Caza Mayor
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¿Qué poderes sostienen a Rubiales?
Los escándalos que hemos venido publicando no versan únicamente sobre Rubiales. Sería extremadamente simplista ceñirlo a este asunto. El caso de la RFEF va más allá y refleja el lado oscuro del deporte
Semana 'horribilis' para Florentino Pérez. Por la derrota en la Euroliga, por las calabazas de Mbappé y por la caída en desgracia de Luis Rubiales, su 'mini-yo' de Las Rozas, a través de quien ha venido controlando los hilos del fútbol español en los últimos años. Ambos comparten intereses y enemigo común, Javier Tebas, mandamás de LaLiga.
Porque los escándalos que hemos venido publicando no versan únicamente sobre Rubiales. Sería extremadamente simplista ceñirlo a este asunto. El caso de la RFEF va más allá y refleja el lado oscuro del deporte, al que todavía no ha llegado la transición democrática, como bien decía Ignacio Varela, y donde siguen rigiendo las tradiciones feudales y el vasallaje.
Atendiendo a este fielato casi místico, más propio de tribus aborígenes que de sociedades desarrolladas, los que saben de la cosa distinguen tres figura totémicas en el deporte nacional. En la cúspide, Florentino Pérez, el 'ser superior', el factótum, presidente del Real Madrid durante casi 20 años, del año 2000 a 2006 y de 2009 a la actualidad, ante quien políticos, empresarios y medios de comunicación se postran de hinojos.
Un peldaño más abajo, Alejandro Blanco, el perejil de todas las salsas, presidente del Comité Olímpico Español (COE) desde 2005. En diciembre del año pasado, fue elegido por quinta vez con 156 votos a favor y siete en blanco de un total de 163. Solo hay dos explicaciones para semejante unanimidad: o lo hace a la perfección o todos los que votan son afines.
El tercero en discordia en esta santísima trinidad patria no es otro que Luis Rubiales, en tanto en cuanto presidente de la Real Federación Española de Fútbol. Llegó al puesto en el año 2018 y, desde entonces, su principal afán no ha sido otro que conformar una red clientelar para perdurar en el cargo. El próximo 30 de mayo habrá asamblea de la RFEF, donde dará explicaciones de los últimos escándalos y saldrá con dos orejas y el rabo, porque no puede salir de ninguna otra forma, porque son todos suyos, y si hay que sacrificar en el altar mayor la verdad y la prensa independiente, pues se sacrifica. No será la primera vez ni la última.
Las federaciones, en general, y la del fútbol, en particular, son cotos semiprivados a los que los poderes públicos jamás se han atrevido a echarles el lazo para no salir escaldados, pues no hay nada peor que ir contra el opio del pueblo. Las federaciones parten de una estructura corrupta derivada de la propia elección del presidente en una asamblea donde se dan puestos e inversiones de forma discrecional. Una estrategia para mantenerse en el poder 'ad aeternum', igual que hizo Ángel María Villar, que aguantó 30 años y acabó como acabó.
¿Cómo es posible que sea más fácil destituir a la directora del CNI que al presidente de la Real Federación Española de Fútbol?
Para evitar esta dinámica perniciosa, el nuevo Anteproyecto de Ley del Deporte, actualmente en tramitación parlamentaria, incluía una limitación de mandatos para los presidentes de federación, "que no podrán superar los dos consecutivos ni tres en periodos alternos". Curiosamente, el año pasado, en una redacción posterior, este punto desapareció del documento. No hubo magia. Lo que sí hubo fueron presiones de las federaciones y el Gobierno plegó velas. Con la nueva ley, continuarán con su poder omnímodo.
Y he aquí el quid de la cuestión: ¿cómo es posible que sea más fácil destituir a la directora del CNI, cuyos pecados están aún por descubrir, que al presidente de la Real Federación Española de Fútbol, al cual la Fiscalía ha abierto una investigación para esclarecer si delinquió en sus negociaciones con Gerard Piqué para vender la Supercopa a Arabia Saudí, que ha usado fondos de la RFEF para viajes personales, que se ha dedicado a contratar detectives privados para espiar a rivales con un dinero que no era el suyo y que grababa sus conversaciones con ministros del Gobierno, cual Villarejo de Segunda División? ¿Por qué el Partido Popular se ha mostrado tan cauto a la hora de denunciar los tejemanejes de la RFEF? En definitiva, ¿qué poder tiene el mundo del fútbol para que toda la clase política se rinda a sus pies?
Son estas interrogantes las únicas que pueden explicar por qué el Ejecutivo y, más concretamente, el Centro Superior de Deportes (CSD) se han puesto de perfil a la hora de exigir responsabilidades, especialmente antes de que se supiera que Rubiales se había dedicado a grabar a ministros y altos cargos de la Administración.
En este cruce de caminos de política y fútbol, todo resulta opaco y trufado de intereses
Lo único que ha dicho José Manuel Franco, presidente del CSD, es que estudiará las dos denuncias que ha recibido —una por el cobro irregular de 3.000 euros para el alquiler de un piso de lujo en Madrid y la otra por espiar al presidente de la Asociación de Futbolistas Españoles—, de forma que, si hay suficientes indicios, las remitirá al Tribunal Administrativo del Deporte (TAD), quien podría inhabilitar a Rubiales.
Entiende Franco que no puede ir más allá por encontrarse atado de pies y manos debido a la naturaleza jurídica de las federaciones deportivas, que es básicamente privada, lo cual es cierto a medias. En puridad, las federaciones tienen funciones públicas delegadas, tales que la organización de las competiciones oficiales de las selecciones nacionales, que otorgan al CSD mayor capacidad de actuación sobre la RFEF de lo que nos han hecho creer. Pero, en este cruce de caminos de política y fútbol, todo resulta opaco y trufado de intereses espurios.
Semana 'horribilis' para Florentino Pérez. Por la derrota en la Euroliga, por las calabazas de Mbappé y por la caída en desgracia de Luis Rubiales, su 'mini-yo' de Las Rozas, a través de quien ha venido controlando los hilos del fútbol español en los últimos años. Ambos comparten intereses y enemigo común, Javier Tebas, mandamás de LaLiga.