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Estefania Molina

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Sánchez ganará, ¿pero gobernará?

La clave de la gobernabilidad la puede tener Rivera, del que se intuye un veto al presidente del Gobierno

Foto: El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, durante su comparecencia, este viernes. (EFE)
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, durante su comparecencia, este viernes. (EFE)

Pedro Sánchez y Albert Rivera exhiben una rivalidad de esas que ni las mieles del poder hacen ya reconciliable. Antagonistas, que no opuestos: su competición tras 'el pacto del Abrazo' ha sido sutil, pero incesante. Mariano Rajoy priorizó al PSOE en el diseño del 155. Sánchez monopolizó el regeneracionismo con la moción de censura. Los ministros-celebrity estuvieron antes en las tesis de Ciudadanos. Rivera no ha pisado aún la Moncloa de este PSOE. Los guiños a Quim Torra. Y a las puertas de las generales, Sánchez corre el riesgo de cumplir penitencia: ganar el 28 de abril, pero que Cs o los independentistas le dejen sin gobierno.

Porque el PSOE será el primer partido, coinciden los sondeos. Y pudiendo elegir fecha, su equipo la ha buscado milimétrica. Tras ocho meses de escaparate publicitario en el BOE y el Consejo de Ministros. Con un programa electoral llamado presupuestos. El portazo de los independentistas. "¿Dónde estaban esos pactos?", se jactan ya sus fieles. Una estrategia deliberada para fagocitar a Podemos. Y una consigna clara, la elección binaria: o "mi persona" —se autodenomina el presidente— o el club de la "derecha-extrema-derecha". O la 'pax' territorial con un PSOE de "centro", o el caos entre el nacionalismo silencioso y el periférico.

Foto: Pedro Sánchez. (EFE) Opinión

Sin embargo, mientras el PP se enreda en Vox, el escenario da margen para una la lucha encarnizada en el centro. Cs trabaja desde hace meses con la hipótesis de atrapar el voto desafecto con el sanchismo. Es decir, que existiría un PSOE simbolizado por Vara, García- Page… que evocaron las críticas de los barones al relator —un error mayúsculo que podría pasar factura—. Ahora bien: ninguno de ellos se atrevió a pisar la protesta de Colón a salvedad del exministro Corcuera. "Los barones, en guerra son soldados" se defienden en Moncloa sobre las aspiraciones de Rivera.

Así y todo, el presidente cree cabalgar sobre la suerte. Las elecciones pillan a Cs tras la foto con Vox del domingo. Que se vea, en redes, los mítines... Sánchez empujará a Rivera contra el 'tripartito' para aislarle del centro. Y algo más que humo: Abascal empieza a debilitar a la formación naranja (mucho más al PP), con tímidos trasvases de voto hacia sus filas. Pero… ¿y la política de Sánchez con el soberanismo? Una idea: el PSOE sangró entre 2015-2016 allí donde hay aspiraciones nacionales. Entonces, el apaciguamiento dañará ¿o le servirá para recuperar votos del partido que le causó la debacle por las vertientes social y territorial, que es Podemos?

Sánchez puede quedar en manos de Cs. Eso llega tras haber dejado conscientemente KO al partido de Iglesias mediante la acción social del Gobierno

En segundo lugar, la movilización del 8 de marzo hace las delicias del Ejecutivo. Es de esperar que Vox y el PP hagan saltar de nuevo alarmas por sus críticas a la "ideología de género". El PSOE recogerá el guante para reivindicarse como adalid del feminismo, el progresismo, y el partido al que votan mayoritariamente las mujeres. A los extremos —Podemos, Vox— las votantes los eligen minoritariamente. Es la hipótesis del voto femenino y la "aversión al riesgo". Cs saldrá a la manifestación, como el año anterior, pero luchando por desmarcarse ahora de Vox. Ese tomar distancia explicaría la comitiva LGTBI que acompañó a Rivera en la plaza Colón.

Así pues, el PSOE ganará, ¿pero gobernará? Quizás no. Sánchez puede quedar en manos de Cs. Eso llega tras haber dejado conscientemente KO al partido de Pablo Iglesias mediante la acción social del Gobierno (cuitas internas, al margen). O también, si la alianza con los independentistas ni suma, ni estos ven utilidad para los presos juzgados en el Tribunal Supremo en el hecho de que Sánchez vuelva a la Moncloa.

Pues de ser Cs llave de la gobernabilidad, se intuye un veto a Sánchez como presidente. Ahora bien. Un motín en Ferraz como en 2016 es improbable ahora. Tras su victoria en primarias, Sánchez moldeó un Comité Federal a su imagen y semejanza y pergeñó un reglamento interno que restaba poder a los barones. Es más, si la negociación gubernamental se solapa con la campaña de municipales y autonómicas, raramente se querría concurrir a la greña con el secretario general. Sirva de precedente la purga a dos críticos con el relator durante la Diputación Permanente del Congreso.

La elección del 28 de abril ahorra a los barones ser arrastrados en clave nacional

Segundo, la movilización es el verdadero reto para la izquierda. En su afán de que Vox no sea llave de gobierno, Andalucía es el anti ejemplo. Del PSOE se pasó a la abstención y Podemos no sirvió para capitalizar voto de protesta. Y la elección del 28 de abril no es 26 de mayo —municipales y autonómicas—. Por un lado, ahorra a los barones ser arrastrados en clave nacional —como a Susana Díaz— con unos presupuestos fallidos que incluían buenas partidas para el Govern. Aunque por otro, Sánchez renuncia a un superdomingo que habría garantizado alta participación. Igual la exhumación de Franco vuelve a servir en campaña.

Si bien, de no consumarse el escenario del PSOE contra las cuerdas, y en paralelo, Rivera también tendría un poder de negociación determinante frente al PP. Esta vez, ya aceptado que Vox ejerza de satélite.

Para todo lo demás, Pedro Sánchez ha testado todos los escenarios en sus carnes y el Manual de resistencia. "Hay amigos íntimos, amigos, conocidos, adversarios, enemigos, enemigos mortales y... compañeros de partido" (G. Andreotti). A saber quién es qué en el Tetris de barones, independentistas, Iglesias, Rivera… que arrebate al presidente su estampa del Falcon con gafas negras.

Pedro Sánchez y Albert Rivera exhiben una rivalidad de esas que ni las mieles del poder hacen ya reconciliable. Antagonistas, que no opuestos: su competición tras 'el pacto del Abrazo' ha sido sutil, pero incesante. Mariano Rajoy priorizó al PSOE en el diseño del 155. Sánchez monopolizó el regeneracionismo con la moción de censura. Los ministros-celebrity estuvieron antes en las tesis de Ciudadanos. Rivera no ha pisado aún la Moncloa de este PSOE. Los guiños a Quim Torra. Y a las puertas de las generales, Sánchez corre el riesgo de cumplir penitencia: ganar el 28 de abril, pero que Cs o los independentistas le dejen sin gobierno.

Pedro Sánchez Moncloa