belén Esteban con Karmele Marchante

Hay días que me apetece sacar la cabeza por la ventana y cantar la Traviata con acento de Murcia para que la oiga Barcelona toda. ¿Sabes qué es lo único que me cabrea de los independentistas? No que quieran romper mi país, porque tienen perfecto derecho a anhelar un país propio; tampoco que sean cicateros con la pasta, porque han aportado mucho al desarrollo de otras regiones de España; tampoco que se nieguen a vehicular el español en las escuelas, porque Cataluña es bilingüe y el catalán es la lengua más necesitada de protección institucional. Todas estas cosas son conflictivas, lo entiendo, pero no dejan de mostrar preferencias y prioridades.

Lo que a mí me jode es que me insulten, y el insulto más resplandeciente es la promoción de Karmele Marchante en los actos de la ANC previos al 27S.

-Pero vamos a ver, murciano, ¿qué más te da a ti que promocionen a Karmele? ¿Es que consideras que te la han arrebatado? ¿Tanto te gusta?

No, qué leches me va a gustar Karmele. Lo que pasa que muchos indepes piensan que los españoles están por debajo de ellos en la escala evolutiva. Tienen una imagen del españolito igual que la que dan en el APM, ese programa de TV3 que tira de cortes en la telebasura para componer una caricatura troglodita de els de Madrit. Yo veo el APM y me descojono vivo, pero aquí pasa como con las caricaturas de judíos en los 20: es muy importante que el espectador sepa diferenciar entre caricatura y retrato realista, y muchos trabucaires se muestran incapaces. ¿Pruebas? Verás levantarse las cejas de un votante de Junts pel sí si le dices que eres de Murcia.

Muchos 'indepes' piensan que los españoles están por debajo de ellos en la escala evolutiva. Tienen una imagen del españolito igual que la que dan en el APM

Un independentista se considera mucho más avanzado mentalmente que un unionista, con independencia de que el unionista sea andaluz o catalán. Pude comprobarlo en las reacciones a las entrevistas con los empresarios Bou y Pont: si los españolistas tildaban a Pont de ingenuo en el mejor de los casos y de fanático golpista en el peor, los indepes tuiteros fueron unánimes en poner a Bou de cateto y medio. Y esta caracterización es constante. Recuerde el lector aquel retrato del españolista que nos regaló Empar Moliner.

Esta actitud es la que muestran también los barceloneses pijos con la gente que habita los municipios del cinturón obrero que rodea a la ciudad. De estas cosas ha escrito mucho y muy bueno Javier Pérez Andújar, uno de los grandes escritores catalanes, residente de toda la vida de Sant Adrià del Besós: cuenta que cuando iba de joven a Barcelona podía notar el elitismo abriendo círculos vacíos a su alrededor.

Pero aunque el sector clasista de los indepes lleva años acusando a España de plató de Telecinco atestado de garrulos, ahora necesita convencer a los garrulos que tiene dentro de casa, concretamente a los del cinturón obrero donde habita Javier, un territorio tradicionalmente socialista y hasta pepero que se ha convertido en una amenaza gravísima para el voto separatista que necesitan movilizar.

Una gente que ha pisado muy poco Andalucía e identifica esas tierras con comer arroz a la cubana y pasarse las horas delante del Sálvame quiere pescar todos los votos posibles entre seres andaluzamente mentales que habitan pueblos como Castelldefels. Han salido iniciativas respetuosas como Súmate, que promueve un independentismo hispanohablante, pero el sector clasista piensa que para sumar a esas gentes se requiere una zanahoria más apetitosa. Y aquí es donde entra Karmele.

La presentadora dejó Tómbola en 2012 por falta de anunciantes y desde entonces ha arrastrado sus mamas exhaustas por algunos concursos carniceros de Telecinco, de mal en peor, hasta encontrar su lugar en la ANC. Ante el nacimiento de un estado, siempre hay que preguntarse qué tajada quieren sacar sus patrióticos defensores, y supongo que Karmele aspira a convertirse en la reina de la telebasura cuando haya que empujar a Telecinco hacia las fronteras.

La han colocado en la primera fila, junto a Lluis Llach y otros catalanes cultos, porque están desesperados por convencer a una periferia barcelonesa que consideran poblada por indigentes mentales. Así, hemos podido ver a la monja Caram abochornándose en una conversación con Karmele Marchante, que tilda a los españoles de franquistas empleando modales de plató berlusconiano.

La vergüenza visible en los rasgos de Sor Lucía ante Karmele es sintomática de lo que piensan muchos independentistas. Para ellos, aguantar los graznidos de esa presentadora es una molestia necesaria para convencer a una población que no se han molestado en comprender o cuidar durante décadas.

Karmele ha ido a hacerse selfis con la gente de Casteldefells. Es todo lo que se les ocurre a los de la ANC para engatusar a los nativos de barrios españolistas. Pan y circo para eternos ciudadanos de segunda, y pobre zanahoria (o zanaNoria), si piensa que está llamada a liderar.

Hay días que me apetece sacar la cabeza por la ventana y cantar la Traviata con acento de Murcia para que la oiga Barcelona toda. ¿Sabes qué es lo único que me cabrea de los independentistas? No que quieran romper mi país, porque tienen perfecto derecho a anhelar un país propio; tampoco que sean cicateros con la pasta, porque han aportado mucho al desarrollo de otras regiones de España; tampoco que se nieguen a vehicular el español en las escuelas, porque Cataluña es bilingüe y el catalán es la lengua más necesitada de protección institucional. Todas estas cosas son conflictivas, lo entiendo, pero no dejan de mostrar preferencias y prioridades.

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