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Cataluña deja de bailar, por fin, al son de la independencia
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Nacho Cardero

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Cataluña deja de bailar, por fin, al son de la independencia

Sánchez se jugó la legislatura a la casilla de Cataluña sin que hubiera una salida clara. Sigue sin haberla. Seguramente, volverán días de ruido y furia. Pero de entre todos los escenarios posibles, este era el menos malo para él

Foto: Carles Puigdemont comparece tras las elecciones catalanas. (Reuters/Bruno Casas)
Carles Puigdemont comparece tras las elecciones catalanas. (Reuters/Bruno Casas)
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El independentismo pierde en Cataluña. Hubo baja participación entre los nacionalistas. Hastío después de tanta república fake, tanta amnistía y tanto trampantojo. El constitucionalismo, en cambio, muestra un pulso que hacía muchos años que no recordábamos. Mayoría absoluta de estas formaciones y sensación de cambio de tendencia, esto es, sensación de que la política catalana empieza a moverse por otras variables que no son exclusivamente las de la independencia.

Salvador Illa (42 diputados) vence claramente y legitima la política de Pedro Sánchez en Cataluña. Si lo que pretendía el presidente del Gobierno con los indultos, primero, y con la ley de amnistía, después, era calmar las siempre revueltas aguas catalanas y colocar a un socialista en la Generalitat, su objetivo está cerca de hacerse realidad. Con los resultados del 12-M, el tripartito de izquierdas obtiene la mayoría absoluta.

Foto: Pedro Sánchez, en el cierre de la campaña del PSC. (Europa Press/David Zorrakino)
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Ya se vio en las elecciones municipales y en las pasadas del 23-J: aunque a gran parte de sus votantes les ha costado digerir la amnistía, los socialistas quieren premiar a Illa —y sobre todo a Sánchez— como hacedor de la pax catalana.

Con todo y con eso, no lo tendrá fácil. Para ocupar el palacete de la Generalitat, deberá encomendarse a Sant Jordi para el tripartito (PSC, ERC, Comuns Sumar) y seducir a quienes no están por la labor. Primero, a los de ERC, sin ganas de transar tras el abrazo del oso de Madrid y segundo, al propio Sánchez, pues ya se sabe que lo que es bueno para Illa y los catalanes ("enterrar el independentismo doce años después del procés", en palabras de Javier Caraballo), no lo es para el presidente del Gobierno.

Foto: El líder del PP, Alberto Núñez Feijóo (d); junto al candidato del PP en Cataluña, Alejandro Fernández. (EFE/Andreu Dalmau)
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En la derecha constitucionalista, tienen motivos para estar satisfechos. El Partido Popular absorbe Ciudadanos, multiplica por cinco su número de escaños (15) y cumple de sobra con las expectativas. Eso sí, con cierto sabor agridulce después de haber errado en el final de campaña y la creencia de que el resultado podía haber sido mejor. Euforia también en Vox. Ignacio Garriga (11) se creció en las últimas semanas, como ya es habitual en la formación comandada por Abascal, y deja claro que distan de estar liquidados.

Salvador Illa ha ganado las elecciones claramente, pero el que ha ganado la campaña electoral ha sido el de Waterloo (35), que partía con empate técnico con ERC cuando el anuncio de adelanto de comicios, 54 días atrás, y ha terminado segundo, con 15 escaños de ventaja sobre Pere Aragonès y alguna posibilidad (remota) de convertirse en president si ejerce, como presumiblemente hará, política de acoso y derribo sobre los republicanos y consigue que devenga fallida la investidura de los socialistas catalanes.

En ERC, debacle total. Los militantes encontraron pocos argumentos para apostar por la papeleta de Aragonès (20). De nada sirve presumir de tener la llave de la gobernabilidad, ora Illa, ora Puigdemont, cuando acabas canibalizado. Viene fractura interna y previsible radicalización. El referéndum como excusa para recuperar la credibilidad perdida. En este contexto, un posible pacto con los socialistas catalanes se antoja complicado.

Foto: Rueda de prensa del candidato del PSC a la presidencia de la Generalitat, Salvador Illa (EFE/Estévez)

Los comunes de Jessica Albiach (6), que concurrían a las elecciones catalanas sin Podemos y bajo la fórmula Comuns Sumar, se dejan dos escaños y confirman la tendencia descendente, cercana a la inanición, de los de Yolanda Díaz. La desaparición del liderazgo de Colau en Cataluña les ha dado la puntilla. En el flanco secesionista, la extrema izquierda de la CUP también cae fuerte en escaños, mientras que la extrema derecha de Aliança Catalana se queda lejos de la campanada. Obtiene solo dos diputados.

Pese a la victoria clara de Illa, el escenario catalán se presume complejo. Puigdemont amenaza con embarrar de nuevo el terreno de juego, acaso su especialidad. Vuelve Puigdemont y con él, los titulares gruesos ("el PSC sabrá qué tiene que hacer y asumir las consecuencias de sus decisiones"), la polémica, el caos.

Foto: El líder del PSC Salvador Illa. (Europa Press/Lorena Sopena) Opinión

El quid de la cuestión es que, en contra de lo que asegura el expresident ("es hora de volver a casa y estoy convencido de que será así porque la ley de la amnistía lo prevé"), nadie tiene ninguna certeza de que vaya a pisar suelo español. ¿El motivo? La difícil aritmética del 12-M, que lo sitúa más lejos de la Generalitat de lo que hubiera gustado, y la sombra del Supremo.

Es el Alto Tribunal quien mantiene dos causas (desobediencia y malversación agravada por el procés, y terrorismo por los hechos de Tsunami Democràtic) abiertas contra el expresident, y quien decidirá si puede o no ser amnistiado. A día de hoy, la mayoría de las apuestas se inclinan por lo segundo. Tal vez, esta vez sí, estemos ante el final político de Puigdemont.

Sánchez se jugó la legislatura a la casilla de Cataluña sin que hubiera una salida clara. Sigue sin haberla. Seguramente, volverán días de ruido y furia. Pero de entre todos los escenarios posibles, este, sin lugar a dudas, era el menos malo para él.

El independentismo pierde en Cataluña. Hubo baja participación entre los nacionalistas. Hastío después de tanta república fake, tanta amnistía y tanto trampantojo. El constitucionalismo, en cambio, muestra un pulso que hacía muchos años que no recordábamos. Mayoría absoluta de estas formaciones y sensación de cambio de tendencia, esto es, sensación de que la política catalana empieza a moverse por otras variables que no son exclusivamente las de la independencia.

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