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Cuento de Navidad: los tres fantasmas de Salvador Illa
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Pablo Pombo

Crónicas desde el frente viral

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Cuento de Navidad: los tres fantasmas de Salvador Illa

El ahora candidato del PSC, como Iceta, está intelectual, ideológica y vitalmente mucho más cerca de los nacionalistas que de las personas a quienes dice representar

Foto: El actual ministro de Sanidad, Salvador Illa. (EFE)
El actual ministro de Sanidad, Salvador Illa. (EFE)

El clásico de Dickens sirve para descifrar la evolución de nuestro protagonista. Pero no su materia prima. Salvador Illa es un producto del PSC decadente, una organización que se convirtió en el caballo de Troya del PSOE y que ya es un problema para la arquitectura constitucional de nuestro país. Una organización que se alejó de sus bases y de los votantes desde el momento en que sus dirigentes, acomplejados y desclasados ante la burguesía catalanista, compraron la lógica del nacionalismo y se olvidaron de la justicia social.

Illa, como Iceta, está intelectual, ideológica y vitalmente mucho más cerca de los nacionalistas que de las personas a quienes dice representar. La diferencia está en que el exministro ha mantenido una relación más fluida y más discreta con ERC que su compañero. Más taimada. Por eso entró en el gobierno, por ser el hombre de confianza de Sánchez y simultáneamente de Junqueras.

Fantasma de las navidades pasadas. Toc-Toc-Toc. Soy el espectro de tu conciencia. ¿Te acuerdas, Salvador, de la llamada de hace un año? Llegó desde Moncloa. ¿Quieres ser ministro de Sanidad? Te necesito en un Ministerio sin competencias, en un cascarón vacío. En ese despacho tendrás tiempo para instalar y pilotar tu mesa de diálogo con ERC.

Foto: El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez (i), y el ministro de Sanidad, Salvador Illa. (EFE) Opinión
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Nadie en aquel momento podía predecir la llegada de la pandemia. La duda no está ahí. La pregunta es por qué aceptaste. Sin conocimiento y sin experiencia de gestión, juraste tu destino. Aceptaste ser ministro de Sanidad cuando todo lo que sabías era ponerte una tirita. ¿Por qué? Tiempo habrás tenido de preguntártelo. El peso de esos signos de interrogación te acompañarán toda tu vida.

Sin embargo, quedará inevitablemente abierta una incógnita todavía mayor. Más grave, porque siendo terrible, resulta además irresoluble. Un par de cuestiones suspendidas sobre el país entero. ¿Habría sufrido España la peor gestión de Europa en la crisis sanitaria si el ministro de Sanidad hubiera sido alguien capacitado? ¿Cuántas vidas podrían haberse salvado?

Nunca lo sabremos. En realidad, a pesar de pertenecer a una sociedad que se llama democrática, la verdad siempre ha estado lejos de todos nosotros. Apagón en los números. Expertos ocultos. Decisiones turbias. Información manipulada. Renuncia al timón del barco y tratamiento desigual a los territorios, en función del color político. Parlamento al mínimo. Cero escrúpulos. Sanchismo puro.

A pesar de pertenecer a una sociedad que se llama democrática, la verdad siempre ha estado lejos de todos nosotros

Da pena escribir que el oscurantismo y el sectarismo hayan sido las únicas constantes del Ministerio de Sanidad entre tantos errores y tantas improvisaciones. Duele subrayar que el interés partidario ha primado sobre la razón sanitaria en todos los momentos decisivos de la pandemia. ¿También ahora? Sí, también.

Fantasma de las navidades presentes. Toc-Toc-Toc. Soy el espectro de la responsabilidad. ¿Me oyes, Salvador? Yo sí escucho al virus recorriendo las calles de un país que hoy aplica menos contundencia que cualquier nación de nuestro entorno. Los dos sabemos que la tercera ola está sonando y que eso marca tu salida del Ministerio.

España sigue sin una estrategia de país frente a la enfermedad, seguimos en la sopa de letras de las 17 políticas autonómicas. Pero el partido sí que tiene un plan de campaña electoral. Eso sí que está calculado al milímetro. Medido para dejar el puesto vacío precisamente ahora, cuando los encuentros de Nochebuena, Navidad, Nochevieja y Reyes pueden disparar el número de contagios y fallecidos.

Foto: El ministro de Sanidad, Salvador Illa. (EFE)

¿Desde cuándo sabías que esto ocurriría?

¿Cuántas reuniones llevas ya dedicadas a preparar tu entrada en la campaña?

¿Cuántas horas le has restado a la evidencia científica, a quienes piden más prudencia y más restricciones durante estas fiestas?

Oigo la ola, Salvador, suena por debajo de la música mitinera. Y te veo haciendo algo de lo que no puedes estar muy orgulloso. Estás permitiendo que la vacuna se convierta en material electoral. Al dejar que te pongan esa medalla consientes que se haga marketing con la ciencia que tú mismo has orillado en la lucha contra la enfermedad.

¿De verdad hemos llegado al punto en el que salvar una vida resulta menos valioso que ganar un voto?

¿Cuántas horas le has restado a la evidencia científica, a quienes piden más prudencia y más restricciones durante estas fiestas?

Te va a costar explicar a los demás lo que no puedes contarte a ti mismo. Eso y más, tendrás también dificultades para vender la moto que te han encargado las encuestas. A ver cómo les dices a los viejos votantes catalanes socialistas que has velado por la integridad de España después de haber pactado los presupuestos con los herederos de quienes asesinaron a Ernest Lluch.

Fantasma de las navidades futuras. Toc-Toc-Toc. Soy el espectro del destino. A veces cruel, siempre caprichoso. Puedo ver lo que viene. Primero, la posibilidad de que se pospongan las urnas ante el escenario de que no haya dos sin tres y la tercera ola vuelva a rebasar a la sociedad. Y segundo, la campaña que quieres. Una impostura.

Te veo simulando el enfrentamiento con ERC, interpretando el timo que acaba con ERC blindada en el gobierno autonómico. Exprimiendo la poca confianza que queda en las siglas para seguir dándole recorrido al sanchismo. Puedo observarte bajando la cara, apretando la boca y ajustándote las gafas. Más de tres veces negarás un pacto que ya está firmado. Aragonès presidente, Podemos dentro y, en el peor de los casos, el PSC como primera fuerza de una oposición 'fake'.

Foto: El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez (i), conversa con el ministro de Sanidad, Salvador Illa (d). (EFE)

Después de haber sido el ministro que quisieron Junqueras y Sánchez, serás el candidato que desea ERC. Ocurra lo que ocurra después de las elecciones, te veo siendo la comparsa de populistas y nacionalistas.

¿Puedo ver el resultado? Donde hay democracia, las urnas no están escritas. Eso no puedo verlo. Pero sí percibo que te mirarás y no encontrarás tu libertad, tu autonomía. No hallarás dentro de ti nada de lo que había en aquel chaval que llegó con ilusiones y con ideales a la política. Quizá entonces, si tienes suerte, puede que lamentes haberte convertido en lo que no querías. ¿A cambio de qué? De nada que merezca la pena, la verdad. Después de tanta desgracia, la pena.

El clásico de Dickens sirve para descifrar la evolución de nuestro protagonista. Pero no su materia prima. Salvador Illa es un producto del PSC decadente, una organización que se convirtió en el caballo de Troya del PSOE y que ya es un problema para la arquitectura constitucional de nuestro país. Una organización que se alejó de sus bases y de los votantes desde el momento en que sus dirigentes, acomplejados y desclasados ante la burguesía catalanista, compraron la lógica del nacionalismo y se olvidaron de la justicia social.

Salvador Illa