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La estrategia del 155 pincha ante Casado y Rivera
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Estefania Molina

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La estrategia del 155 pincha ante Casado y Rivera

Endurecer la línea para frenar a Santiago Abascal. Retratar a Pedro Sánchez y sus "hipotecas" territoriales. Pero el leitmotiv del centro derecha se empieza a deshinchar

Foto: Protestas en Cataluña ante la aplicación del 155. (Reuters)
Protestas en Cataluña ante la aplicación del 155. (Reuters)

La estrategia del 155 danzaba entre tribunas y platós, inflamada, como ariete para catapultar al tándem de Partido Popular y Ciudadanos hasta la Moncloa. Ora Casado lo usaría de primera medida presidencial. Ora Rivera lamentaba que no siguiera vigente. ¿Qué podía salir mal? Endurecer la línea para frenar a Santiago Abascal. Retratar a Pedro Sánchez y sus "hipotecas" territoriales. Pero el leitmotiv del centro derecha se empieza a deshinchar con efectos no esperados. El primero: disparar en los sondeos a PSOE y Vox. El segundo: que no se pueda aplicar.

Al presidente, porque se le ha aparecido el juicio al 1-O. Todo un exGovern sentado en el banquillo de los acusados. El mensaje es claro: nadie dribla la unidad territorial sin rendir cuentas ante la Justicia. ¿Y el relator? Como de anécdota ya ­—infumable, por alimentar la propaganda del 'procés'— a ojos del ciudadano de a pie. Y en eso que se reivindica el lendakari ÍIñigo Urkullu en el Supremo como el mediador del gobierno Rajoy con Carles Puigdemont. Un jaque a las tesis de Pablo Casado sobre la "felonía" del actual Ejecutivo, pese a que la grave crisis de 2017 no es equiparable a la situación actual.

Foto: El lehendakari, Iñigo Urkullu, a su llegada al Tribunal Supremo. (EFE)

Si bien, los consejeros áulicos de Moncloa ven un caladero electoral en la impugnación sutil que hace este PP del marianismo. Su intuición es que el votante moderado de derecha podría sentirse huérfano ante el "escoramiento" que atribuyen a los tres de Colón. Por optimista, el órdago se hizo evidente en la presentación de 'Manual de Resistencia'. "Lo que vi en Rajoy fue un enorme sentido de Estado del cual yo aprendí también", espetó Sánchez sobre el 1-O. Es más: su equipo reconoce que apoyar aquel 155 sirvió para reforzar el perfil presidencial y hundir a Podemos.

Así las cosas, lo que sitúa a Sánchez como hegemónico de un bloque —en Moncloa se frotan las manos por el veto de Cs— erige a Abascal como líder del otro, difuminando a Podemos, PP y Cs. Es decir, lo que no mueva hacia el PSOE, actuaría como fuerza centrífuga que empuja hacia Vox. Es la tensión de Rajoy con Podemos en 2016: o el caos, o yo. El resto, de sidecar. Se palpará en los debates a cinco, como el del 23-A. Por eso, en Moncloa se frotan las manos en previsión de obtener 100-120 escaños; y Vox, si supera el umbral del 13-14%, puede dispararse de los 20 a los 40 asientos.

De hecho, pocas alharacas necesitó Ortega Smith en el Supremo, ante el antiguo gabinete de Moncloa. Este reconoció no haber hallado las urnas, ni evitar dos consultas. Pero antes de ese PP, hubo el del Majestic de Aznar. Pues es la marca lo que adolece de credibilidad, por más que Casado esté dispuesto a políticas como priorizar la lengua castellana. Los recelos subliman debido a bastiones como la Galicia de Feijóo, que los puristas dicen "vendido" al nacionalismo. Peccata minuta sería otro 155, mientras Vox proclama que Torra sea detenido, o promueve acabar con el Estado de autonomías.

¿Y Cs? Los de Rivera estaban llamados a ser los centralistas en lo territorial. Pero la formación naranja experimenta una fuga de votos hacia Vox, desde su aparición —mucho mayor que los trasvases hacia el PSOE—. Los sondeos no les dan ahora más de 50-55 escaños, mientras al PP en torno a 90-100. De ello se deriva el desembarco de Inés Arrimadas en Madrid o el veto a Sánchez. Ahora bien: resulta difícil competir con la novedad de Abascal o, incluso, lograr el 'sorpasso' al PP. "Ya quisiera Cs conducir este coche", dicen sus rivales sobre el mastodóntico organigrama popular.

Los de Rivera estaban llamados a ser los centralistas en lo territorial. Pero la formación naranja experimenta una fuga de votos hacia Vox

A la postre, el juicio sublimó lo que el 155 debería ser: una medida reactiva del Estado, no activa, tras el fracaso de la política. "No haríamos esa oposición [a Sánchez]. No hay fundamento de derecho", me comenta alguien de aquel Ejecutivo. Insistió la exvicepresidenta Santamaría al exponer por qué no se aplicó el Estado de sitio. "Podía suspender derechos fundamentales. Era más oportuno actuar contra quienes incumplieron la Constitución". La paradoja es si otro 155 y un Parlament suspendido no afectan también a los votantes de PP, Cs y PSC en Cataluña.

Precisamente, otro eje emerge ya en esta campaña, al margen de lo territorial: el de la "regresión" de derechos, frente al "avance" de la sociedad. Un marco mucho más amplio, que ya intuyen PP y Cs. Por eso, Casado prevé moderarse en cuestiones como el aborto para ganar centralidad. E incluso, avalar este año sí la manifestación del 8-M. En Moncloa, "viernes sociales" para rentabilizar su escaparate, con apoyo de Podemos. Cs, luchando por desmarcarse de Vox. Y quizás si las izquierdas ganan en el Senado, a Casado y Rivera les resulte imposible un nuevo 155, aunque gobiernen.

La estrategia del 155 danzaba entre tribunas y platós, inflamada, como ariete para catapultar al tándem de Partido Popular y Ciudadanos hasta la Moncloa. Ora Casado lo usaría de primera medida presidencial. Ora Rivera lamentaba que no siguiera vigente. ¿Qué podía salir mal? Endurecer la línea para frenar a Santiago Abascal. Retratar a Pedro Sánchez y sus "hipotecas" territoriales. Pero el leitmotiv del centro derecha se empieza a deshinchar con efectos no esperados. El primero: disparar en los sondeos a PSOE y Vox. El segundo: que no se pueda aplicar.

Pablo Casado Ciudadanos Iñigo Urkullu