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El PSOE ha muerto. ¡Viva el Partido Sanchista Obrero Español!
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Nacho Cardero

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El PSOE ha muerto. ¡Viva el Partido Sanchista Obrero Español!

Que Sánchez abandere esta corriente homónima no significa obligatoriamente que vaya a ser candidato. Algunos de los 'noes' de la bancada socialista en el Congreso censuran su comportamiento

Foto: Pedro Sánchez conversa con el periodista Jordi Évole en el programa 'Salvados'. (La Sexta)
Pedro Sánchez conversa con el periodista Jordi Évole en el programa 'Salvados'. (La Sexta)

El partido socialista tiene un nuevo mesías. A tenor de sus palabras ayer en ‘Salvados’, Pedro Sánchez se erige como el Pablo Iglesias del siglo XXI, un político que se ha tenido que caer del caballo (Alierta, los bancos y el grupo Prisa le apearon del jamelgo, vino a confesar a Jordi Évole) para tener la visión de lo que debe ser la izquierda en este país, un partido socialista que “trabaje codo con codo” con Podemos y converse sin tabúes con los independentistas. El PSOE ha muerto. Viva el nuevo Partido Sanchista Obrero Español.

A última hora del 29 de octubre de 2016, el día más negro del PSOE, la imagen del Congreso dejaba un reguero de víctimas socialistas mutiladas ideológicamente, “rostros de abatimiento, de devastación, ojos vidriosos, miradas huidizas, ganas de huir del hemiciclo y del patio del Congreso”, relataba Juanma Romero desde la Cámara Baja. Quizá por la proximidad del Día de Difuntos, el portavoz de ERC en el Congreso, Gabriel Rufián, aventuraba que los fundadores del PSOE se estarían revolviendo en sus tumbas, “nunca más vuelvan a decirse socialistas, nunca más vuelvan a decir obreros, traidores es el único nombre que merecen”.

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Pero más que las declaraciones de pillos y rufianes, lo que de verdad podría remover el espíritu de los padres fundadores fue la entrevista de ayer de Évole a Pedro Sánchez, una ristra de comentarios que por su tono poco conciliador y por venir de quien venían, un exsecretario general, dolían más que las de ERC. Sobre todo en lo referente al tema catalán, cuando reconoció que estuvo negociando el derecho a decidir y que España es una nación de naciones, tirando de esta forma la Declaración de Granada directamente a la basura.

En un alarde de temeridad, Sánchez puso sus mentiras negro sobre blanco, admitiendo que había seguido una estrategia a espaldas de partido y conversado con Podemos, que ya no es un partido populista sino una formación “de la que el PSOE tiene mucho que aprender”. Igual que hiciera en su comparecencia del sábado, deslegitimó a la gestora socialista salida del ‘golpe de los coroneles’ del 1 de octubre, la conminó a convocar un congreso urgentemente para dar voz a la militancia y anunció con tono provocador la futura refundación del PSOE.

Fue más allá de lo que jamás se hubiera atrevido Felipe González, acaso el principal referente (y casi el único) que le queda a la mitomanía socialista. Ayer, Sánchez hizo ademán de derrumbar la estatua erigida en honor del expresidente del gobierno con la soga de la militancia (“Felipe González ya no es Dios. Muchos militantes socialistas no nos vemos reflejados en él”) y rubricó la creación de un movimiento propio dentro del PSOE (“Tengo ganas, voluntad y fuerza para volver a ser secretario general […]. Lo de presentarme a candidato en primarias tendré que consultarlo con las bases”).

Al igual que el guerrismo convivió durante años con la dirección efectiva del partido, exhibiéndose como una corriente interna clave para la evolución del PSOE tras la instauración de la democracia, ayer quedó oficialmente inaugurado el sanchismo. Empezó con la renuncia del acta, luego con la escenificación de división del grupo parlamentario socialista y los quince ‘noes’ que se saltaron la disciplina de voto, y finalmente con la entrevista en LaSexta.

Hay muchos socialistas, dentro y fuera del Congreso, que van a trabajar duro para que Susana Díaz no sea la próxima secretaria general del PSOE

Que Sánchez abandere esta corriente homónima, no significa obligatoriamente que vaya a ser candidato. De hecho, algunos de los ‘noes’ de la bancada socialista que se escucharon el sábado en el Congreso y mostraron su adhesión al antiguo jefe, censuran su comportamiento al considerar “inoportunas” tanto su intervención previa a la investidura como la entrevista televisiva, y se decantan ‘sotto voce’ por un nombre que no esté marcado por la guerra fratricida.

Este nombre no necesariamente tiene que ser el de Patxi López, aunque es el que más suena por su pericia para tender puentes. Algunos lo sitúan en esa tercera vía componedora de la que hablaba Gonzalo López Alba en este diario. No obstante, hay otros que están, pero todavía no se dejan ver.

Igual que resulta probable que Pedro no sea finalmente el candidato del sanchismo, es también igual de probable que Susana Díaz no lo sea de la corriente oficialista. La presidenta andaluza tiene la firme convicción, y la fuerza, para convertirse en la próxima secretaria general del partido. Ahora bien, hay muchos socialistas -cada vez más según lo visto estos días- que van a trabajar duro dentro y fuera del Congreso para que fracase en su intento. Pedro Sánchez es el que más a fondo se va a emplear en este cometido.

El exsecretario general puso a Díaz en el centro de la diana y la acusó explícitamente de ser la causante de su caída en desgracia. También señaló a Javier Fernández, presidente de la gestora, quien el sábado, desde el alcor de invitados del Congreso de los Diputados, codo con codo con Núñez Feijóo, contemplaba cual general que acude a una batalla perdida de antemano cómo el partido era asaeteado hasta la humillación por propios y extraños.

De Fernández dijo que la abstención en bloque puso a los diputados socialistas en un dilema, “que era innecesario por parte de la gestora” porque en verdad esa medida iba directamente contra él, que “lo único que pretendía era ponerme en una situación insostenible” y obligarme a salir del Congreso, como así sucedió. “Deben reflexionar y convocar un congreso en cuatro o cinco meses”, les instó como si todavía mandara en Ferraz. Mientras tanto, mientras unos y otros discuten si son galgos o podencos, el PSOE sigue fracturándose en múltiples pedazos como figuritas de barro. Y Rajoy contemplando el espectáculo desde Moncloa.

El partido socialista tiene un nuevo mesías. A tenor de sus palabras ayer en ‘Salvados’, Pedro Sánchez se erige como el Pablo Iglesias del siglo XXI, un político que se ha tenido que caer del caballo (Alierta, los bancos y el grupo Prisa le apearon del jamelgo, vino a confesar a Jordi Évole) para tener la visión de lo que debe ser la izquierda en este país, un partido socialista que “trabaje codo con codo” con Podemos y converse sin tabúes con los independentistas. El PSOE ha muerto. Viva el nuevo Partido Sanchista Obrero Español.

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