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Sánchez e Iglesias, a por la hegemonía cultural
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Estefania Molina

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Sánchez e Iglesias, a por la hegemonía cultural

La primera semana de cohabitación en el Gobierno bicéfalo demuestra que hay hambre de hegemonía cultural en lo ideológico y de una correlación de hechos que la apuntale

Foto: Pedro Sánchez y Pablo Iglesias, en el primer Consejo de Ministros. (EFE)
Pedro Sánchez y Pablo Iglesias, en el primer Consejo de Ministros. (EFE)

La primera semana de cohabitación entre Pedro Sánchez y Pablo Iglesias ha evidenciado que el gobierno no será débil, en contra de lo esperado, sino que este Ejecutivo bicéfalo tiene hambre de hegemonía cultural en lo ideológico y de una correlación de hechos que la apuntale. Tanto es así, que Moncloa intenta hacer de su fortaleza el choque con las fuerzas de la derecha (PP, Vox). Se evidenció en el Consejo de Ministros, a cuenta del denominado 'pin parental', o con la propuesta de Dolores Delgado como Fiscal General.

De hecho, fue el propio Podemos quien habló de 'hegemonía' en sus inicios, en mitad de la crisis de la socialdemocracia y los malos tiempos para el PSOE en 2015. Un término que el propio Iglesias resumió —citando a Antonio Gramsci— como el "poder adicional del que goza el grupo dominante para hacer coincidir sus intereses con el interés general". En este caso, consistiría en la capacidad del 'progresismo' de presentar una escala de valores, que aglutine tras de sí a una mayoría social, llevando a sucesivas victorias electorales.

Foto: La portavoz del Gobierno, María Jesús Montero, y las ministras Isabel Celaá e Irene Montero, este 17 de enero en la Moncloa. (EFE)

Pasa que a menudo la izquierda había atribuido el concepto de "dominación" —el poder como coerción, según Talcott Parsons— a la derecha. Pero distinto se aprecia con la aparición de Vox, un partido con más hambre de batalla cultural que el PP de Mariano Rajoy. El expresidente pasó como un presidente tecnocrático que no dio la "batalla cultural" que hoy sí preocupa a sus dirigentes Pablo Casado y a Cayetana Álvarez de Toledo.

Y a esa pugna está Podemos. Varios ministros de la formación morada lograron mayor visibilidad esta semana que los integrantes del ala socialista. En Igualdad, Irene Montero, desplegó los ejes de la lucha contra las violencias sexuales. Yolanda Díaz, ministra de Trabajo, se comprometió a derogar los aspectos más lesivos de la reforma laboral. Iglesias puso la guinda, granjeándose la amonestación del Consejo General del Poder Judicial, al afirmar que la justicia europea había "humillado" a la española en el caso de la inmunidad de Junqueras.

Feminismo (Sociedad). Empleo (Economía). 'Procés' (Justicia). Tres ejemplos, o declaraciones de intenciones, que reivindican la diferencia entre los modelos de derecha e izquierda en el arco parlamentario, de esta legislatura polarizada, donde la formación morada y Vox tiran en sentidos opuestos. Sin embargo, lo más llamativo de lo ocurrido fue el respaldo —al menos público, aunque tímido— de Moncloa a la "libertad de expresión" del vicepresidente Iglesias en sus declaraciones.

placeholder El vicepresidente segundo del Gobierno, Pablo Iglesias. (EFE)
El vicepresidente segundo del Gobierno, Pablo Iglesias. (EFE)

Quizás, los activistas del 15-M, haciendo valer su ADN, estén haciendo la función a Sánchez de proveerle de ese velo ideológico combativo ('true-left') que no le pueden dar la mayoría de sus ministros elegidos —de perfil muy técnico—. Asimismo, cuanto más arrastre Vox al PP, cuanto más protagonismo logre un Abascal dinamizado por Iglesias, menos posibilidades de que el PP gane las elecciones (y que Sánchez las pierda). Aunque el riesgo siempre estará en que el PSOE institucional, de Estado, y de gobierno, se perciba 'podemizado'.

Otro elemento avisó de un cambio de eje en Moncloa, respecto del Ejecutivo en solitario. El gurú de Sánchez, Iván Redondo, aumentó sus poderes, pasando también a asumir la comunicación del Gobierno. La decisión rinde cuenta de la voluntad del presidente de atar corto a Podemos. Pero, además, podría indicar que quedará atrás aquel 'Sánchez-presidencialista' de después de la moción de censura (cuya visibilidad era mucho mayor que la propia acción de los ministros). Es decir, de que el foco esté en adelante en la acción de todo el Gobierno.

Foto: Pablo Iglesias e Iván Redondo, en un momento de la entrevista de abril de 2016.

Porque después de que el PSOE no repuntase el pasado 10-N, se constata que esta legislatura no podrá ser más una campaña electoral permanente con el relato como único elemento. Dentro de cuatro años, lo saben bien en el entorno presidencial, se juzgará a PSOE y Podemos —que tienen su suerte atada— por lo que hayan hecho para los ciudadanos. De ahí, la visibilidad plena del Consejo de Ministros (que se pasa a los martes).

Ahora bien, la otra batalla que dominará en el tablero político será la judicial, una institución que también encarna en sí misma una pugna ideológico-cultural. Entre una derecha que se resistirá a soltar sus mayorías "conservadoras" en el aparato de Justicia —el PP buscará impedir la renovación del Consejo General del Poder Judicial—, y una izquierda que ve en la renovación de ciertos órganos —como el CGPJ, o del Tribunal Constitucional— una vía para dar alas a la cosmovisión "progresista".

Iglesias pone la 'auctoritas', y Sánchez, el 'imperium'.

La primera semana de cohabitación entre Pedro Sánchez y Pablo Iglesias ha evidenciado que el gobierno no será débil, en contra de lo esperado, sino que este Ejecutivo bicéfalo tiene hambre de hegemonía cultural en lo ideológico y de una correlación de hechos que la apuntale. Tanto es así, que Moncloa intenta hacer de su fortaleza el choque con las fuerzas de la derecha (PP, Vox). Se evidenció en el Consejo de Ministros, a cuenta del denominado 'pin parental', o con la propuesta de Dolores Delgado como Fiscal General.

Pedro Sánchez Moncloa
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