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Jaque a la ministra Diana Morant
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Víctor Romero

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Jaque a la ministra Diana Morant

El PSPV ha entrado ya en esa espiral estéril en la que el organicismo crudo impone sus leyes y lo de menos es el proyecto político. Lo que no se entiende es a qué juega Ferraz

Foto: Diana Morant, en la jornada inaugural de Valencia como Capital Verde Europea. (EFE/Biel Aliño)
Diana Morant, en la jornada inaugural de Valencia como Capital Verde Europea. (EFE/Biel Aliño)
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Agenda y más agenda, la de la ministra de Ciencia y Universidades, Diana Morant, en los últimos días en la Comunidad Valenciana. Su presencia por estas tierras, dos jornadas en una semana, ha sido casi tan prolífica como su ambigüedad a la hora de aclarar sus intenciones sobre el proceso congresual del PSPV. La exalcaldesa de Gandía quiere, pero no puede. No termina de ver llena la piscina de una organización que ha entrado ya en esa espiral estéril en la que el organicismo crudo impone sus leyes y lo de menos es el proyecto político que se defiende. Quién diría que la segunda federación del PSOE en militantes viene de detentar el poder en la Generalitat los últimos ocho años.

Para el oficialismo dianista, la resistencia de los secretarios provinciales, Alejandro Soler (Alicante) o Carlos Fernández Bielsa (Valencia), busca amedrentar a la ministra de Pedro Sánchez, someterla a la duda de si lanzarse a unas primarias de las que puede salir trasquilada, con el fin de propiciar su desistimiento y hacer un congreso como los de siempre, de naturaleza doméstica, sin atender a si se están debatiendo o no las mejores soluciones para acelerar el regreso al poder autonómico. Muy PSPV: en lo orgánico, no en lo político, no se confundan los nostálgicos de Vicent Ventura.

Esgrimen los críticos, por su parte, que tras la figura de Morant y el aparente aval monclovita se emboza la familia de siempre, el lermismo-ximismo, capaz de reinventarse una vez más cual camaleón africano para seguir disfrutando del monopolio en el reparto de espacios y las nóminas correspondientes. No de otra cosa parece ir esto, por desgracia para sus siglas. El que parte y reparte se queda con la mejor parte. Aunque la tarta sea cada vez más pequeña.

Foto: Alejandro Soler, actual secretario del PSPV de la provincia de Alicante. (EP/Eduardo Manzana)

Esa voluntad disuasoria explicaría que Soler haya sido el primero en expresar sus ambiciones y amagar con presentar su propia candidatura a la Secretaría General. Jaque a la dama gandiense. Como esas partidas trabadas de ajedrez en las que uno nunca sabe cuándo poner a la reina en el centro del tablero, el movimiento del ilicitano ha tenido como primera consecuencia un aplazamiento congresual.

Lo que no se entiende es a qué juega Ferraz. Por un lado, aborta el arranque del barón provincial alicantino (la convocatoria a los medios se quedó en bandeja de salida del mail), aceptando el aplazamiento de la ejecutiva que iba a poner fechas al calendario congresual, mientras por el otro asegura garantizar la neutralidad de la dirección federal en el proceso, dando alas a los aspirantes alternativos frente a la teórica favorita de Moncloa y el todopoderoso Sánchez. Algo no nos están contando de Santos Cerdán. Con estas lides no parecen comprensibles las razones por las que se ha abierto la vía del cónclave extraordinario, que solo tenía sentido para una sucesión rápida y quirúrgica de Ximo Puig. Para hacer un proceso de confrontación más valdría haber esperado al calendario ordinario, y que gane el mejor.

Foto: El secretario general del PSPV-PSOE, Ximo Puig. (EFE/Miguel Ángel Polo) Opinión
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La organización valenciana adolece de ese ADN tan ácrata, tan mediterráneo, por el cual cualquier solución que parezca impuesta desde el poder es cuestionada sistemáticamente. Hay quien sostiene que la sangre no llegará al río y habrá una única candidatura liderada por la ministra Diana Morant. Pero en esa fuente de espíritu rebelde y revoltoso beben los sectores críticos, los Soler y Bielsa, que por el amago frustrado del primero el pasado viernes ya sabemos que parecen dispuestos a jugar por separado la primera vuelta de unas posibles primarias. Otra cosa es cómo repartirían a los peones en la segunda ronda.

Escribía este domingo Juan Ramón Gil en las páginas de los periódicos valencianos de Javier Moll que, en términos estratégicos (ya que no se habla de ideas, al menos que se hable de estrategias), Morant pretende representar la opción más ofensiva, directa y combativa frente a Carlos Mazón, sobre la presunción de un mandato corto que nadie termina de ver. Por contra, Soler estaría defendiendo una oposición de luces largas, pertrechada “para una larga estancia” fuera del poder y, por tanto, con cauces de diálogo y acuerdos abiertos con el nuevo inquilino del Palau de la Generalitat.

Si esto es así, y no cabe interpretar que no lo sea por el conocimiento de la trastienda alicantina de Gil, el puro que se está fumando Mazón debe de ser para reflexionar sobre qué le conviene más tener enfrente: si una ministra con visibilidad y alcance político, pero a la que poder cargar la mochila de todos los agravios del Gobierno con la Comunidad Valenciana; o un líder socialista prácticamente desconocido para el gran público y con vocación de opositor crónico. Difícil dilema, desde luego. O no.

Agenda y más agenda, la de la ministra de Ciencia y Universidades, Diana Morant, en los últimos días en la Comunidad Valenciana. Su presencia por estas tierras, dos jornadas en una semana, ha sido casi tan prolífica como su ambigüedad a la hora de aclarar sus intenciones sobre el proceso congresual del PSPV. La exalcaldesa de Gandía quiere, pero no puede. No termina de ver llena la piscina de una organización que ha entrado ya en esa espiral estéril en la que el organicismo crudo impone sus leyes y lo de menos es el proyecto político que se defiende. Quién diría que la segunda federación del PSOE en militantes viene de detentar el poder en la Generalitat los últimos ocho años.

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