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Los patronos valencianos ya ponen deberes a Carlos Mazón
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Víctor Romero

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Los patronos valencianos ya ponen deberes a Carlos Mazón

De la lista de deseos de AVE para el presidenciable del Partido Popular al ejemplo de Eduardo Zaplana en la relación con Vox. Centralidad o polarización. Mazón elige

Foto: Vicente Boluda y Carlos Mazón, el pasado jueves. (cedida)
Vicente Boluda y Carlos Mazón, el pasado jueves. (cedida)
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"Confiamos mucho en Carlos", dijo Vicente Boluda el jueves en primer encuentro tras las elecciones de la poderosa Asociación Valenciana de Empresarios (AVE) con el presidenciable del PP para la Generalitat, Carlos Mazón. Los grandes patronos han acogido con satisfacción el cambio político en la Comunidad Valenciana. La relación ha sido buena con Ximo Puig. Pocos hablaban mal de él, pero había ganas de dejar atrás los constantes encontronazos con sus socios de Compromís y Unidas Podemos. Es cierto que en el lobby de los Boluda y Juan Roig recelaban del emergente barón popular, quien dio la batalla por su amigo Carlos Baño por el control de la Cámara de Comercio de Alicante contra Antonio Arias, un pata negra de AVE. Por ahora, pelillos a la mar.

Hay sintonía en no pocos asuntos en lo práctico (la ley de tasa turística, primera víctima) y en lo ideológico, por no hablar de los miembros de AVE con intereses directos vinculados con la Administración, sea central o autonómica. El propio Boluda, ahora asociado a MSC, tiene muchos huevos en la cesta de la ampliación del Puerto de Valencia, cuya presidencia nombra Mazón. Joan Calabuig, hombre de Ximo Puig, tiene los días contados, aunque la infraestructura dependerá finalmente de un posible cambio en el Consejo de Ministros. Yolanda Díaz ya ha dicho que se opone.

Alberto de Rosa (Ribera Salud) también calienta en la banda para recuperar parte del negocio sanitario perdido con el Botànic. “Potenciar nuestra sanidad, con especial atención a la colaboración público-privada”, es una de la prioridades que AVE ha puesto encima de la mesa del nuevo gobierno regional. La organización empresarial difundió el pasado lunes su carta de deseos en esta nueva etapa para el próximo ejecutivo, entre los que figura una reforma que reduzca la burocracia y aumente la agilidad administrativa, abogando por el "silencio administrativo positivo y la declaración responsable para el inicio de actividad", entre otras medidas. O sea, menos controles de entrada en pos de la velocidad.

Foto: Carlos Mazón, probable presidente de la Generalitat valenciana. (EFE/Manuel Bruque)

También se reclama una reforma tributaria “para que se paguen impuestos razonables” y se facilite “el relevo generacional en las empresas”, léase esto en alusión a Sucesiones y Donaciones. Fomentar un modelo educativo excelente y mayor inversión en innovación, ciencia y tecnología, además de avanzar en la consecución de un modelo energético que permita ser más autosuficientes, “sin prejuicios ideológicos”, conforman una lista de deberes que arranca con la exigencia de respeto por la figura del empresario. Por debajo del listón del 5% y fuera de la representación parlamentaria han quedado las críticas de Podemos al “capitalismo despiadado” de Juan Roig.

La lista incluye además una exigencia de espíritu reivindicativo en asuntos cuya competencia es estatal (financiación, infraestructuras, agua…) que le va a venir muy bien a Mazón en la campaña reivindicativa frente al Gobierno de Pedro Sánchez con la que pretende ayudar a Alberto Núñez Feijóo su plan de asalto a la Moncloa del 23-J. La semana que viene hablaremos de esto.

La relación con el empresariado siempre se ha considerado factor de estabilidad en la política valenciana. Es lógico que si Puig ha trabajado esa foto en estos ocho años, Mazón lo haga todavía más, ofreciéndose como parte de la solución a sus problemas, especialmente en la relación con la fiscalidad o la burocracia con la que se topan a diario.

Foto: Ximo Puig y Joan Lerma se saludan, en una imagen de 2015. (EFE/Kai Försterling) Opinión

La derecha ha recuperado en la Comunidad Valenciana los más 1,2 millones de votos concentrados entre PP y Vox. Son las cifras de la mayoría absoluta de Francisco Camps en 2011. A poco que Carlos Mazón logre neutralizar a los ultraconservadores, es fácil que esos sufragios vayan concentrándose en la sigla popular rumbo a 2027. Tiene un antecedente en su mentor Eduardo Zaplana. El exministro de Aznar, ahora a la espera de juicio, arrancó siendo el hombre de los empresarios y terminó queriendo meter la cuchara en cada uno de los negocios de calado que se cerraban en la autonomía. Pero Zaplana tuvo algunas virtudes políticas de las que Mazón puede extraer lecciones. Lejos de dar cancha al histrionismo blaverista de Unió Valenciana, lo desactivó pactando la Acadèmia Valenciana de la Llengua con los socialistas. Muerto el conflicto lingüístico secesionista arrastrado desde la Transición y amortizado el lizondismo, Zaplana cosechó absoluta en 1999 y UV se quedó fuera de las Cortes, previa absorción a golpe de transfuguismo de una parte de sus cuadros con la impagable colaboración del entonces influyente periódico conservador Las Provincias de María Consuelo Reyna.

Casi treinta años han pasado desde entonces. Ya ni los periódicos tienen tanta influencia como pretenden aparentar. Todo es mucho más líquido. Ximo Puig y los suyos tienen el convencimiento de que hay un componente accidental en la derrota del pasado 28 de mayo, por la contaminación del debate estatal y la ola ‘antisanchista’ en el resultado. Causas “exógenas”, dijo el barón socialista venido a menos. Pero, liquidado Ciudadanos, el regreso del caudal de votantes al PP tras los ocho años de Botànic tiene visos de ser estructural. La próxima estación es la absorción de Vox y, pese a las salidas de tono de Ayuso en Madrid para comerse a los de Abascal, en esta columna abunda la percepción por la sociología valenciana de que a mayor moderación en la gestión de la Generalitat y menos tendencia al incendio y la agitación social, menor recorrido del proyecto político de Vox y más retorno de electores al PP.

La prueba de fuego serán los nombramientos de consellers si finalmente la sigla ultraconservadora se incorpora al gobierno autonómico. Carlos Flores, con la mochila de la sentencia de maltrato a su exmujer a la espalda, quiere ser vicepresidente trasversal y tumbar desde la ley de violencia de género a la ley LGTBI. Hay un ánimo revanchista. Ni regalos ni chantajes, ha avisado el catedrático. Meter a Vox en Educación y Cultura, en Sanidad o Políticas Sociales, en Economía o en Hacienda es garantizar titulares y gasolina para la oposición. Volvamos a Zaplana en 1995: hizo conseller de Educación al diplomático liberal Fernando Villalonga para calmar a la progresía ilustrada valenciana. Mazón lo tiene en sus manos: centralidad o polarización. Y, mientras tanto, business.

"Confiamos mucho en Carlos", dijo Vicente Boluda el jueves en primer encuentro tras las elecciones de la poderosa Asociación Valenciana de Empresarios (AVE) con el presidenciable del PP para la Generalitat, Carlos Mazón. Los grandes patronos han acogido con satisfacción el cambio político en la Comunidad Valenciana. La relación ha sido buena con Ximo Puig. Pocos hablaban mal de él, pero había ganas de dejar atrás los constantes encontronazos con sus socios de Compromís y Unidas Podemos. Es cierto que en el lobby de los Boluda y Juan Roig recelaban del emergente barón popular, quien dio la batalla por su amigo Carlos Baño por el control de la Cámara de Comercio de Alicante contra Antonio Arias, un pata negra de AVE. Por ahora, pelillos a la mar.

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