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La batalla por Barcelona, capital de la república
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Nacho Cardero

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La batalla por Barcelona, capital de la república

Acaba de dar comienzo la que será la madre de todas las batallas en Cataluña. La pugna por Barcelona, la capital de la república para unos, el bastión que sustenta Tabarnia para otros

Foto: Montaje en el que aparecen Manuel Valls, Joan Graupera y Ada Colau.
Montaje en el que aparecen Manuel Valls, Joan Graupera y Ada Colau.

Cuatro años pueden ser, pero ocho imposible. Barcelona no aguanta ocho años con Ada Colau. El comentario está bastante extendido entre formaciones políticas, empresarios y sociedad civil de diversos ámbitos y colores. Lo resumía un importante ejecutivo catalán que ha participado del éxodo a Madrid: “El deterioro de la ciudad es más que perceptible. No ha hecho nada y su gestión ha sido puramente ideológica. Da igual si el próximo alcalde es constitucionalista o lleva un lazo amarillo en la solapa. De verdad que da igual. Lo que no puede es seguir Ada Colau al frente”.

Mientras en las filas ‘puigdemontistas’ siguen especulando sobre investiduras telemáticas, presidentes en el exilio y nuevas elecciones, se ha abierto un nuevo frente que resulta más interesante (y cualitativamente más relevante) que el del Gobierno de la Generalitat. Acaba de dar comienzo la que será la madre de todas las batallas, a caballo entre Waterloo y ‘los bastardos’ de 'Juego de tronos'. Se trata de la batalla por Barcelona, la capital de la república para unos, el bastión que sustenta Tabarnia para otros.

Barcelona es la segunda ciudad más poblada de España y la undécima de la Unión Europea, foco de atracción turística y enclave estratégico para la actividad económica y comercial. Atributos que Ada Colau ha obviado durante su mandato, ocultándose tras un discurso ambiguo, cuando se trataba de posicionarse en torno a la cuestión independentista, y populista, como se vio recientemente en sus declaraciones sobre el almirante Cervera.

placeholder Datos de votantes en Barcelona.
Datos de votantes en Barcelona.

Su gestión municipal ha resultado inexistente y su afán remunicipalizador ha hecho agua, como se ha comprobado con el fracaso de su ‘multiconsulta’.

El apoyo popular a los comunes no ha dejado de caer en Barcelona ciudad, pasando de los 176.594 votos (25,1% del total) en las municipales de 2015 a los 85.239 (9,3%) obtenidos en las autonómicas de 2017. En algunos distritos clave, donde en teoría tenía su bolsa de votos, se ha desplomado por los devaneos independendistas. Además, el número de asociaciones de vecinos por distritos de Barcelona que han mostrado su disconformidad con las políticas de la alcaldesa ha pasado de siete a cerca de 80. Los sondeos para los comicios del próximo año tampoco resultan halagüeños.

El mandato de Colau se ha limitado a conformar una guardia de corps con piezas clave del activismo de Barcelona para blindarse de las críticas

Su mandato se ha limitado a conformar una guardia de corps con piezas clave del activismo de Barcelona para blindarse de las críticas. Se trajo para la causa a Silvia González, de la Plataforma de Afectados por la Hipoteca (PAH), a Mercedes Vidal, Marc Andreu y Jordi Bonet, de la Federació d’Associacions de Veïns i Veïnes de Barcelona (FAVB), y a Águeda Bañón, que trabajó previamente en el Observatori DESC, entre otros muchos.

Colau pensó que tenerlos cerca en el Gobierno municipal le aseguraba la ‘pax romana’ con unas organizaciones que podrían denunciar la ineficacia de sus políticas sociales y, de paso, mantener una base social activista. Nada de eso se ha producido. Al contrario. Colau se encuentra en una posición de debilidad como nunca antes y sus oponentes políticos quieren aprovechar la circunstancia para conquistar la Ciudad Condal.

Conscientes de ello, los independentistas más afines a Puigdemont están tratando de conformar una lista conjunta para el asalto al consistorio. Entre los nombres barajados se encuentra el del filósofo Jordi Graupera, un personaje de lo más atractivo, según reconocen incluso hasta quienes se encuentran en las antípodas ideológicas. Sea o no sea Graupera, vayan o no en una lista transversal, los independentistas tienen banquillo de sobra y encontrarán el candidato idóneo sorteando su particular pandemónium.

Los independentistas tienen banquillo de sobra y encontrarán el candidato idóneo sorteando su particular pandemónium interno

Eran los constitucionalistas quienes se encontraban huérfanos de figuras de relumbrón para disputar tan desigual batalla. Al menos, hasta que Albert Rivera se ha sacado de la chistera al ex primer ministro francés Manuel Valls, una jugada tan brillante como heterodoxa para pujar por una plaza clave que en manos secesionistas supondría un serio golpe para el Estado español.

El interés de Valls no es nuevo y pone negro sobre blanco lo que la alcaldesa de París, Anne Hidalgo, nacida en San Fernando, ya adelantó a un reducido grupo de empresarios en una visita a Cádiz en diciembre del año pasado: que la relación de su antiguo compañero de partido con Rivera era muy estrecha y que más pronto que tarde daría un paso al frente. El hecho de que la alcaldesa parisina sea una enamorada de España, que un exmandatario francés esté sopesando la posibilidad de ir de cabeza de cartel por Barcelona y que el actual presidente galo, Emmanuel Macron, sea un europeísta convencido no es baladí ni mucho menos casual.

placeholder La alcaldesa de París, Anne Hidalgo. (EFE)
La alcaldesa de París, Anne Hidalgo. (EFE)

Además del golpe de efecto que supondría la candidatura de Valls para hacer de contrapeso al bloque independentista, el movimiento propiciado por Rivera vaticina la irrupción de candidaturas transnacionales europeas a las que, como señalaba Carlos Sánchez en este mismo diario, hay que perder el miedo: "Listas nacionales a candidatos de otros países, porque así se conforma la nacionalidad europea, que en el fondo es lo más determinante para salvar a la UE de tanto populismo, y que en España tiene forma de conflicto territorial, como bien saben los independentistas”.

En el Europarlamento, Ciudadanos forma parte del Grupo Liberal (ALDE) que preside Guy Verhofstadt, un conjunto un tanto ecléctico en el que también se encuentran los independentistas catalanes del PDeCAT, con Ramon Tremosa a la cabeza. La República en Marcha (LREM) de Macron no ha decidido aún si integrarse en ALDE, la familia política del Parlamento más afín al ‘macronismo’, o si iniciar un proyecto nuevo desbrozado de nacionalismos y con compañeros de viaje más afines, y sobre todo más europeístas, como es el caso de Ciudadanos. Nuevos partidos y personas para nuevos tiempos.

Cuatro años pueden ser, pero ocho imposible. Barcelona no aguanta ocho años con Ada Colau. El comentario está bastante extendido entre formaciones políticas, empresarios y sociedad civil de diversos ámbitos y colores. Lo resumía un importante ejecutivo catalán que ha participado del éxodo a Madrid: “El deterioro de la ciudad es más que perceptible. No ha hecho nada y su gestión ha sido puramente ideológica. Da igual si el próximo alcalde es constitucionalista o lleva un lazo amarillo en la solapa. De verdad que da igual. Lo que no puede es seguir Ada Colau al frente”.

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