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BBVA, la memoria y la exhumación del cadáver del sistema financiero valenciano
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Víctor Romero

Nadie es perfecto

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BBVA, la memoria y la exhumación del cadáver del sistema financiero valenciano

La carta de Carlos Torres a Oliu ha desnudado la pantomima de la sede social alicantina. Lo que debería preocupar a Mazón y Navarro (CEV) son los cientos de empleos del centro tecnológico

Foto: Josep Oliu y Carlos Torres, presidentes de Sabadell y BBVA
Josep Oliu y Carlos Torres, presidentes de Sabadell y BBVA
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No hay mejor prueba de cómo las élites económicas del país han descontado ya del excel el compendio de sainetes, entremeses y comedia que es la política patria que el momento elegido por el BBVA para lanzar la caña sobre el Banco de Sabadell. Que Carlos Torres haya mostrado tal nivel de indiferencia hacia el periodo electoral en Cataluña para cartearse sin complejos con Josep Oliu es indicativo de la distancia por la que transitan en España dinero y discusión pública. En otros tiempos, la OPA encubierta sobre el banco del Vallés habría monopolizado los debates de candidatos al grito de ens volen furtar la butxaca. Sensu contrario, la reacción catalana ha sido la de mirar hacia otro lado, como relataba Marcos Lamelas, casi con tanta resignación como el jueves mostraron el presidente de la Generalitat valenciana, Carlos Mazón, y la jefa de la oposición en el PSPV-PSOE y a la vez ministra de Ciencia, Diana Morant, que ni siquiera hablaron del asunto en su first date a puerta cerrada en el Palau de la Generalitat. "Qué podemos hacer nosotros", confesaban soto voce desde ambas orillas.

El único gesto hacia la 'catalanidad' del Sabadell ha sido el de ofrecer una doble sede corporativa Madrid-Sant Cugat, dejando claro que el domicilio social de la entidad resultante permanecerá en la bilbaina Plaza de San Nicolás, no vaya a ser que se enfaden de verdad en la Diputación Foral de Bizkaia, que es la que recauda y gestiona las bonificaciones en el impuesto de sociedades en virtud del concierto vasco, y donde PNV y PSE se reparten el poder. Es un privilegio del que ni disfrutan ni disfrutarán nunca en Alicante, actual sede social del Sabadell. La ciudad no ha merecido ni una mísera línea en la misiva de tres folios que Torres dedicó el Primero de Mayo a Oliu para ofrecerse en matrimonio de conveniencia.

Foto: Josep Oliu y Carlos Torres. (Irene de Pablo)

Tras confirmarse las intenciones de consolidación, Carlos Mazón, el presidente de la patronal autonómica, Salvador Navarro, o el de la Cámara de Comercio, José Vicente Morata, salieron prestos a teatralizar su indignada preocupación. "No es una buena noticia", dijo el barón popular tras marcar el número de Oliu. Ya no es solamente una cuestión de menos ventanillas con las que negociar créditos y, por tanto, de competencia (tres bancos se comerían el 60% del mercado valenciano, a la espera del futuro que viene: la expansión de la banca transnacional cien por cien digital). Dando por hecho que el pescado esté ya tan vendido, algo que todavía no está claro, y si de verdad se van a levantar todos los teléfonos posibles para meter presión, Mazón y los patronos locales deberían concentrar los esfuerzos y la capacidad de influencia en intentar paliar la sangría en empleos cualificados que podría acarrear la fusión, antes que en el simbolismo vacuo que, en realidad, era la sede social.

Alicante se juega 1.500 empleos por posibles duplicidades. De estos, cerca de 500 se ubican en los servicios corporativos. A falta de verdaderos altos directivos y cuadros medios del core business de la entidad financiera, asentados como están entre Madrid y Sant Cugat, los que van a tener que temer por la nómina son los empleados del Centro de Competencias Tecnológicas del Sabadell en Alicante, donde se ubica una parte importante del back up y desarrollo informático del banco. BBVA firmó hace menos de dos años un convenio con la Diputación Foral de Bizkaia (sí, otra vez) para desarrollar en Bilbao un segundo centro tecnológico de su filial BBVA Technology, que ya emplea a 900 personas en la sede central operativa de Madrid.

Foto: Josep Oliu en la presentación de resultados del Banco Sabadell. (EFE/A. Estévez)

Si se trata de elegir batallas ante una fusión inevitable, ahí es donde hay que poner los focos. "La Comunidad Valenciana será turística o no será", ha dicho en alguna ocasión Mazón, olvidando que por cada 14.632 euros que cobra anualmente un camarero, un empleado de servicios financieros o de telecomunicaciones ingresa entre 36.630 y 46.122 euros (Fuente, INE). Porque la pérdida de la sede social alicantina no será más que la puntilla póstuma al sistema financiero valenciano. La exhumación de un cadáver. Los años en que la autonomía disfrutaba de verdaderos centros de decisión bancaria han quedado tan atrás que vamos a tener que llamar a un relator de la ONU para que haga memoria, no vaya a ser que se nos olvide la Historia, inconsciente o conscientemente, como les ha ocurrido a PP y Vox con su ley de concordia. Clase política y ávidos empresarios del pelotazo inmobiliario rompieron el juguete. Así fueron las cosas. Algunos todavía siguen por ahí como si no hubiera pasado nada.

La mudanza de sedes desde la Cataluña procesista a la Comunidad Valenciana estuvo bien desde el punto de vista de superación de la hipoteca reputacional en aquellos días convulsos del 2017. Qué menos que, puestos a buscar un casillero alternativo en el que domiciliar las actas notariales, se correspondiera con un gesto simbólico a la tierra que nutrió la cuenta de depósitos y créditos de CaixaBank y Sabadell con decenas de miles de clientes tras engullir, respectivamente, a Bankia, heredera de Bancaja, y el Banco de Valencia y a la Caja del Mediterráneo. Pero todos sabemos que Valencia y Alicante no son más que meros caseros temporales. Quien crea lo contrario, se abona al autoengaño. La cuestión es si aquella carambola en términos de imagen se supo aprovechar para abrir nuevas ventanas de oportunidad. No está tan claro. Pero esa es otra historia.

El único destello de aquellos viejos tiempos, no más que un cuadro costumbrista de Sorolla, son las ruedas de prensa que CaixaBank organiza trimestralmente en la antigua sede del Banco de Valencia para presentar resultados. No sería extraño que terminen también por saltar por los aires, que bastante pesado es para Gonzalo Gortázar y su tropa tener que sufrir el insufrible Euromed Valencia-Barcelona. Cualquier día rompen la baraja y se plantan directamente en Madrid. Ya saben: España, capital París.

No hay mejor prueba de cómo las élites económicas del país han descontado ya del excel el compendio de sainetes, entremeses y comedia que es la política patria que el momento elegido por el BBVA para lanzar la caña sobre el Banco de Sabadell. Que Carlos Torres haya mostrado tal nivel de indiferencia hacia el periodo electoral en Cataluña para cartearse sin complejos con Josep Oliu es indicativo de la distancia por la que transitan en España dinero y discusión pública. En otros tiempos, la OPA encubierta sobre el banco del Vallés habría monopolizado los debates de candidatos al grito de ens volen furtar la butxaca. Sensu contrario, la reacción catalana ha sido la de mirar hacia otro lado, como relataba Marcos Lamelas, casi con tanta resignación como el jueves mostraron el presidente de la Generalitat valenciana, Carlos Mazón, y la jefa de la oposición en el PSPV-PSOE y a la vez ministra de Ciencia, Diana Morant, que ni siquiera hablaron del asunto en su first date a puerta cerrada en el Palau de la Generalitat. "Qué podemos hacer nosotros", confesaban soto voce desde ambas orillas.

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