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Sánchez y la 'Nueva Normalidad' política
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Estefania Molina

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Sánchez y la 'Nueva Normalidad' política

Bajo el escenario político-económico que está por llegar podrían ocurrir hechos que en la normalidad habitual del tablero político no habrían pasado nunca

Foto: Pedro Sánchez en el Congreso. A su derecha, un ujier con mascarilla para protegerse del coronavirus. (Reuters)
Pedro Sánchez en el Congreso. A su derecha, un ujier con mascarilla para protegerse del coronavirus. (Reuters)

Pedro Sánchez sabe anticipar la llegada de nuevos contextos políticos mediante los términos que utiliza, y hace días deslizó la idea de la llegada de una "nueva normalidad" tras la pandemia del covid-19. El término no solo tiene implicaciones socio-sanitarias por el evidente y necesario desconfinamiento paulatino. Sino que además la "nueva normalidad" puede rebajar los costes políticos que suponen para Pablo Casado (PP) e Inés Arrimadas (Cs) acercarse a un gran pacto con Podemos dentro del Gobierno. Es decir, mediante una estrategia del PSOE para atrapar a PP-Cs en los acuerdos nacionales, a través de presionar en sus Comunidades Autónomas.

Dicho de otra forma, que bajo el escenario político-económico que está por llegar podrían ocurrir hechos que en la normalidad habitual del tablero político no habrían pasado nunca. Es así debido a los estereotipos propios de la política española y esa dinámica ultrapolarizada de frentes izquierda-derecha que se había instalado en el Congreso.

Foto: El ministro de Sanidad, Salvador Illa, el pasado 22 de abril en el Congreso. (EFE)

Lo primero pasa por desempaquetar al centroderecha del estigma del "trifachito", o del "trío de Colón" con Vox para que estos transiten hacia un acercamiento con la izquierda con los menores costes posibles. Lo sugirió el ministro José Luis Ábalos: España necesita una "nueva cultura política marcada por la responsabilidad", que supere el frentismo. Eso, a las puertas de una devastación económica peor que el 'crack' del 29 y que se llevará por delante las previsiones de Moncloa —lo que puede hacer de Pablo Iglesias un socio más incómodo si vienen mal dadas—.

Precisamente, esta semana se apreciaron indicios que indicarían que Sánchez no va de farol y esta vez sí necesita abrirse a Partido Popular y Ciudadanos. La primera muestra es que cedió ante Casado sobre trasladar al Congreso la mesa de negociación para la reconstrucción con "luces y taquígrafos", tal y como pedía el líder de los populares. Otro ejemplo es que el presidente rectificó y acordó con el PP la cita del lunes para el encuentro entre líderes.

Pero para tener al centroderecha y a Casado más cerca, el segundo estigma a superar es el rechazo a la Gran Coalición que Sánchez abanderó en 2016 frente a Rajoy con el "no es no". Ello pasa por abrirse desde ya a recrear una normalidad pactista de PSOE con PP y Cs desde el nivel autonómico, además de otras fuerzas políticas, a cambio de que el centroderecha haga lo propio en el Congreso.

De hecho, varios líderes socialistas, entre ellos Susana Díaz en Andalucía, Ángel Gabilondo en Madrid y José Luis Tudanca en Castilla y León, se han abierto ya a explorar acuerdos con los presidentes del PP, Juanma Moreno, Isabel Díaz Ayuso y Alfonso Fernández Mañueco, quienes además gobiernan en coalición con Ciudadanos. La línea de los barones del PSOE mandaría indudablemente un potente mensaje a Pablo Casado sobre la naturalidad de ir retrocediendo posiciones y serviría como palanca de presión para acercar a Casado al Gobierno de coalición en el Congreso.

Vox promete la llamada 'lawfare', la guerra jurídica sin cuartel en los tribunales contra Moncloa, por la gestión del covid-19

Pasa que atrapar a las comunidades en los pactos resulta clave, porque estas controlan buena parte de las políticas sociales necesarias para la reconstrucción —por eso Sánchez ofreció acuerdos interterritoriales a estas y los ayuntamientos—. Además, sus necesidades de liquidez —objetivo de déficit, techo de gasto…— pueden ser clave para unos nuevos presupuestos en 2021. Unas necesidades que ya tuvieron las autonomías del PSOE en 2016, que fue el año en que se precipitó la abstención a Rajoy.

Así las cosas, la comisión de reconstrucción prevista en el Congreso amaga con jugar en contra de que el PP nacional pueda abrirse al entendimiento, dada la presencia confirmada de Vox. El partido de Abascal prevé presentar como medida "la división en bloque del Gobierno" y la dureza dialéctica no distará de la de los plenos. Eso redobla la tensión sobre los populares, porque además, Vox promete la llamada 'lawfare', la guerra jurídica sin cuartel en los tribunales contra Moncloa, por la gestión del covid-19. Ahora bien, Vox también asume el riesgo de quedarse fuera y ser penalizado por ello.

Aunque ese "nuevo patriotismo" que el PSOE reclama a PP y Cs puede tener efectos también sobre la política de alianzas con ERC, que era hasta hace dos días socia de Moncloa. Ahora bien, Esquerra se ha mostrado ya en demasiadas ocasiones un socio inestable para Sánchez y la "Agenda del Reencuentro" ha saltado por los aires con la crisis sanitaria. Más si cabe, cuando el coronavirus ha permitido a Quim Torra seguir sacando pecho contra el Gobierno, afrentando contra el mando único y dejando a los republicanos en un segundo plano.

El hecho es que Podemos tendrá con sus propuestas en la comisión el botón para subir o bajar los costes de un pacto del Gobierno con el resto de grupos —sobre todo a la derecha— después de que Sánchez dejara claro el sábado pasado que la coalición no se rompería, ni ahora, ni más adelante. Pero habrá que ver si a Iglesias le gusta, o no, esa "nueva normalidad" política.

Pedro Sánchez sabe anticipar la llegada de nuevos contextos políticos mediante los términos que utiliza, y hace días deslizó la idea de la llegada de una "nueva normalidad" tras la pandemia del covid-19. El término no solo tiene implicaciones socio-sanitarias por el evidente y necesario desconfinamiento paulatino. Sino que además la "nueva normalidad" puede rebajar los costes políticos que suponen para Pablo Casado (PP) e Inés Arrimadas (Cs) acercarse a un gran pacto con Podemos dentro del Gobierno. Es decir, mediante una estrategia del PSOE para atrapar a PP-Cs en los acuerdos nacionales, a través de presionar en sus Comunidades Autónomas.

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