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Cataluña, capital Moscú: lo que las esteladas no nos dejaban ver
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Nacho Cardero

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Cataluña, capital Moscú: lo que las esteladas no nos dejaban ver

Ahora que las esteladas han desaparecido, llega el momento de saber lo que se escondía detrás de las mismas. No hay que confundir amnistía con amnesia. Llegar hasta el final. Dejarnos de guerras híbridas y relativismo radical y apostar por la verdad

Foto: Josep Alay junto a una imagen de Putin. (EC)
Josep Alay junto a una imagen de Putin. (EC)
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Basta con dar un paseo hoy, febrero de 2024, por el bulevar de La Rambla para percatarse de que las esteladas han desaparecido de esos balcones otrora cuajados de simbología independentista. Hay pocas banderas y las pocas que hay se muestran descoloridas y un tanto deshilachadas, como si se fueran a deshacer a un golpe de viento.

El procés ha muerto. El independentismo se prolongará en el tiempo porque es el long game que necesitan los herederos de Pujol para su particular relato, pero lo que es el procés, esto es, el proceso soberanista iniciado en diciembre de 2012, cuando Artur Mas y Oriol Junqueras firmaron un pacto de gobernabilidad comprometiéndose a la celebración de un referéndum de autodeterminación, ha tocado a su fin.

Foto: Carles Puigdemont. (EFE/Ronald Wittek) Opinión

Excepto por las salmodias de Lluís Llach y otros guardianes de las esencias del secesionismo, la sociedad catalana no tiene ni el más mínimo deseo de regresar a la unilateralidad ni de cortar las calles con manifestaciones multitudinarias.

El fin del procés comenzó con la aplicación del 155 y terminó con la sentencia del Supremo a los líderes secesionistas, quienes acabaron en su mayoría en la cárcel. Las negociaciones con el Gobierno de Sánchez y las ulteriores cesiones, caso de los indultos, para lo único que han servido es para mitigar la sensación de derrota y servir de narrativa —cada vez más endeble— a las huestes de Puigdemont.

"No hubo república, las empresas pusieron pies en polvorosa y Josep Alay, Oriol Soler y otros se echaron en los brazos de Putin"

La realidad que se ocultaba tras la estelada, y que ahora se nos muestra con toda su crudeza, es la de unos líderes políticos que cayeron en la sinrazón y de una Cataluña que se dejó arrastrar por los falsos profetas. No hubo república, ni estructuras de Estado, las empresas pusieron pies en polvorosa y Josep Alay, Oriol Soler y otros condotieros del procés se echaron en los brazos de Putin como los que procesionan hasta San Isidro para que llueva.

Las informaciones sobre el encamamiento con Rusia, que fueron tachadas en su día de mentiras conspiranoicas por la eficaz máquina de desinformación de la Generalitat, se muestran cada vez más nítidas. Casi cristalinas. Hablamos de Putin, un líder autoritario que emplea la democracia como papel higiénico y solventa sus cuitas a golpe de obús. Ahí están los ucranianos para dar fe de ello. Que se lo digan a Prigozhin.

El asunto no es baladí. El Confidencial y El Periódico desvelan este lunes que siete agentes del Directorio Principal del Alto Estado Mayor de las Fuerzas Armadas (GRU), el servicio de inteligencia militar de Moscú encargado, entre otras misiones, de desestabilizar democracias, viajaron a Barcelona entre 2014 y 2019. Se trata de la Unidad 29155, a la que se atribuye el envenenamiento del exespía ruso Serguéi Skripal y su hija en Gran Bretaña.

Foto: Puigdemont en la Unión Europea. (EFE/Julien Warnand)

De las conexiones del secesionismo catalán con el Kremlin y de la presencia de espías rusos en Cataluña en las fechas clave del desafío independentista, que destapamos hoy en una exhaustiva investigación, han hablado The New York Times, la red de periodistas Bellingcat, Civica Media y El País (en la anterior etapa del periódico del Grupo Prisa). Cada vez hay más detalles, más personajes, más fechas. O las injerencias rusas son ciertas como apuntan las evidencias o, de no ser así, el número de medios de comunicación nacionales e internacionales que engrosan la fachosfera va en aumento.

Las esteladas ocultaron las conexiones con el Kremlin de la misma forma que Alay trató de ocultar la fotografía en la que posaba junto a un retrato de Putin. ¿Cómo fue posible llegar a semejante punto? ¿Qué nos pasó a todos? ¿Mejor Putin que Rajoy?

El Parlamento Europeo, acaso otro elemento destacado de la fachosfera, aprobó la semana pasada, por 433 votos a favor, 56 en contra y 18 abstenciones, una resolución cuyo encabezamiento no deja lugar a dudas: "Trama rusa: acusaciones de injerencia rusa en los procesos democráticos de la Unión Europea".

Foto:  EC.

En lo concerniente a España, advierte de una "preocupación extrema" por las supuestas actuaciones en Cataluña y las campañas de desinformación, que forman parte de "una estrategia más amplia para desestabilizar la UE". Señala directamente a Puigdemont y lamenta los ataques contra los jueces, al tiempo que los anima a investigar cualquier actividad de injerencia. El Parlamento Europeo hace justo lo contrario que el Gobierno español: denunciar los nexos con Putin, defender a los jueces.

Ahora que las esteladas han desaparecido, llega el momento de saber lo que se escondía detrás de las mismas. No hay que confundir amnistía con amnesia. Llegar hasta el final. Dejarnos de guerras híbridas y relativismo radical y apostar por la verdad.

Paradójicamente, el Gobierno de coalición de España, lejos de desentrañar el misterio ruso y su papel en el procés, tal y como demanda Europa, en lo que se ha empleado a fondo es en correr un tupido velo y montar sendas comisiones de investigación sobre la operación Cataluña, los atentados de Cambrils y el caso Pegasus, o lo que es lo mismo: victimizar a los amigos de Putin y condenar a los defensores del Estado español. El mundo al revés.

Basta con dar un paseo hoy, febrero de 2024, por el bulevar de La Rambla para percatarse de que las esteladas han desaparecido de esos balcones otrora cuajados de simbología independentista. Hay pocas banderas y las pocas que hay se muestran descoloridas y un tanto deshilachadas, como si se fueran a deshacer a un golpe de viento.

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