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Nacho Cardero

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'No pot ser' (No puede ser)

No puede ser que, después de ese alud de sentimientos por las calles de Barcelona, el Parlament vaya a tramitar en los próximos días la Ley del Referéndum como si aquí nada hubiera ocurrido

Foto: 'Esteladas' en la manifestación contra los atentados yihadistas en Cataluña. (EFE)
'Esteladas' en la manifestación contra los atentados yihadistas en Cataluña. (EFE)

'No pot ser'. No puede ser que, después de los luctuosos acontecimientos de la semana pasada, que conmovieron como pocas veces al país, se viviera ayer lo que se vivió: una manifestación deslucida, fría, corta, dominada por la escenografía independentista, con menos participación de la esperada y asistentes divididos. Se convocó contra la barbarie yihadista pero se pervirtió de tal forma que, al final, resultaba complicado discernir el motivo de la misma. Apenas se mencionó la palabra “terrorismo” o se recordó a las víctimas. Ni siquiera las nombraron.

A las pocas horas de los atentados, Joan Tapia alertaba de las nefastas consecuencias que sería convertir el 17-A en otro 11-M en un contexto como el actual. “Es preciso que sea menos traumático, para las víctimas y para la vida política, que el de Atocha de 2004. Carles Puigdemont y Mariano Rajoy tienen esa responsabilidad”. Su gozo en un pozo. Ni Cataluña se salva de esa tradición tan española de buscar la confrontación y las conspiraciones.

Con los atentados todavía nítidos en la retina de los ciudadanos, algunos partidos y organizaciones han alentado los pitidos y las esteladas


No puede ser tampoco que después de la manifestación de este sábado, del ‘No tinc por’ y de ese alud de sentimientos encontrados esparcido por las calles de Barcelona, la mesa del Parlament vaya a tramitar en los próximos días la Ley del Referéndum como si aquí nada hubiera ocurrido, una ley que no busca sino separar a aquellos que tantas muestras de solidaridad y cariño han compartido de forma espontánea desde el fatídico 17-A.

No puede ser que estas mismas personas que se desplazaron hacia la Ciudad Condal volcándose con las víctimas y la totalidad de la ciudadanía barcelonesa, con Felipe VI a la cabeza, recibieran pitidos de continuo como si de una final de la Copa del Rey se tratara cuando la matanza todavía pervive nítida en la retina de los ciudadanos, y no puede ser que determinados partidos y organizaciones hayan alentado los pataleos, las esteladas y los carteles a la Corona sobre negocios y armas. Si algo ha quedado patente es que Las Ramblas han dolido por igual en toda España.

Algunos entornos, especialmente la CUP, protagonista inequívoco de la manifestación, han pervertido el espíritu de unión y solidaridad, gentes antisistema que quieren convertir el reino de España en el de Celama, esto es, hacerlo trizas, convertirlo en un erial. Este grupúsculo, apenas concentrado en una parte de la manifestación, logró imponer sus consignas y pancartas. No son muchos pero parece que gobernaran Cataluña.

placeholder Manifestación por los atentados de Barcelona y Cambrils. (Reuters)
Manifestación por los atentados de Barcelona y Cambrils. (Reuters)

Tampoco puede ser que después de la intensidad y la intimidad de los momentos vividos y de las muchas llamadas cruzadas, Puigdemont calentara impúdicamente el ambiente en vísperas de la manifestación y se despachara contra Rajoy en unas declaraciones al rotativo británico 'Financial Times', sobre todo después de la decisión del Gobierno Central de situarse en un segundo plano y dejar capitalizar el protagonismo a la Generalitat, poniendo sobre blanco el alto grado de autogobierno que ya ostenta Cataluña.

No puede ser que se mercadee con la seguridad de los ciudadanos y se busque enfrentar a las distintas Policías, destacando sus errores, que los ha habido y no son menores, por motivos políticos cuando la coordinación es óptima (“los Mossos siempre han mantenido una buena relación con los servicios de información de la Policía Nacional y de la Guardia Civil”, inciden los mandos de la lucha contra el terror), y no puede ser que se produzcan estas salidas de pata de banco con comunicados desafortunados en el tono y en el tiempo, ni la falta de generosidad del Parlament a la hora de las medallas y los reconocimientos.

La sensación que tenemos con la polémica en torno a la gestión de la crisis es que, los independentistas hemos sacado rédito

Y ahora otra vez, como si nada, el 1 de octubre. “No sé cómo van a dar el salto para introducir de nuevo la hoja del ‘procés’. Es cierto que en política los tiempos van muy rápidos, pero los ciudadanos se encuentran profundamente consternados, muchos de ellos todavía en estado ‘shock’”, advierten de una parte. “La sensación que tenemos con la polémica en torno a la gestión de la crisis es que, hoy por hoy, los independentistas nos hemos afianzado y sacado rédito de cara a la consulta. Hay que aprovecharlo”, señalan de la otra.

En apenas quince días, sin tiempo para recuperar el resuello, nos olvidaremos de la concentración por las víctimas de las Ramblas y nos trasladaremos a la celebración de la Diada, con las calles blasonadas y 'esteladas' por doquier, para unas semanas después celebrar la consulta secesionista. Es, como decía aquí Marcos Lamelas, el final del luto: “Los atentados han sido un paréntesis. Todo sigue igual. Referéndum unilateral el 1-O, sin límite de participación, previsible victoria del sí y declaración de independencia de manera inmediata”.

No por esperado resulta menos decepcionante. Lo escribía Luis Mateo Díez en su trilogía sobre Celama: “Todos los cuerdos se van a matar entre ellos. Los locos nos quedamos más solos que la una en el mundo. Padres e hijos, hermanos contra hermanos, amigos y cuñados. Esta tierra se acaba. Celama no se salva. Y esto no va a suceder hoy, ni mañana, pero puede que pasado…”.

'No pot ser'. No puede ser que, después de los luctuosos acontecimientos de la semana pasada, que conmovieron como pocas veces al país, se viviera ayer lo que se vivió: una manifestación deslucida, fría, corta, dominada por la escenografía independentista, con menos participación de la esperada y asistentes divididos. Se convocó contra la barbarie yihadista pero se pervirtió de tal forma que, al final, resultaba complicado discernir el motivo de la misma. Apenas se mencionó la palabra “terrorismo” o se recordó a las víctimas. Ni siquiera las nombraron.

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