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Puigdemont revienta el relato de Sánchez con el 'procés'
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Estefania Molina

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Puigdemont revienta el relato de Sánchez con el 'procés'

El precio que el Gobierno debe asumir para traer de vuelta a Puigdemont es todavía más alto que el de los indultos. E incluso, afecta a ERC, que sufrirá el desgaste tanto si el de Junts regresa, como si no lo hace

Foto:  El 'expresident' Carles Puigdemont. (EFE)
El 'expresident' Carles Puigdemont. (EFE)

Carles Puigdemont es desde esta semana el eslabón incómodo en el relato de Pedro Sánchez sobre el 'procés', esto es, que el indulto serviría para cerrar heridas y abrir una nueva etapa de concordia o diálogo. Pasa que la permanencia del expresidente de la Generalitat en Waterloo lo convierte ahora en el único mártir de esa parte del independentismo escéptico con la distensión de Esquerra y la medida de gracia. Sin embargo, el precio que el Gobierno debe asumir para traer de vuelta a Puigdemont es todavía más alto que el de los indultos. E incluso, afecta a ERC, que sufrirá el desgaste tanto si el de Junts regresa, como si no lo hace.

En primer lugar, hay al menos dos vías para que Puigdemont regrese. La reforma del delito de sedición, y el indulto anticipado. Avanzaba El Confidencial este jueves que el Ejecutivo congelaba la primera opción. Más tarde, el ministro de Justicia Juan Carlos Campo descartaba en Onda Cero que se fuera a indultar —al menos, por ahora— a Puigdemont 'ex ante'. Esto es, mediante una previsión en la ley que permite conceder la medida de gracia a quien tuviera una causa abierta por los delitos de sedición o rebelión, sin necesidad de sentencia en firme. No ocurriría así en el caso de la malversación, por lo que sí debería ser juzgado.

Si bien, que Puigdemont siga en Waterloo lamina de entrada una de las fortalezas que tenía el indulto para España en términos de relato interno

Si bien, que Puigdemont siga en Waterloo lamina de entrada una de las fortalezas que tenía el indulto para España en términos de relato interno. Esto es, que reventaba la propaganda de la "represión", condensada en el lazo amarillo. Hay que tener en cuenta que una generación entera de jóvenes no ha vivido otra cosa que no sea el 'procés'. Ejemplo de ello sería el chaval de Arran protestando frente a Sánchez con la consigna de 'no le hagáis el juego' al Estado. Liquidar el ideario de la "opresión" a través de la prerrogativa de gracia, abriendo un período de diálogo, igual era una vía paliativa para dejar de socializar a nuevos jóvenes un tiempo, otra generación, bajo ese mantra.

Asimismo, que Puigdemont siga fugado deja coja la pata de la "distensión" por la que apuestan Sánchez y Aragonès. La disonancia entre una mesa de diálogo en Madrid, y el símbolo del 1-O vivo fuera de España. O lo que es lo mismo: Junts impugnando que su líder siga en lo que tildan de "exilio" —que para ellos es equiparable a los más de tres años de cárcel—. E, incluso, Junts también rentabilizando cualquier fracaso de los republicanos en la mesa de diálogo. A la postre, el expresidente como icono del independentismo de la ANC, el que el lunes protestaba. O de quienes no quieren que el conflicto se acabe.

A fin de cuentas, la salida de Junqueras de la cárcel dota ahora a ERC de la épica que los republicanos quieren vender a sus bases

Pero aunque todo sigue en el limbo y no hay nada cerrado aún por parte del Ejecutivo, traer a Puigdemont de vuelta a través de la segunda vía, la rápida, sería políticamente más complejo de explicar a la ciudadanía que la liberación de Oriol Junqueras. De un lado, porque en el historial judicial del líder de Junts no constaría siquiera la pena de sedición —sí en el caso de los miembros del anterior Govern, ya que el indulto no borra penas—. Luego, porque supondría una suerte de pacto tácito entre Sánchez y Puigdemont para que este acepte su regreso y todas sus consecuencias —hasta un tiempo de prisión—. Esto último no depende del Ejecutivo, sino de la Justicia. Tercero, que ahorrarle al cabecilla del 1-O el periplo de sus colegas presentaría una doble vara de medir, cuestionable.

Así las cosas, es dudoso que a Esquerra le conviniera el regreso inmediato de Puigdemont, por ahora. De un lado, porque si este fuera a prisión, agitaría el ambiente en el independentismo. A fin de cuentas, la salida de Junqueras de la cárcel dota ahora a ERC de la épica que los republicanos quieren vender a sus bases. Es decir, vía libre para cobrarse todo el protagonismo sobre que ellos han logrado doblar el pulso al 'Estado español', o que el diálogo prospera, como punto de partida para sentarse en una expectante mesa de diálogo. Máxime, con Junqueras, cuando empiece a hacer tours por radios y televisiones para terminar de vestir ese relato de la 'cesión'.

Foto: El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez (3i), preside la reunión del Consejo de Ministros. (EFE)

Aunque los días pares los republicanos hablen de 'amnistía y referéndum', el indulto no parece caído del cielo, sino que es fruto del acercamiento entre el PSOE de Sánchez y el partido republicano. Cuanto menos, tras los brazos abiertos de Junqueras por carta, aceptando la decisión en contra del relato oficial de su partido. Aun así, a estas alturas de la película, ERC podría asumir ya que la mesa de diálogo no resolverá las profundas contradicciones que la realidad provoca en su discurso.

La primera, que Sánchez no está por negociar un referéndum de autodeterminación. El Gobierno de España se da 'por cedido' con el indulto. El presidente hizo evidente en la sesión de control del Congreso al devolverle a Gabriel Rufián el guante sobre cuáles serán los "planes" del Govern. Y ante ese escenario: o ERC asume que va directa a un acuerdo dentro de la Constitución, por ejemplo, un Estatut 2.0, o los republicanos seguirán en la cronificación del conflicto, a sabiendas. Aunque que no haya referéndum independentista ya supondrá en sí mismo un factor de frustración para sus bases.

En consecuencia, el punto más flaco del indulto dentro del independentismo es la brecha que abre entre la calle y las élites

La segunda contradicción de Esquerra es que no logrará la amnistía para los más de 3000 encausados de la sociedad civil y otros estamentos de la Generalitat por causas relativas al 'procés'. Es decir: que el indulto solo ha sido una medida de gracia para la clase dirigente del independentismo. En ningún caso lo será para la sociedad civil —por muy menores que fueran las penas de esos 3000, en comparación con la cárcel de los 'exconsellers'—. En consecuencia, el punto más flaco del indulto dentro del independentismo es la brecha que abre entre la calle y las élites.

Y hasta la fecha, el punto de fuga del independentismo frentista ha sido y seguirá siendo el de Puigdemont, ante un eventual escenario de contradicciones y frustración. Más todavía, dado que fuera de España sigue alimentando el relato independentista del presunto agravio, y dando alas al imaginario sobre que todavía les queda un mártir símbolo del 1-O. Porque CUP y Junts siguen teniendo la mayoría independentista, que no es la bilateralista. Aunque hayan dado ese margen de dos años a Pere Aragonès, para el "diálogo".

Carles Puigdemont es desde esta semana el eslabón incómodo en el relato de Pedro Sánchez sobre el 'procés', esto es, que el indulto serviría para cerrar heridas y abrir una nueva etapa de concordia o diálogo. Pasa que la permanencia del expresidente de la Generalitat en Waterloo lo convierte ahora en el único mártir de esa parte del independentismo escéptico con la distensión de Esquerra y la medida de gracia. Sin embargo, el precio que el Gobierno debe asumir para traer de vuelta a Puigdemont es todavía más alto que el de los indultos. E incluso, afecta a ERC, que sufrirá el desgaste tanto si el de Junts regresa, como si no lo hace.

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