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Duran Lleida, Enric Millo y los otros derrotados del 1-O
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Nacho Cardero

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Duran Lleida, Enric Millo y los otros derrotados del 1-O

Personas a las que el destino jugó una mala pasada y vieron truncada su carrera profesional y su vida personal. Se quedaron sin reconocimiento, sin trabajo y sin honra. Y no, no son los presos

Foto: Enric Millo (6d), Quim Torra (4d), el presidente del Grupo Zeta, Antonio Asensio (3d), el presidente del Parlament de Catalunya, Roger Torrent (2d), y Ada Colau. (EFE)
Enric Millo (6d), Quim Torra (4d), el presidente del Grupo Zeta, Antonio Asensio (3d), el presidente del Parlament de Catalunya, Roger Torrent (2d), y Ada Colau. (EFE)

Las historias más interesantes de contar son siempre las de los perdedores y el 1 de octubre está plagado de ellos. Personas a las que el destino jugó una mala pasada, de rostro oculto, voz quebrada, como algunas de las que desfilaron la semana pasada por el convento de las Salesas, que han visto truncada su carrera profesional y su vida personal hasta rozar la tragedia. Se quedaron sin reconocimiento, sin trabajo y sin honra. Y no, no son los presos.

Dice Lorenzo Silva que “los derrotados enseñan mejor cómo fue la historia”. Se refiere el escritor a la historia con minúsculas, que es la de verdad, no como la cuentan y escriben los que están en el poder, los que habitan la Casa dels Canonges o conviven estrechamente con ellos hasta mimetizarse y dar por bueno lo que no debería serlo, los que aseguran que no hay problemas de convivencia en Cataluña, los que relativizan los hechos, que no fue para tanto, dicen, que aquí anda Tito Livio para aclararlo, “el miedo está dispuesto a ver las cosas peor de lo que son”, recordaba Marius Carol en ‘La Vanguardia’.

Duran Lleida: "Desde 2010 viví un auténtico acoso del mundo independentista […]. Fueron los años más duros. Acabé muy harto: aquello no era vida"

Entre estos perdedores se sitúa el que fuera presidente de Unió Democràtica de Catalunya (UDC) durante casi tres décadas, Josep Antoni Duran Lleida, quien dejó la política el 16 de enero de 2016 tras la debacle electoral de diciembre. Lo cuenta descarnadamente en ‘El riesgo de la verdad’:

“No podía continuar: ya hacía algún tiempo que me faltaba ambición, y coraje. Además, desde 2010 viví un auténtico acoso por parte del mundo independentista […]. Fueron los años más duros de mi vida. Acabé muy harto: aquello no era vida. Además, mis problemas con el colon irritable me provocaban episodios muy dolorosos. Llegué a estar ingresado tres días en una clínica porque no había manera de controlarlos. Cuando dejé la política activa, seguí una dieta sin gluten y lactosa, y los episodios críticos acabaron. Pero no fue esa dieta la causa de que se controlara la irritabilidad del colon, los médicos lo tenían claro, y yo también”.

placeholder Portada del libro.
Portada del libro.

El libro, editado por Planeta, merece la pena, y mucho, por lo que tiene de reconciliación con un personaje al que siempre se le ha acusado —y no sin razón— de melifluo, de hablar mucho y golpear poco, de no haber tenido los arrestos necesarios para romper con Convergència cuando esta enfilaba el acantilado del independentismo.

En ‘El riesgo de la verdad’, argumenta sin complacencia su forma de proceder, que es la de aquel que acaba en la indiferencia por huir de extremos y populismos, y ajusta cuentas con propios y extraños. Si hay alguien con el que se muestra especialmente crítico, es con él mismo.

Unió acabó despeñada. También CDC, como contamos aquí la semana pasada. Tres cuartas partes de lo mismo con Artur Mas, otro perdedor, con el que reconoce haber roto relaciones: “Ni uno ni otro [Mas y Duran Lleida] la hemos tenido, la suerte, pero he de confesar que no doy ninguna importancia a la suerte en el ámbito político ni en la vida privada. Me duele mucho más que la fortuna no haya acompañado a Convergència i Unió, a Unió, a CDC y, sobre todo, al catalanismo moderado no independentista”.

Igual que de CDC solo queda un PDeCAT desnaturalizado y controlado desde Waterloo por Puigdemont, el partido heredero de Unió se llama Units per Avançar y está liderado por Ramon Espadaler. En su convención fundacional, celebrada en octubre de 2017, Units decidió coaligarse con el PSC, una decisión controvertida para ambos actores que, hasta el momento, apenas ha dado réditos. Seguramente por ello, otro de los miembros más destacados de la antiguo Unió, Eva Parera, haya pasado a engrosar la lista de Manuel Valls. El legado de Duran Lleida se va difuminando y camina hacia la desaparición.

Mientras los independentistas le ponían en el foco, los suyos le daban la espalda. En el PP de Casado no pudieron o no quisieron buscar acomodo a Millo

De Unió también procedía Enric Millo, un político maltratado por el devenir de los acontecimientos en Cataluña. Su rostro es el rostro de la devastación. Pocos sufrieron como él aquel 1 de octubre del año 2017.

Millo fue portavoz adjunto del grupo parlamentario de CiU entre 1999 y 2003. En este último año, se pasó al PP. En noviembre de 2016, Mariano Rajoy le encomendó la nada fácil tarea de ejercer de delegado del Gobierno en Cataluña.

Fue entonces cuando los independentistas le pusieron en el foco. Le presionaban en las redes sociales, acosaban a su familia, lo evitaban en sociedad. Por si el desgaste personal fuera poco, después de que el Partido Popular fuera expulsado del poder, los suyos le dieron la espalda. El nuevo PP de Pablo Casado fue incapaz de encontrarle acomodo en la formación. No pudo o no quiso, por eso de que Millo no era sino el espejo de la fallida operación Diálogo iniciada por la exvicepresidenta Sáenz de Santamaría.

La vida personal de Millo se ha visto trufada de desgracias y sinsabores de los que, con dos simples pinceladas, dio cuenta la semana pasada durante su comparecencia en el Supremo. Apenas una pequeña parte de una realidad mucho más cruda.

“Arrojar objetos incendiarios no es pacífico. Es violencia. Cierto tipo de amenazas, de pintadas en las paredes contra personas, contra mí… En una pared, pintar 'Millo, muerte'… No sé si es violento, pero muy pacífico no es”, dijo ante el tribunal. Posteriormente, el abogado de Oriol Junqueras y Raül Romeva, Andreu van den Eynde, le preguntó sobre la autoría del grafiti: "Esa pintada fue en Girona, donde he vivido 27 años. Y allí la actividad de los CDR es muy notoria. No sé quién la hizo, pero sí sé quién fue a limpiarla: mi hija”.

Antes de comenzar su comparecencia, la Fiscalía solicitó a la presidencia del tribunal 'reservar la imagen' de Millo y que la misma no fuese enfocada por las cámaras “dado que vive en Cataluña”. Se buscaba evitar represalias como las del 1-O, cuando le dijeron aquello de que “nunca podrás volver a caminar tranquilo”. Al ser preguntado directamente por el presidente del tribunal, Manuel Marchena, Millo no puso reparo alguno a que su imagen se difundiera como la del resto.

Tras la comparecencia, llegó el linchamiento en las redes sociales. El futbolista Gerard Piqué tuiteaba que "para nuestro conocimiento, Enric Millo, tú sí que mientes y manipulas los vídeos"; el portavoz adjunto de JxCAT, Eduard Pujol, evacuaba a su vez aquello de que “los cobardes que en el juicio hablan de Fairy lo tendrían que utilizar para lavarse la boca”.

Foto: Aspecto de uno de los coches de la Guardia Civil durante el registro con motivo del 1-O en la sede de la Conselleria de Economía de la Generalitat el 27-S. (EFE)

El 'procés' tendrá un mal final y lo tendrá para todos. Esa es la impresión que permea a los espectadores que se conectan a diario con el convento de las Salesas, sede del Tribunal Supremo donde se juzga a los líderes independentistas. Uno escucha a Millo, a Pérez de los Cobos, a la secretaria judicial, pero también a Junqueras, a Sànchez, a Cuixart… Uno los escucha a todos y se da cuenta de que esta historia no puede tener un final feliz.

Las historias más interesantes de contar son siempre las de los perdedores y el 1 de octubre está plagado de ellos. Personas a las que el destino jugó una mala pasada, de rostro oculto, voz quebrada, como algunas de las que desfilaron la semana pasada por el convento de las Salesas, que han visto truncada su carrera profesional y su vida personal hasta rozar la tragedia. Se quedaron sin reconocimiento, sin trabajo y sin honra. Y no, no son los presos.

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