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Nacho Cardero

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Meloni mueve los hilos en España y Sánchez se enreda

La inestabilidad política, el proteccionismo y el retroceso en las libertades suelen ir de la mano. Esta 'liaison' supone una amenaza para nuestro actual modelo de vida, aunque algunos no quieran darse cuenta de ello

Foto: Giorgia Meloni y Pedro Sánchez, en Granada. (Reuters)
Giorgia Meloni y Pedro Sánchez, en Granada. (Reuters)
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"En España conviven varias dinámicas. Tenemos, por un lado, una España ilustrada, abierta al mundo; y, por otro lado, una España oscura, sindicalizada, que vive de las subvenciones y el proteccionismo. Estas dos dinámicas conviven en muchas instituciones y, en el caso de la Administración de Justicia, ha sido la variable regresiva la que ha tomado el control", dijo el magistrado del caso Celsa, Álvaro Lobato, en una entrevista en El Confidencial que tuvo singular eco entre los despachos empresariales del país.

Celsa fue la primera reestructuración que hubo en España al amparo de la nueva Ley Concursal, en la que los accionistas perdieron la compañía en favor de los acreedores. En realidad, fue algo más que una reestructuración.

Foto: El juez Álvaro Lobato durante la entrevista con El Confidencial. (Sergo Beleña)

Se trató de la gran batalla entre el mercado libre, con todas sus implicaciones, y esa ideología estatista tan de moda hoy día que pretende salvaguardar el sector industrial europeo con independencia de su viabilidad, impulsar las ayudas a las empresas nacionales y asegurar cadenas de suministro estratégicas. En el caso de Celsa, ganó la primera de las dinámicas, pero, como alerta el juez, en el mundo triunfa la segunda.

Un ejemplo de ello es la Ley para la Reducción de la Inflación (IRA) de EEUU, que implica inyecciones millonarias de subsidios para empresas que acometan proyectos verdes, con el consiguiente éxodo de empresas europeas hacia aquel país. Otro es el volantazo a la derecha del que hemos sido testigos en las últimas elecciones europeas, que permitirá a los partidos ultras incluir en la agenda asuntos tales como el endurecimiento de las migraciones y el proteccionismo agrario e industrial.

Foto: La presidenta de la Comisión Europea, Ursula Von der Leyen, junto al presidente de EEUU, Joe Biden. (Reuters/Lukas Barth)

Quien mejor sabe leer el nuevo mapa geopolítico es Giorgia Meloni. Además de sacudirse la etiqueta de radical, la primera ministra italiana está logrando con finezza lo que el presidente español no logra a golpe de crisis diplomática, esto es, convertirse en un referente internacional —véase su papel en el G-7—. "Mientras Macron y Scholz viven sus momentos más oscuros, la Italia de Meloni emerge ocupando el espacio que ambos desalojan", escribía Carlos Sánchez en su columna de los domingos.

Movimientos tectónicos que acontecen en el mundo, al tiempo que aquí continuamos enredados en nuestras cuitas internas, todas ellas derivadas de la fragilidad parlamentaria que sustenta al Gobierno, cuitas que sitúan a España como un país de segunda.

Foto: Feijóo en el Congreso de los Diputados. (Europa Press/Eduardo Parra) Opinión

Una de las primeras medidas de Meloni nada más llegar al poder consistió en aprobar un proyecto de ley denominado Made in Italy, que trataba de proteger la marca italiana en el país y el resto del mundo frente a la economía especulativa y los fondos de inversión foráneos. Otro de los movimientos fue la toma de control efectiva de las empresas participadas por el Estado, caso de la eléctrica Enel, y la ampliación de su campo de influencia tanto dentro como fuera de sus fronteras.

En la cúpula del gigante italiano de electricidad, los candidatos propuestos por Meloni ocupan actualmente el management (Paolo Scaroni, presidente; Flavio Cattaneo, consejero delegado). Pero no solo. En la española Endesa, propiedad de Enel en un 70%, la italianización de la compañía se ha acentuado sobremanera. Los tentáculos de Meloni han influido en la elección del abogado Guillermo Alonso Olarra, del círculo íntimo de Santiago Abascal, como consejero independiente. El hecho resulta algo más que anecdótico.

Pedro Sánchez y la oficina económica que comanda Manuel de la Rocha no son ajenos a estos movimientos que se producen bajo el radar —lejos de ser patrimonio de la extrema derecha, se muestran transversales a todo el espectro ideológico— y temen quedarse rezagados en la partida empresarial que se está dirimiendo en Europa.

Foto: Santiago Abascal y Marine Le Pen, durante el VIVA 24 organizado por Vox. (Europa Press/Pérez Meca)

Esta circunstancia explica el machacón mensaje de querer convertir a España en una potencia industrial en la próxima década a golpe de inversiones públicas y medidas proteccionistas. Un mensaje entendible, e incluso loable, si no fuera porque atiende más al interés propio que al público y peca en ocasiones de atentar contra el libre mercado.

Como muestra, la oposición de una parte del Ejecutivo a la opa del consorcio húngaro sobre Talgo por ver la sombra de Orbán sobre la misma —pese a que se trata de un país de la Unión Europea—, o que la Sepi se haya convertido en accionista de referencia de Telefónica con un 10% bajo la excusa de la irrupción del capital saudí en el capital de la teleoperadora europea, entre otros. La Sepi ya tiene un consejero y con intención de pedir otro; Arabia Saudí continúa en el 4,9% del capital y no ha pedido nada.

Con el fin de abortar la operación húngara en Talgo, Moncloa llamó a las puertas de Criteria para que hiciera de caballero blanco. Fainé les dijo que no entraba en el deal. Moncloa y Fainé comparten el fondo de la política industrial, en tanto en cuanto apuesta por la españolidad del tejido industrial y el largo plazo, e incluso coinciden en muchos de los objetivos y se ayudan mutuamente, pero difieren notablemente en los modos.

Foto: Imagen de un Talgo. (iStock)
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El Gobierno lo hace con el dinero de todos; Fainé lo hace con el suyo. La Fundación Caixa, cuyo faro es la obra social, se nutre de los dividendos de la corporación Criteria y no está para más aventurerismo que aquellos que tienen sentido empresarial y resultan rentables.

No por nada, ha situado al timón del holding a Ángel Simón, un panzer de los negocios al que no le tiembla el pulso a la hora de acometer operaciones de calado —toma de participaciones en Telefónica, ACS, Inmobiliaria Colonial y Puig; fallida opa sobre Naturgy y presunto intento de hacerse con Aguas de Barcelona; todo ello en un breve espacio de tiempo— y que no se casa con nadie si las cuentas no salen. Este lunes presenta, precisamente, el plan estratégico de CriteriaCaixa junto a Isidro Fainé.

La inestabilidad política, el proteccionismo y el retroceso en las libertades suelen ir de la mano. Esta liaison supone una amenaza para nuestro actual modelo de vida, aunque algunos no quieran darse cuenta de ello e incluso lo justifiquen bajo el argumento de papá Estado como solución para los desequilibrios del sistema. Puede ser. El problema es que no todo se hace por motivos de mercado y que, como nos maliciamos, una vez que les entregas la mano, acabas con el brazo amputado.

"En España conviven varias dinámicas. Tenemos, por un lado, una España ilustrada, abierta al mundo; y, por otro lado, una España oscura, sindicalizada, que vive de las subvenciones y el proteccionismo. Estas dos dinámicas conviven en muchas instituciones y, en el caso de la Administración de Justicia, ha sido la variable regresiva la que ha tomado el control", dijo el magistrado del caso Celsa, Álvaro Lobato, en una entrevista en El Confidencial que tuvo singular eco entre los despachos empresariales del país.

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