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La 'podemización' de Calviño
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Nacho Cardero

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La 'podemización' de Calviño

En el mundo empresarial, no solo financiero, andan ojipláticos con la transformación de Calviño. Se preguntan qué mejunje le habrá echado Irene Montero en el café de los martes

Foto: La vicepresidenta Calviño junto a la vicepresidenta Díaz. (EFE/Juan Carlos Hidalgo)
La vicepresidenta Calviño junto a la vicepresidenta Díaz. (EFE/Juan Carlos Hidalgo)
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Después de media hora de conversación entre Kant y un imbécil, uno ya no sabe quién es Kant ni quién el imbécil. Algo así debe estar ocurriendo en el Consejo de Ministros. De tanto hablar del Gobierno de la gente frente al Gobierno de las élites; de tanto señalar a empresarios y sectores estratégicos como Juan Roig, Amancio Ortega o la banca, con sus beneficios en máximos históricos y sus recetas neoliberales; de tanto acusar a la los fachas con toga y a la derecha mediática, uno ya es incapaz de distinguir quiénes son los radicales del Gobierno de coalición: si los podemitas o los socialistas.

Valgan como ejemplo las inéditas declaraciones de Nadia Calviño, la tecnócrata tranquila venida de Bruselas que no se iba a dejar llevar por la ideología e impondría cierta mesura en un Ejecutivo contaminado de origen por la presencia de Pablo Iglesias. Ni corta ni perezosa, la vicepresidenta económica señaló hace unos días que el hecho de que varios banqueros españoles cobren más de un millón de euros al año deja "claro" que es "preciso" establecer un impuesto sobre los beneficios extraordinarios a la banca. Como lo oyen.

El virus populista se ha extendido por cada una de las sillas del Consejo de Ministros

En el mundo empresarial, no solo financiero, andan ojipláticos con la transformación de Calviño. Se preguntan qué mejunje le habrá echado Irene Montero en el café de los martes. El virus populista se ha extendido por cada una de las sillas del Consejo de Ministros casi sin querer, por la mera inercia de encerrarse en una burbuja, hablar y escuchar siempre a los mismos, y convivir con quienes cuestionan el Estado de derecho.

Aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid, es decir, que entramos en año electoral, la Moncloa de Óscar López y Félix Bolaños se ha subido al barco y ha rescatado del baúl de los recuerdos viejas fórmulas de Iván Redondo para recuperar la iniciativa y remontar en las encuestas. A saber: abandonar el color caoba y regresar al rojo, presumir de ser un outsider frente a un sistema controlado por esos señores de copa y puro del tout Madrid y convertirse en el azote de los empresarios. Más incluso que los compañeros morados.

placeholder Sánchez, junto a miembros destacados del PSOE, en el acto de Madrid. (EFE/Fernando Villar)
Sánchez, junto a miembros destacados del PSOE, en el acto de Madrid. (EFE/Fernando Villar)

"Hubo otros que rescataron a los bancos mientras congelaban el sueldo de funcionarios y las pensiones. Nosotros ponemos impuestos a la banca y subimos las pensiones con el IPC", se explayó Sánchez este fin de semana en una nueva pirueta discursiva. "Con la respuesta neoliberal a la crisis, se tardaron 10 años en recuperar el empleo. Hemos tardado dos años en recuperar los niveles previos a la pandemia".

El presidente sabe leer mejor que nadie por dónde sopla el viento de la política internacional. Estamos inmersos en un nuevo ciclo en el que los jóvenes son incapaces de valorar las democracias liberales y los antiguos dogmas capitalistas están siendo cuestionados por habernos conducido a una de las peores crisis económicas, de forma que dichos dogmas tendrán que ser reformados para poder subsistir o destruidos por completo. Con su olfato de buen cazador, Sánchez pretende aprovechar esta ventana de oportunidad para intervenir a diestro y siniestro en la economía.

Foto: Zapatero, junto a Sánchez, durante la Internacional Socialista. (EFE/Chema Moya) Opinión

La ejecución de la estrategia, sin embargo, dista de ser óptima. El discurso y el tono del mismo se le han ido de las manos, adentrándose en un terreno pantanoso hasta para las clases medias a la que aparentemente pretende dirigirse. Incluso algunos de los suyos, socialistas pata negra, empiezan a considerar que es un auténtico peligro por el relativismo radical con el que dirige el país, así como por su falta de escrúpulos.

Además de la intervención en finanzas, energía o alimentación, está la okupación (con k) impúdica que está haciendo de instituciones clave. La lista de agravios se amplía por momentos: el cese de la directora del CNI a petición de los independentistas catalanes; la dimisión inducida del presidente de Radio Televisión Española por no comulgar con la línea editorial de la Moncloa; el encastillamiento de ametralladora Tezanos al frente de las encuestas del CIS; la dimisión del presidente del INE después de que el Gobierno cuestionase sus datos; la toma de control de una empresa clave para el país, Indra, con la ayuda de la SEPI y empresarios afines, y las maniobras para colocar a Cándido Conde-Pumpido en el Constitucional. Solo falta el Banco de España.

El gobernador del BdE es Pablo Hernández de Cos, un técnico nombrado in extremis por Mariano Rajoy, y al que una mayoría califica de independiente y sobradamente preparado, de tal forma que ya hay quienes quieren colocarle como ministro o incluso en el Banco Central Europeo, elucubraciones que tienen más de desiderátum que de realidad.

Foto: El presidente del Tribunal Constitucional, Cándido Conde-Pumpido. (EFE/Zipi) Opinión

Hernández de Cos goza de muy buena imagen y predicamento en todas las esferas, excepto en la más importante, el Consejo de Ministros, donde lo consideran un pepito grillo del que habría que prescindir por sus molestos comentarios sobre la locomotora española.

Se habla de un perfil político, el ministro Escrivá, quien ya fuera subdirector del departamento de Estudios Monetarios y Financieros y jefe de la Unidad de Investigación Monetaria en el BdE, como posible sustituto. Sería una especie de Mafo segunda parte. Hasta entonces, se están produciendo movimientos bajo el radar por parte del Ejecutivo para ir poniendo algunos de sus peones en el consejo de gobierno del Banco de España y aminorar las críticas del organismo supervisor a la gestión económica.

De consumarse, será el espaldarazo definitivo para la estrategia y el blindaje del poder casi absoluto de Sánchez. La pregunta resulta legítima: ¿cómo estarían hoy las calles de haber sido un partido de derechas el que hubiera invadido de forma tan burda las instituciones?

Después de media hora de conversación entre Kant y un imbécil, uno ya no sabe quién es Kant ni quién el imbécil. Algo así debe estar ocurriendo en el Consejo de Ministros. De tanto hablar del Gobierno de la gente frente al Gobierno de las élites; de tanto señalar a empresarios y sectores estratégicos como Juan Roig, Amancio Ortega o la banca, con sus beneficios en máximos históricos y sus recetas neoliberales; de tanto acusar a la los fachas con toga y a la derecha mediática, uno ya es incapaz de distinguir quiénes son los radicales del Gobierno de coalición: si los podemitas o los socialistas.

Nadia Calviño Pedro Sánchez
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