Con V de voto
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La España Vaciada, rival de Pablo Casado para la Moncloa
No hay más que ver que las zonas donde anidan dichas pulsiones de protesta guardan una relación con la España menos poblada, feudos considerados de corte conservador
El principal problema de Pablo Casado no es el poderío de Isabel Díaz Ayuso, sino el exceso de atención que le dedica Génova 13 a Madrid en la proyección de su proyecto nacional. Pasa que la batalla madrileña amaga con sepultar la atención sobre una serie de barones regionales del PP (Feijóo, Moreno, Mañueco…) arrojando una visión muy centralista del poder por parte de Génova 13. Ese contexto es crítico para el arraigo de los populares en el interior, quienes podrían sufrir la sacudida de la España Vaciada en los próximos comicios. Es decir, una rebelión de las zonas rurales olvidadas que amagaría con laminar a su vez las aspiraciones de Casado de llegar a la Moncloa.
A saber, Aragón Existe, tras la creación de Teruel Existe, León Ruge, Segovia Existe, Burgos enraíza, Cuenca Ahora, Ávila resiste… hasta un largo etcétera de asociaciones, coordinadoras, entidades o plataformas civiles empiezan a colear desde hace meses por el panorama demoscópico y mediático, propulsadas por movimientos de base local. Su organización se enmarca en una creencia, ya muy extendida por nuestro país, de que es necesario ser una suerte de partido-provincia para hacer valer los intereses en el tablero de negociación nacional. Es decir, la copia mesetaria de las prácticas del nacionalismo vasco o catalán.
Si bien ello afectaría más a la derecha que a la izquierda, eventualmente. No hay más que ver que las zonas donde anidan dichas pulsiones de protesta guardan una relación con la España menos poblada, feudos tradicionalmente considerados de corte conservador. Es decir, territorios donde los partidos de la derecha solían sacar una ventaja de un sistema electoral. Siempre se dijo que un voto en Soria costaba menos que en Barcelona. Ello castigaba en cierto modo a la izquierda, aunque ahora esa lógica podría dar un tumbo lastrando al PP.
De hecho, ya hace varios años que ese nicho da señales de búsqueda de nuevas formas de representación. El propio Ciudadanos causó un boquete electoral a los populares en los comicios de abril de 2019. Albert Rivera abrió su campaña electoral en Pedraza, pueblo de Segovia y, entre varias medidas, llegó a proponer la reducción del IRPF a las personas que se marcharan a vivir a zonas despobladas. El partido naranja logró vender un relato de regeneracionismo, quedándose muy cerca de sorpasar al PP bajo el constructo de defensa de la "España Vaciada".
Sin embargo, el declive del partido naranja hacía creer que la reagrupación de ese voto se daría alrededor de los populares por todo el territorio. Le ocurrió a Ayuso, y le ocurriría, según encuestas, a Juanma Moreno en Andalucía. La principal baza del PP para las siguientes elecciones generales era así potenciar el discurso regional de sus barones (por ejemplo, Feijóo con aires de ruralismo en Galicia) para ir fuerte a elecciones municipales y autonómicas absorbiendo los restos de Cs. Como probablemente los comicios regionales caerán en año de generales, el empuje de las autonomías era la vía para propulsar a Casado, si en paralelo la izquierda se desmovilizaba por el contexto socioeconómico.
A esa expectativa venía contribuyendo la gestión centralista del poder arrojada por PSOE y Unidas Podemos en los últimos tiempos. Pablo Iglesias había roto con la mayoría de confluencias plurinacionales y, hasta la remodelación de Gobierno, Pedro Sánchez descuidó el tejido territorial del PSOE. El síntoma palmario se apreció en Madrid, cuando el histórico PSM quedó por detrás de Más Madrid. Por eso, en el último congreso del partido, el líder socialista resucitó a sus barones como forma de rearme electoral frente a unos barones del PP, llamativamente regionalizados.
Sin embargo, poco debió esperar Génova que la reordenación del centroderecha podría verse lastrada por la protesta de la España interior. Dicho en plata: si la España Vaciada, o sus eventuales plataformas se presentan a las elecciones de 2023, ya fuera juntas o separadas por provincias, el tablero podría jugar en contra a los populares. No sería tan difícil de calcular cuántos votos hacen falta para un escaño en esas circunscripciones. El propio Teruel Existe logró hacerse con un representante en la provincia en 2021. El PP provincial sigue preocupado por la posibilidad de que siga proliferando ese fenómeno.
A la sazón, esos movimientos de interior deben entenderse como la contestación no solo al nacionalismo vasco o catalán, sino también a lo que subyace bajo el discurso 'madridcéntrico' de Ayuso: hasta qué punto un centro cada vez más rico se consolida en detrimento del tejido mesetario de alrededor. Esto es, que la riqueza se tiende a concentrar en la capital en paralelo al vaciado de lo rural. Se aprecia ahí la viva tensión centro-periferia, cuando la presidenta madrileña habla de su capacidad de bajar impuestos. Esta es, en parte, porque concentra la mayor parte del sector financiero, y de la empresa, y de las instituciones políticas del Estado —que no están en otros sitios—.
Poco debió esperar Génova que la reordenación del centroderecha podría verse lastrada por la protesta de la España interior
Aunque la impugnación de la España Vaciada no es solo fruto de la cooptación que sufre el PP nacional a manos del discurso de Ayuso. También está la lucha de Casado en el tablero nacional con Vox. Es decir, una competición de marcada visión centralista, mezclada con una exaltación del sentimiento de españolidad. Esa lucha proyectó entre 2018-2019 a un PP menos comprensivo con la pluralidad del territorio. Se le sumaba el revisionismo que anteriormente introdujo Ciudadanos impugnando los acuerdos de los populares con el nacionalismo vasco y catalán.
Con todo, el principal riesgo para Casado es la imposibilidad de compatibilizar a Vox con esas plataformas provincia. Es decir, que, si alguna vez estas se presentaran a las elecciones y lograran representación electoral, el PP nacional difícilmente podría compatibilizar sus acuerdos con Vox, con la exigencia de mayor reconocimiento de esos territorios. A fin de cuentas, el partido de Santiago Abascal reivindica un proyecto unitario que no ceda ante particularismos regionales. Llegaron a tildar al propio Feijóo, barón del PP, de "nacionalista" en el pasado.
De ese modo, Ayuso y Abascal ejercen la misma presión sobre Génova 13. Le imposibilitan el acercamiento con todo aquel partido que se salga del 'madridcentrismo' o de la españolidad sin fisuras. Y, hasta cierto punto, pareciera que el PP nacional no aprecia tampoco el riesgo por descuido que subyace más allá del discurso de dos de sus máximos aliados, aunque también rivales o competidores a ratos.
El principal problema de Pablo Casado no es el poderío de Isabel Díaz Ayuso, sino el exceso de atención que le dedica Génova 13 a Madrid en la proyección de su proyecto nacional. Pasa que la batalla madrileña amaga con sepultar la atención sobre una serie de barones regionales del PP (Feijóo, Moreno, Mañueco…) arrojando una visión muy centralista del poder por parte de Génova 13. Ese contexto es crítico para el arraigo de los populares en el interior, quienes podrían sufrir la sacudida de la España Vaciada en los próximos comicios. Es decir, una rebelión de las zonas rurales olvidadas que amagaría con laminar a su vez las aspiraciones de Casado de llegar a la Moncloa.