Es noticia
Discurso de Nochebuena. ¿Dónde está el error de Felipe VI?
  1. España
  2. Crónicas desde el frente viral
Pablo Pombo

Crónicas desde el frente viral

Por

Discurso de Nochebuena. ¿Dónde está el error de Felipe VI?

En los discursos como en la vida, las evaluaciones deben realizarse en función de la meta perseguida. El objetivo del discurso, en realidad de toda la tarea de Felipe VI, parece consistir en no cometer errores

Foto: El rey Felipe VI pronuncia su tradicional mensaje de Nochebuena. (EFE Ballesteros)
El rey Felipe VI pronuncia su tradicional mensaje de Nochebuena. (EFE Ballesteros)
EC EXCLUSIVO Artículo solo para suscriptores

Quien conozca el oficio sabrá que los discursos son seres vivos, que su gestación no va de abrir un documento nuevo en Word y sumar letras. Sabrá que bajo las intervenciones importantes hay decenas de horas de un trabajo en el que la artesanía se trenza con la profesionalidad, con el cuidado. Y sabrá, también sabrá, que las redacciones de este calado requieren varias semanas de escritura y de discusión, que la primera versión está muy lejos de la final y que, además, hay veces en las que las cosas cambian y toca modificarlo todo.

La España del 24-D es distinta a la de hace un mes, cuando seguramente comenzó la escritura de este texto. La llegada de la variante ómicron alteró la coyuntura. Hoy es mayor la inquietud. Los españoles nos encontramos más preocupados y también más molestos porque estamos teniendo que autogestionarnos. La campaña navideña, determinante para la vitalidad de nuestra economía, está sufriendo un golpe serio. La impresión de que la pesadilla no termina aumenta la fatiga social. La situación emocional nacional es mucho más depresiva que hace apenas unas semanas. Y la empatía es un factor determinante a tener en cuenta.

Al mismo tiempo, la España que termina este año es bastante diferente a la que finalizaba el año anterior. Lo estructural es ahora distinto, las corrientes de fondo se han agudizado. El logro de la vacunación convive con la decepcionante recuperación económica, con el deterioro de las clases medias, el desprestigio de lo político y la creciente polarización. Todo eso y el atasco en el conjunto de grandes reformas, el arrinconamiento del futuro, en definitiva, viene extendiendo la impresión de que las cosas no funcionan adecuadamente en nuestro país.

La España que termina este año es bastante diferente a la que finalizaba el año anterior

Los dos elementos anteriores conforman el primer par de claves estratégicas para un discurso de este tipo: la adecuada lectura del estado anímico del conjunto y la inteligente, la desapasionada selección de los temas que deben ser incorporados.

El tercer aspecto lo marca el tiempo histórico, esta era de la incertidumbre que atravesamos —el cambio climático, la relevancia del momento para el proyecto europeo, la interdependencia—.

El cuarto es la evaluación certera de los riesgos y las oportunidades. Los guiños que no deben olvidarse. Como el abrazo a La Palma subrayado en el principio. Como el cierre en catalán, vasco y gallego.

A pesar de todo, una buena arquitectura discursiva no asegura por sí misma la consecución del resultado deseado. Hace falta mucho más que eso. La minuciosa atención a cada detalle, la obsesiva búsqueda de la excelencia es el otro secreto que acerca el texto hacia el éxito.

El verdadero desafío está en expresar la complejidad con palabras sencillas

El lenguaje verbal debe ser trabajado a fondo. Hasta dejarlo terso, sin grumos. El reto no consiste en encontrar ideas complejas. El verdadero desafío está en expresar la complejidad con palabras sencillas. Y eso es algo que requiere grandes dosis de humildad intelectual frente al teclado. La solemnidad discursiva es el antónimo de la claridad, de la eficacia comunicativa.

A su vez, el lenguaje no verbal demanda un empeño minucioso por la pulcritud escenográfica. Todo lo que no aporta debe ser apartado, solo deben verse elementos con significados que puedan reforzar lo que se está diciendo o complementarlo —el aire familiar, el maridaje de tradición y modernidad, el respaldo a la cultura, a Iberoamérica, al deporte…—.

Y todo debe ser transmitido sin el más mínimo alarde visual. Naturalidad. Previsibilidad. A fin de cuentas, esto no es la Super Bowl. Esto va de emitir a un país entero un producto que deje en el acabado, incluso sin volumen, la impresión de limpieza y de cercanía, de solidez y de estabilidad.

Ser infalible está muy cerca de resultar fiable y buena parte de la importancia que tiene Felipe VI para España tiene bastante que ver con eso

En los discursos como en la vida, las evaluaciones deben realizarse en función de la meta perseguida. El objetivo del discurso, en realidad de toda la tarea de Felipe VI, parece consistir en no cometer errores. Tan fácil y tan difícil como eso. Si es así, lo ha logrado y lo está consiguiendo.

No fallar, tratar de ser infalible, es quizás el principio estratégico más básico que existe. Lo primordial. Seguramente, también sea el más valioso. Así lo apuntó Maquiavelo al subrayar la importancia de hacerse invencible.

Ser infalible está muy cerca de resultar fiable y buena parte de la importancia que tiene Felipe VI para España tiene bastante que ver con eso. No se le puede achacar ninguna equivocación en unos años que tienen frecuentes turbulencias y que han planteado todo tipo de pruebas a su reinado.

En esa constante ausencia de errores reside lo que en mi opinión marca el sentido político de cualquier monarquía en el siglo XXI, el fundamento de sus dos responsabilidades democráticas más esenciales.

Quien conozca el oficio sabrá que este discurso no era fácil y que se ha hecho un buen trabajo

Primero, la garantía de que nuestro sistema democrático cuenta con un elemento estabilizador cierto y seguro ante cualquier tipo de eventualidad o de zozobra.

Segundo, la utilidad de su función como pegamento nacional frente al enfrentamiento y la discordia que tantas veces han marcado con tristeza la larga historia de nuestro país.

Quien conozca el oficio sabrá que este discurso no era fácil y que se ha hecho un buen trabajo. En esas 1.500 palabras había un juego de equilibrios superado sin apariencia de esfuerzo.

Y todo el que lo haya visto, piense lo que piense, se habrá quedado probablemente con la impresión de que al frente de nuestro país hay un español que sabe lo que hace, que sabe acertar y que sabe no equivocarse. La verdad es que, si lo pensamos un poco, teniendo encima todo lo que tenemos, esto de comportarse racionalmente no es poco.

Quien conozca el oficio sabrá que los discursos son seres vivos, que su gestación no va de abrir un documento nuevo en Word y sumar letras. Sabrá que bajo las intervenciones importantes hay decenas de horas de un trabajo en el que la artesanía se trenza con la profesionalidad, con el cuidado. Y sabrá, también sabrá, que las redacciones de este calado requieren varias semanas de escritura y de discusión, que la primera versión está muy lejos de la final y que, además, hay veces en las que las cosas cambian y toca modificarlo todo.

Rey Felipe VI Navidad