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Amancio Ortega ha sabido verlo, Nadia Calviño todavía no
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Nacho Cardero

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Amancio Ortega ha sabido verlo, Nadia Calviño todavía no

El empresario renuncia al dividendo y pone a disposición del Gobierno la red logística de Inditex para incorporar material sanitario y de primera necesidad hospitalaria. Ha sabido leer el mensaje

Foto: Amancio Ortega, en una imagen de archivo. (Reuters)
Amancio Ortega, en una imagen de archivo. (Reuters)

Llevaba razón Santiago Abascal. No le hicieron caso por facha, por radical, por provenir de la caverna, y el Gobierno de Pedro Sánchez tardó una semana de más en decretar el estado de alarma. Y ahora también lleva razón Pablo Iglesias. No le han hecho caso por ultra-rojo, por dogmático, por querer convertir este país en otra Venezuela con su propuesta del ‘escudo social’, y, por eso, el Gobierno de Pedro Sánchez llegará tarde para atajar la recesión.

Foto: El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, en los pasillos del Congreso. (Efe)

La ortodoxia económica no sirve con el coronavirus. No es cuestión de ideologías. Los manuales hay que tirarlos a la basura. Nos encontramos en una fase desconocida. Amancio Ortega renuncia al dividendo y pone a disposición del Gobierno toda la red logística de Inditex para incorporar material sanitario y de primera necesidad hospitalaria. El empresario gallego ha sabido leer el mensaje. Lo dice Macron y ya lo dice todo el mundo: “Estamos en guerra”.

Foto: Pablo Isla, presidente de Inditex, y Amancio ortega, fundador y mayor accionista. (EFE)

El geógrafo y escritor Jared Diamond establece 12 factores que inciden en el desenlace de las crisis nacionales. Uno es la aceptación de la responsabilidad nacional en la acción, ya que “tanto los países como las personas pueden aceptar su responsabilidad nacional o individual en la toma de medidas para resolver el problema, o bien soslayarla refugiándose en la autocompasión, echando la culpa a los demás o asumiendo un papel de víctima”.

Este miércoles, el presidente del Gobierno pasó la prueba al reconocer, en un Congreso sacado de una distopía de Cormac McCarthy, que habían cometido errores, que el virus había “desbordado las previsiones de todos”, como la realidad se ha encargado de poner negro sobre blanco en cuestiones tales que el aislamiento, las mascarillas o los test para conocer de la infección. Tal gesto mereció el reconocimiento del hemiciclo. Todos a remar.

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Otro de los factores que inciden en la resolución de las crisis, según Diamond, está directamente relacionado con la flexibilidad que tenga el país en cuestiones específicas. Esa flexibilidad que ha mostrado Amancio Ortega y de la que adolece este Gobierno.

En la crisis del coronavirus, en lo que respecta al plano económico, la vicepresidenta Calviño y el resto del equipo económico pecan de rigidez en exceso. Cierto es que el Gobierno se encuentra limitado por el corsé de la UE y el déficit público, pero no hay tiempo. La capacidad de adaptación a un entorno cambiante resulta vital para aminorar el golpe de la recesión. Cada minuto que pasa, las necesidades económicas van mutando. Igual que el virus.

El Gobierno apenas ha aprobado un puñado de medidas para una crisis que califica de “temporal”, pero que no parece que vaya a serlo. Por miedo a que se dispare la deuda pública y luego las agencias de' rating' vengan con las rebajas, solo 5.000 millones de los 200.000 anunciados por Sánchez irán contra los Presupuestos. El resto son avales o fondos procedentes del sector privado. Hay poca política de mantenimiento de renta. Los autónomos, que representan el 16% del mercado laboral, tendrán que seguir pagando las cotizaciones. Poca inyección de dinero a las familias.

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Un plan demasiado magro para una crisis que puede dejar pequeña la de 2008. Compárense estas medidas con las aprobadas por Italia, Alemania o Francia, más ambiciosas, que buscan que sea el Estado quien asuma el grueso del coste de la crisis provocada por el coronavirus.

Véase el caso francés. A saber: un paquete de ayudas inmediatas (para ya) por valor de 45.000 millones de euros, más 8.500 millones para remunerar a los asalariados que se encuentren en paro parcial, más 1.500 euros de ayuda inmediata a cada pyme y autónomo, más aplazamiento de las cargas fiscales y cotizaciones, entre otras medidas. Se habla incluso de amnistía fiscal, cuando aquí Hacienda mantiene los plazos del pago de impuestos pese al estado de alarma. Hasta Trump se plantea enviar cheques en mano a los norteamericanos.

placeholder La ministra de Hacienda, María Jesús Montero. (EFE)
La ministra de Hacienda, María Jesús Montero. (EFE)

Informaba Fernando Garea en este mismo periódico de que “algún miembro destacado del equipo económico, de los más reacios a aumentar la deuda, calificó de ‘histeria’ la actuación de estos gobiernos” con estas medidas. Grábense estas palabras. Las recordaremos.

Todavía no ha comenzado y el plan de choque español para atajar la crisis se ha quedado corto. Los problemas a los que se enfrenta España no se enmarcan dentro de la ortodoxia de la Unión Europa ni del BCE —brazos a los que se agarra para justificar la contención del plan y de la deuda pública— sino que son propios de una economía de guerra. A estas alturas de la pandemia, resulta imposible luchar contra el coronavirus sin dañar la economía.

Esta tesis es compartida por economistas como Miguel Sebastián —son necesarias “medidas contundentes aunque se paralice el país (…). Para que no se convierta en una crisis de deuda, lo mejor es que no haya deuda, es decir, que ese gasto público extraordinario se financie con creación de dinero por parte de los bancos centrales”— o Toni Roldán —“las propias medidas de contención de la crisis hacen que se produzca un colapso total de la economía por un tiempo indefinido. Es una situación que requerirá medidas que no tienen precedente”—.

¿Hacia qué tipo de recesión vamos? ¿Cuántos cientos de miles de ciudadanos van a perder su empleo? ¿Nos encontramos ante el fin de la clase media? La respuesta a estas preguntas dependerá de la celeridad con que se muevan España y una UE en estado de coma.

Llevaba razón Santiago Abascal. No le hicieron caso por facha, por radical, por provenir de la caverna, y el Gobierno de Pedro Sánchez tardó una semana de más en decretar el estado de alarma. Y ahora también lleva razón Pablo Iglesias. No le han hecho caso por ultra-rojo, por dogmático, por querer convertir este país en otra Venezuela con su propuesta del ‘escudo social’, y, por eso, el Gobierno de Pedro Sánchez llegará tarde para atajar la recesión.

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