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Pedro Sánchez e Iván Redondo, dos yonquis electorales
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Nacho Cardero

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Pedro Sánchez e Iván Redondo, dos yonquis electorales

Hemos entrado en el mes de septiembre con la sensación de que vamos de cabeza a unos nuevos comicios en noviembre, a pesar de que el sentido común diría lo contrario

Foto: Pedro sánchez visita Gran Canaria tras el incendio. (EFE)
Pedro sánchez visita Gran Canaria tras el incendio. (EFE)

Procrastinar es un verbo que conjuga a la perfección la política española, especialmente en agosto. Han pasado más de cuatro meses de las elecciones generales del 28 de abril y apenas han dedicado tres días, y mal contados, a negociar para la formación de Gobierno. Desde el encontronazo de Pedro Sánchez y Pablo Iglesias en el debate de investidura de finales de julio, los contactos han sido cero.

Por lo que se ve, el nuevo modelo de negociación es la ‘no-negociación’. Se muestran, eso sí, como consumados expertos en el juego de los cubiletes. La coalición aquí, las elecciones allá. ¿Dónde está la bolita? Lo reconoció Iglesias en Antena 3: “De los políticos no hay que fiarse. La clave de la política no es la confianza, si no las garantías por escrito. Y a partir de ahí se construye la confianza. Le digo a todo el mundo: no se fíen de ningún político, de mí tampoco”. Quizá por eso hemos entrado en el mes de septiembre con la sensación de que vamos de cabeza a unos nuevos comicios en noviembre, a pesar de que el sentido común diría lo contrario.

Los movimientos realizados desde la Moncloa apuntan a unos comicios en noviembre. No son políticos a la vieja usanza sino yonquis electorales

El sentido común nos diría que habrá acuerdo en el último minuto, que sería contraproducente para el país continuar con el bloqueo institucional en un momento en que el bajón económico empieza a hacer mella en la calle. Nos diría que será malo para el PSOE, por la desmovilización de los votantes de izquierda y la recuperación del PP, y también malo para Podemos, ante el peligro real de que salten las costuras de los partidos que conforman la formación.

Además, si en julio tanto PSOE como Unidas Podemos estuvieron a un tris de llegar a un acuerdo, ¿por qué no alcanzarlo ahora que el tiempo apremia? El ministro de Fomento en funciones, José Luis Ábalos, se mostraba, en ‘petit comité’, partidario de un Gobierno de coalición con los de Iglesias. Lo mismo que Adriana Lastra, quien había desarrollado una entente con Irene Montero. La mayor parte de los dirigentes del partido socialista daban por hecho el pacto. Era lo conveniente. Para todos. Pero Moncloa lo dinamitó. Decía que pactar un Ejecutivo con Podemos era como montar un circo de tres pistas.

placeholder Irene Montero y Adriana Lastra conversan en el Congreso. (EFE)
Irene Montero y Adriana Lastra conversan en el Congreso. (EFE)

Para algunos, Sánchez se está comportando como el hijo ‘millonetis’ del recreo del colegio: jugamos todos como yo digo o me llevo el balón, que para eso es mío. El presidente es quien maneja los tiempos. El que tiene el balón. O Iglesias traga con el acuerdo programático sin posibilidad de entrar en el Ejecutivo o se sacan de nuevo las urnas.

Sí, el sentido común dice que lo más lógico sería un pacto entre PSOE y Podemos para la formación de Gobierno, pero los movimientos que se están haciendo desde el Palacio de la Moncloa apuntan a lo contrario. No son políticos a la vieja usanza sino ‘yonquis electorales’. A un asesor de Sánchez le gusta decir que al presidente no le gusta tanto gobernar como asumir retos y ganarlos. Apuntarse más muescas con las que ir engordando su manual de resistencia.

Tener que negociar proposiciones no de ley, aprobar reales decretos o impulsar reformas de Estado le resulta incluso aburrido. Él está pensando más en cómo acabar con Pablo Iglesias y, tal vez de carambola, con Albert Rivera.

La oposición se malicia que en el cuartel general socialista tienen ya todo preparado: el eslogan, el vídeo... para la campaña electoral infinita

El demiurgo de dicha estrategia no es otro que su director de gabinete, Iván Redondo. “Lo conocemos bien. Es un personaje brillante que gana visibilidad en época de comicios. Si no, se apaga. Por eso está siempre en ‘modo electoral”, comenta un colega experto en demoscopia. “Se mueve por ‘operaciones’, igual que James Bond. Hemos pasado de la ‘operación trueno’ a la ‘operación Iglesias’. Objetivos muy tácticos, de corto plazo, con principio y final”.

Tactismo y dilación, lo contrario de lo que en principio necesitaría España, un periodo de continuidad y calma fundamental para mantener nuestro crecimiento en Europa, seguir siendo una economía dinámica y abierta al mundo y mantener el ritmo de creación de empleo. Se precisarían pactos de Estado que pusieran el foco más en las futuras generaciones que en las siguientes elecciones. Pero estamos más en lo segundo que en lo primero. La oposición se malicia que los socialistas tienen ya todo preparado: el eslogan, el vídeo, la campaña. La campaña electoral infinita. Sin descanso para poder recuperar el resuello.

placeholder Teodoro García Egea y Pablo Casado, en el Congreso. (EFE)
Teodoro García Egea y Pablo Casado, en el Congreso. (EFE)

En el último mes, Pedro Sánchez se ha reunido con casi 200 colectivos y representantes de la sociedad civil. Mañana martes 3 de septiembre presentará el documento de 300 medidas destinado a convertirse en la base de un “acuerdo programático para un Gobierno progresista”, que no es sino una celada tendida a Pablo Iglesias. Dos días después, jueves 5 de septiembre, en los desayunos feministas de la agencia EFE, presentará a la ministra de Economía y Empresa en funciones, Nadia Calviño.

El presidente en funciones asegura en estas reuniones que las conclusiones derivadas de estos encuentros serán el programa electoral con el que concurrirá a las elecciones del 10 de noviembre, siempre que Unidas Podemos no quiera pactar y asumirlo como propio.

Sí, lo tienen todo preparado, como en anterior ocasión, cuando anunciaron un día la fecha de la convocatoria electoral y al día siguiente comenzaron a distribuir los vídeos promocionales. El PP ni la olió entonces. Ahora, los socialistas quieren repetir jugada a sabiendas de que la formación liderada por Pablo Casado está todavía en proceso de reconstrucción y con las finanzas en telarañas. Va a tener que hacer la campaña en formato ‘unplugged’, dicen.

Procrastinar es un verbo que conjuga a la perfección la política española, especialmente en agosto. Han pasado más de cuatro meses de las elecciones generales del 28 de abril y apenas han dedicado tres días, y mal contados, a negociar para la formación de Gobierno. Desde el encontronazo de Pedro Sánchez y Pablo Iglesias en el debate de investidura de finales de julio, los contactos han sido cero.

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