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Sánchez, ante la legislatura "plurinacional" o ­"chantajista"
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Estefania Molina

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Sánchez, ante la legislatura "plurinacional" o ­"chantajista"

Esta amalgama de partidos simbolizará en adelante la confrontación dialéctica entre el nacionalismo español de Vox y la menguante pulsión "plurinacional" de Podemos

Foto: Pedro Sánchez y Pablo Iglesias se abrazan tras firmar el acuerdo de coalición. (EFE)
Pedro Sánchez y Pablo Iglesias se abrazan tras firmar el acuerdo de coalición. (EFE)

La estrategia patriótica de Pedro Sánchez fracasó el 10-N y prueba de ello es que el presidente del Gobierno vuelve a depender de un Oriol Junqueras preso, e incluso, de una lista de partidos regionalistas-nacionalistas para pasar su investidura. Sin embargo, esa es la pulsión de la otra España que se movilizó el 10-N para hacer valer sus intereses frente al auge del nacionalismo de Vox. Se inaugura ya la "legislatura plurinacional" en el Congreso —según la izquierda— o legislatura del "chantaje" —según la derecha—.

Fue precisamente el dimitido Albert Rivera quien instauró en el tablero político la idea de "nunca más dejar la gobernabilidad de España en manos del nacionalismo". La crítica al pactismo entre PNV y CiU con el bipartidismo, su férrea batalla contra el cupo vasco, junto al estallido del 'procés', extendieron el mantra centralista entre el resto de fuerzas de la derecha española. Esta ha virado desde un reconocimiento sutil de la diferencia territorial (véase el PP gallego), a Vox abanderando la supresión del Estado autonómico.

Foto: A la izquierda, José Manuel Villegas. En el centro, Albert Rivera. A la derecha, Inés Arrimadas. (EFE)

Sin embargo, "el conflicto es la esencia de lo político", según el filósofo Carl Schmitt en su obra 'El concepto de lo político'. Y con el desplome de Ciudadanos, tras abdicar de su función el 28-A, se abre la veda de la contestación al discurso centralista. La lucha territorial cristaliza ya por el territorio con la entrada en el Congreso de más fuerzas regionales que nunca: Teruel Existe, BNG, Partido Regionalista de Cantabria, CUP, PNV, Bildu, ERC, Junts per Catalunya, Coalición Canaria, Navarra Suma, Más País, En Comú…

Esta amalgama de partidos simbolizará en adelante la confrontación dialéctica entre el nacionalismo español de Vox (que incluso ha arrasado a Cs con ese discurso) y la menguante pulsión "plurinacional" de un Podemos convertido ya en Izquierda Unida. Entre un nuevo PP más centralista que el Aznar o Rajoy (Casado es el único líder popular criado en las faldas del PP de Madrid), y el giro patriótico de Sánchez, que incluso molestó al PSC (reclamando esa alma "federalista" y descentralizadora del PSOE).

Otra causa del auge de regionales en el Congreso tiene que ver con cómo se ha entendido el poder territorial en España en los últimos tiempos

Los movimientos recientes en el tablero político dan pistas de ese mar de fondo. Por ejemplo, el partido de Errejón se postuló como esa pulsión cantonalista de repliegue de los "pueblos". Pero su fracaso significa que solo ha sido capaz de simbolizar más Madrid —en sentido estricto—. Otro ejemplo es que la derecha estatal —abjurando del ruralismo, pese a los intentos de Alfonso Alonso por dar un giro PP— que casi se borró del País Vasco, a salvedad de la diputada por Vizcaya que el PP le recuperó esta semana al PNV.

Otras causas profundas del auge de regionales en el Congreso tienen que ver con cómo se ha entendido el reparto de poder territorial en España en los últimos tiempos. En las elecciones municipales las sedes nacionales cocieron desde Madrid los acuerdos que sus partidos debían llevar a cabo a kilómetros de distancia. El 'intercambio de cromos' ha aniquilado el particularismo de no pocos municipios, donde ciertos pactos contra natura tenían cierto sentido para sus vecinos, aunque no reforzasen la línea de los partidos estatales.

Foto: Pedro Sánchez y Pablo Iglesias durante la firma del preacuerdo. (Reuters)

A resultas de ese mosaico, Sánchez puede verse reculando de sus posiciones patrióticas —como recuperar el referéndum ilegal—. La dependencia de ERC obliga a la suavidad dialéctica, a diferencia de la investidura fallida de julio y la campaña del 10-N. Los republicanos, posibilistas, tienen más incentivos en un gobierno PSOE-Podemos, que en Vox o el PP. Lo difícil será mantenerse firme, frente a una CUP que perseguirá el bloqueo, JxCAT y el independentismo del "cuanto peor, mejor", con unas autonómicas en el horizonte.

Ahora bien, o Sánchez recula, o el trabajo se lo hará Podemos. La formación morada está llamada a ser en el próximo gobierno el 'poli bueno' que aglutine esa amalgama de partidos regionales, empezando por el independentismo. De hecho, la moción de censura contra Rajoy salió adelante porque Iglesias la apañó con Puigdemont y ERC. El mismo Iglesias que visitó a Junqueras en prisión para lograr apoyo a los presupuestos. En materia territorial, Podemos se podrá permitir gestos que el PSOE, no.

Así las cosas, por pequeño que sea el escaño, esta legislatura habrá barra libre para el "chantajismo" que Rivera decía que venía a impedir, como una alegoría de su salida. El PNV reclamará su cupo. ERC pedirá guiños. Errejón y Más País buscarán ser socio destacado del gobierno. El PRC querrá infraestructuras. Coalición Canaria (Ana Oramas) podría hasta comulgar con Iglesias. Lo teorizó también Schmitt: la democracia es el criterio de la mayoría, pero democracia también es la minoría encontrando el momento justo para imponer su criterio.

Esto es, la legislatura "plurinacional" o "chantajista".

La estrategia patriótica de Pedro Sánchez fracasó el 10-N y prueba de ello es que el presidente del Gobierno vuelve a depender de un Oriol Junqueras preso, e incluso, de una lista de partidos regionalistas-nacionalistas para pasar su investidura. Sin embargo, esa es la pulsión de la otra España que se movilizó el 10-N para hacer valer sus intereses frente al auge del nacionalismo de Vox. Se inaugura ya la "legislatura plurinacional" en el Congreso —según la izquierda— o legislatura del "chantaje" —según la derecha—.

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