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Inés Arrimadas y los que van a morir con las botas puestas en Valencia
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Víctor Romero

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Inés Arrimadas y los que van a morir con las botas puestas en Valencia

Los supervivientes de Ciudadanos en la Comunidad Valenciana quieren dar la última batalla en las locales y autonómicas. Hay división entre puristas y filopopulares. Se augura sangría final

Foto: Inés Arrimadas, en un mitin en Valencia en la generales y autonómicas de 2019. (EFE)
Inés Arrimadas, en un mitin en Valencia en la generales y autonómicas de 2019. (EFE)
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Para octubre ha convocado la dirección de Ciudadanos las elecciones primarias para elegir a su próximo candidato o candidata a la Generalitat valenciana. Los naranjas acuden al proceso con la percepción, cada vez más interiorizada, de que el elegido/a asumirá una tarea titánica, casi heroica si se le quiere endosar una pátina épica a la cosa: salvar de la desaparición a su partido político, en la antesala de lo que podría ocurrir meses después en las generales de noviembre, si Pedro Sánchez cumple con su plan de agotar la legislatura. Ninguno de los antecedentes más inmediatos ayuda a insuflar ánimo. Al adelanto electoral de Isabel Díaz Ayuso, que borró a los naranjas de la Asamblea de Madrid, se sumó la jibarización a un único escaño, el de Francisco Igea, de toda la representación en Castilla y León. En Andalucía ni siquiera eso. Los de Juan Marín, que como Igea compartía gobierno con el PP y ha ejercido de vicepresidente, no fueron capaces de mantener ni un magro diputado.

La Comunidad Valenciana, donde Ciudadanos solo ha tocado gobierno en Alicante ciudad y su diputación provincial, también en coalición con los populares, podría ser la próxima. Es otro de los campos en los que los naranjas lograron una buena cosecha en la anterior cita de autonómicas y municipales de 2019, con 18 escaños en las Cortes, uno más que Compromís, y representación en las principales ciudades. Pero el partido, fiel a su tradición de zozobra, perdió pronto a su principal referencia política con la fuga de Toni Cantó al PP. No ha sido la única vez. Ya en la anterior legislatura, su entonces portavoz parlamentario, Alexis Marí, nada amigo de Cantó desde los tiempos de UPyD, había dado un portazo marchándose al banco de no adscritos, acompañado por un grupo de diputados, por discrepancias con el enfoque autonómico de Albert Rivera, en especial con los asuntos valencianos. La inestabilidad ha sido marca de la casa en el Ciudadanos valenciano.

Los críticos, incluidos los que quieren explorar listas con el PP, se mueven para las primarias

En pleno proceso de refundación o reinvención hacia no se sabe dónde, Inés Arrimadas quiere tener despejados a la vuelta de verano los candidatos municipales y autonómicos con el fin de que las pocas filas que quedan estén en orden de formación tras unos cabezas de cartel definidos para afrontar la larga campaña hasta mayo de 2023. En septiembre está previsto un acto municipalista con los alcaldables de las principales capitales españolas, Madrid, Barcelona, Sevilla, Valencia…

El concejal Fernando Giner tiene intención de repetir como cabeza de lista en la capital valenciana. No parece que vaya a haber sorpresas en eso. Pero la cosa puede estar más movida en clave autonómica, donde suenan los nombres de la síndica Ruth Merino o la portavoz de economía en el Congreso, María Muñoz, una de las ocho personas (el pomposamente llamado G8) que Arrimadas ha puesto a pensar en la utópica misión de sacar a Ciudadanos de la UCI. Muñoz encabezó la lista por Valencia a las generales y actualmente ejerce de coordinadora de la formación en el territorio.

Foto: Toni Pérez, María José Catalá, Carlos Mazón y Esteban González Pons. Opinión

La lideresa naranja tiene que decidir si sacrifica en la cita autonómica a una de sus diputadas más preparadas y más refractaria a los cantos de sirena de la disolución pactada con el Partido Popular. Sacrificio porque no sería nada extraño que en el proceso de primarias apareciesen alternativas al oficialismo. Los sectores críticos se están moviendo bajo el radar, incluidos aquellos proclives a explorar las cada vez más pequeñas ventanas de integración en listas populares. Los naranjas viven en ese estado de descomposición en el que nadie sabe ya si está hablando con un quintacolumnista.

Los de Arrimadas llegan al verano tras haber asestado un golpe de efecto importante descabezando a la dirección provincial alicantina que dirigía Javier Gutiérrez, diputado provincial y muleta del popular Carlos Mazón en la gobernabilidad de la Diputación de Alicante. Gutiérrez lideró a la críticos contra la moción de censura de Orihuela frente al diputado nacional oriolano, Juan Ignacio López Bas, ahora en el círculo de confianza de Arrimadas. La cúpula naranja, además, tiene memoria y no perdona el trabajo de zapa que infligió Fran Hervías desde Génova tras su acuerdo con Teodoro García Egea, gran amigo de Mazón.

Los naranjas viven en ese estado en el que nadie sabe ya si está hablando con un quintacolumnista

Aquella operación derivó en importantes escaramuzas por la autonomía valenciana, como la fuga al grupo mixto de cuatro diputados autonómicos liderados por Jesús Salmerón, incluida la de Sunsi Sanchis, que, en un ejercicio de indignidad política, había recogido quince días antes el acta del otro gran fugado Toni Cantó. Sanchis tomó posesión al correr la lista de Ciudadanos para abandonar el grupo parlamentario y quedarse el escaño con los no adscritos.

Un quinto, Vicente Fernández, más cercano a Vox, lo hizo pocas semanas después. Ninguno dejó el sillón, dinamitando la capacidad de influencia de Ciudadanos en el Parlamento autonómico como garante de las mayorías cualificadas necesarias para acometer cambios como la rebaja del listón de entrada del 5% en la Ley Electoral. Ese 5% es ahora el Everest de los naranjas para las próximas autonómicas, una cima cada vez más alejada, según refleja la demoscopia, especialmente tras las elecciones andaluzas.

Foto: María Muñoz, en un local céntrico de Valencia, antes de la entrevista. (Pablo Gobernado)

En Alicante, el líder de los populares valencianos ha ido cimentando la relación con los dos diputados provinciales naranjas de los que depende su mayoría. Las opciones de una moción de censura con los socialistas, que en algún momento barruntaron los liberales, son muy escasas porque tampoco la otra diputada, Julia Parra, vicepresidenta de la corporación, está por la labor. Gutiérrez está suspendido cautelarmente de militancia tras haber sido expedientado y tiene un pie fuera de la formación. La pregunta que ya muchos se hacen es cómo compensará Mazón a quienes le han garantizado estabilidad durante cuatro años.

Por sus actos, la dirección central naranja está siendo implacable con las tentaciones de fusión con los populares, que hace apenas unas semanas rezaban por borrar del mapa de la forma que fuera las listas de Ciudadanos para reducir la competencia y ahora observan con condescendencia los hachazos internos. Muy pocos de los que han ido saltando del barco, ni siquiera los que hacen puntos cada día en Twitter a ver si hay suerte, tendrán hueco en las listas del PP. Tras el batacazo de Juan Marín en Andalucía, el PP da por amortizado, por no decir muerto políticamente, el proyecto centrista. Arrimadas, sin embargo, quiere morir con las botas puestas. Y, visto lo visto, matando (orgánicamente) a quien se interponga en el plan.

Para octubre ha convocado la dirección de Ciudadanos las elecciones primarias para elegir a su próximo candidato o candidata a la Generalitat valenciana. Los naranjas acuden al proceso con la percepción, cada vez más interiorizada, de que el elegido/a asumirá una tarea titánica, casi heroica si se le quiere endosar una pátina épica a la cosa: salvar de la desaparición a su partido político, en la antesala de lo que podría ocurrir meses después en las generales de noviembre, si Pedro Sánchez cumple con su plan de agotar la legislatura. Ninguno de los antecedentes más inmediatos ayuda a insuflar ánimo. Al adelanto electoral de Isabel Díaz Ayuso, que borró a los naranjas de la Asamblea de Madrid, se sumó la jibarización a un único escaño, el de Francisco Igea, de toda la representación en Castilla y León. En Andalucía ni siquiera eso. Los de Juan Marín, que como Igea compartía gobierno con el PP y ha ejercido de vicepresidente, no fueron capaces de mantener ni un magro diputado.

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