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Discurso de Puigdemont. Una puerta y tres salidas
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Pablo Pombo

Crónicas desde el frente viral

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Discurso de Puigdemont. Una puerta y tres salidas

Estaba previsto a mediodía, pero se trasladó a las nueve. Igual que el Rey el martes. ¿Por qué? Porque el poder se ejerce, pero se representa gestionando signos, rituales y tiempos

Foto: El discurso de Carles Puigdemont, en la televisión de un bar de Barcelona. (Reuters)
El discurso de Carles Puigdemont, en la televisión de un bar de Barcelona. (Reuters)

El primer mensaje de la comparecencia televisada de Pugidemont llegó antes que el discurso. Vino envuelto en la programación, en el momento decidido para su retransmisión. Estaba prevista a mediodía, pero fue trasladada para las nueve de la noche. Igual que el Rey el día antes. ¿Por qué? Porque el poder se ejerce, pero también se representa gestionando signos, rituales y tiempos.

No cabe el azar en el diccionario de la liturgia política. Cada detalle y cada gesto tienen su significado. Por eso, la solemnidad y los símbolos siempre se cuidan. Todavía más cuando asistimos a la proyección para el gran público del nacimiento de una nación. En esa lógica narrativa, elegir la misma hora que Felipe VI sirve para generar sentido de país. Hacer visible la existencia de un contraespejo institucional. Reflejar que España tiene un jefe del Estado y Cataluña, otro.

Antagonista y protagonista. Y elevar el conflicto con aplicación de contraste al máximo. Al máximo equivale a duro, directo y comprimido. Tanto como un 'hashtag' afilado contra el Rey, #AsíNo. Tanto como un grito diseñado para la calle. Allí queda sembrada ya, para que se extienda, la asociación mental entre la Corona y el Partido Popular, y sutilmente con la violencia. Un lazo tejido con precisión sofista y mimo profesional, tocando la fibra emocional de quienes se sienten espantados por la represión del 1 de octubre: “Hace suyo [Felipe VI] el discurso de Rajoy, que ha sido catastrófico en Cataluña y que ignora a todos los catalanes, en especial a quienes han sufrido la violencia policial”.

Así de cínicamente endosó Puigdemont al Rey una parte del peso de la violencia del 1 de octubre. Lo hizo mientras se hermanaba a sí mismo con el carácter pacífico, cívico y tolerante de su tierra. Es consciente de que pueden faltarle pocos días para acabar en la cárcel. Por eso no solo buscó ahondar en el divorcio con España, quiso anticipar el matrimonio del pueblo con el mártir, consigo mismo. Puerta abierta y primera salida, lo emocional como corriente eléctrica de la movilización social. Si soy detenido, salid a la calle.

Foto: Carles Puigdemont, durante la declaración institucional de este 4 de octubre en el Palau de la Generalitat. (EFE)

Segunda, la comunicación, la maniobra de distracción. “Una puerta siempre abierta al diálogo”. Variación de la misma idea que emitió poco antes del referéndum. Pensada en este caso para transmitir imagen internacional de moderación, generar dudas en el sector constitucionalista, otorgar a Podemos campo discursivo ante lo que viene y, sobre todo, para liberar al independentismo de la indiscutible responsabilidad que tiene todo el que se salta la ley. Muchos, incluso entre sus propias filas, tienen dudas y sienten vértigo. Para ellos también iba ese mensaje, para los que necesitan un poco de anestesia mental durante la operación de desconexión. Un quisimos hablar, nadie nos escuchó, no tuvimos más remedio que hacer lo que hicimos.

¿Cuánto hay de verdad en esa aparente oferta de diálogo? En la frase siguiente llega la respuesta: “No nos moveremos de aquí”. “Mi Gobierno no se desviará ni un milímetro”. Nadie que quiere negociar hace su anuncio atacando a la otra parte, ni expresa tajantemente que no tiene ninguna voluntad de ceder. Para eso no se pide un mediador.

¿Cuánto hay de verdad en esa aparente oferta de diálogo? En la frase siguiente llega la respuesta: “No nos moveremos de aquí”

Nada me gustaría más que equivocarme, pero mucho me temo que bajo esas palabras hay un movimiento de corto alcance que prácticamente agota las opciones de entendimiento. Lo único que puede calmar y mejorar las cosas, ahora que la temperatura está tan alta, es congelar la declaración unilateral de independencia. Si no sucede pronto, lo que hoy parece una oportunidad se desvelará más temprano que tarde como una trampa tendida sobre el terreno de la esperanza que todavía compartimos.

Tercera salida, la acción política. La de verdad. Cataluña se marcha de España. “Estemos todos muy tranquilos y muy serenos, y sobre todo muy reconfortados: lo que hemos hecho, lo que estamos haciendo y lo que vamos a hacer, es lo que otros pueblos ya hicieron, y lo que otros pueblos harán en el futuro”. La autodeterminación verbalizada como un hecho consumado. Así de brutal y de ilegal. Y de inminente. Próximo lunes: “Cuando las instituciones de Cataluña tengamos que aplicar el resultado del referéndum”.

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(EFE)

La diferencia entre la intervención del Rey y la de Puigdemont está en que la aquella supuso un cambio sustantivo en la evolución de los acontecimientos. No parece que la segunda vaya a pasar de circunstancial. Sin embargo, es la primera respuesta del independentismo en mucho tiempo, la primera reacción. Venían marcando la iniciativa con absoluta determinación y comprobando además que funcionaba, que el calendario previsto avanzaba sin obstáculos insalvables.

Mientras tanto, la estrategia reactiva de Rajoy estaba llevando al constitucionalismo al borde del colapso. Lo estuvo en la mañana del pasado martes. Fue cuando todos los indicadores saltaron al rojo. Moncloa parecía desbordada por la magnitud de sus errores no forzados, el PSOE ponía un pie fuera del sentido de Estado, y el malestar por la represión policial llevaba a las calles catalanas el aroma caliente de la revolución.

La estrategia reactiva de Rajoy estaba llevando al constitucionalismo al borde del colapso. Lo estuvo en la mañana del pasado martes

Fue un momento crítico. Sin embargo, sucedió algo. El sistema fue reseteado desde Zarzuela. Poco después, la Audiencia Nacional citó como investigado por sedición a Trapero, el Ministerio de Defensa envió dos convoyes de apoyo logístico a Barcelona, Merkel cerró la puerta a la mediación, y la Comisión Europea afirmó que mantener el Estado de derecho requiere a veces el uso proporcionado de la fuerza. De un día para otro, la línea política que mantenía Rajoy ha sido silenciosa y severamente corregida.

Antes mirábamos al 1 de octubre y hablábamos de choque de trenes. Ahora parece que el verdadero vendrá en los próximos días, y que será todavía más frontal de lo que temíamos. Serán días de incertidumbre para la sociedad y para nuestra economía, también para cada uno nosotros. Tendremos que agarrarnos fuertemente a nuestros principios. Los demócratas defendemos la ley, es lo único que puede proteger a cualquiera de la arbitrariedad y de los abusos de poder. Por eso no podemos poner en el mismo plano a quienes quieran respetarla y a quienes la están violando. Por eso el orden constitucional debe ser restaurado.

El primer mensaje de la comparecencia televisada de Pugidemont llegó antes que el discurso. Vino envuelto en la programación, en el momento decidido para su retransmisión. Estaba prevista a mediodía, pero fue trasladada para las nueve de la noche. Igual que el Rey el día antes. ¿Por qué? Porque el poder se ejerce, pero también se representa gestionando signos, rituales y tiempos.

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