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Pablo Pombo

Crónicas desde el frente viral

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¿Dónde están los colmillos del Partido Popular?

Me acuerdo de cuando el PP funcionaba como un ejército temible. Bien organizados y disciplinados en el mensaje, afilados

Foto: La presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, y el líder del PP, Alberto Núñez Feijóo. (EFE/Juan Carlos Hidalgo)
La presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, y el líder del PP, Alberto Núñez Feijóo. (EFE/Juan Carlos Hidalgo)
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Hubo un tiempo en el que el PP era un partido de tiburones, una época en la que el PSOE fue difícil de gobernar. Las últimas dos semanas demuestran que la naturaleza de esas dos formaciones ha cambiado por completo. Y creo que los próximos siete días, que podrían ser los más decisivos en lo que queda de año, van a terminar de corroborarlo.

Me acuerdo de cuando el PP funcionaba como un ejército temible. Bien organizados y disciplinados en el mensaje, afilados. Fueron los que introdujeron en España el preludio de la polarización que entonces llamábamos crispación. Fueron con todo a por Felipe González y a por Zapatero, también a por Rubalcaba. Eran una apisonadora que no conocía el descanso y no dudaba en correr por fuera de los márgenes de la corrección.

Fueron los que introdujeron en España el preludio de la polarización que entonces llamábamos crispación

Funcionaban a la ofensiva, pero eran eficientes sobre todo en lo económico. Eran los propietarios del atributo de la gestión y desde ahí levantaron, una vez tras otra, una alternativa de gobierno completa. Otro modelo.

Sin embargo, las cosas han cambiado y no es fácil señalar un solo porqué. Puede que no hayan digerido todavía la moción de censura del 18. Puede que la crisis de Cataluña les partiese el espinazo. Puede que el surgimiento de Ciudadanos y de Vox les haya dejado sin aliento. Puede que el genocidio aplicado por Casado devastase los materiales humanos de la organización. Puede ser todo eso y mucho más. El caso es que el Partido Popular parece hoy una organización a la que se le han caído los dientes.

Acertaron al desalojar al dirigente anterior mediante una operación violenta pero de corta duración, un golpe de palacio bien ejecutado. Acertaron también con la elección de Feijóo. Es evidente que no hay un líder mejor en toda la organización y deben saberlo. Pero les han temblado las piernas en cuanto el sanchismo se ha untado la cara con las pinturas de guerrear. Y eso es algo completamente inédito en la historia reciente de las siglas azules.

El caso es que el Partido Popular parece hoy una organización a la que se le han caído los dientes

Lo vimos ya en agosto, cuando todas las tropas socialistas comenzaron a disparar insultos a discreción sobre el gallego. Y se ha podido ver con toda claridad a lo largo de la última quincena. Frenó el PP la reforma de la justicia casi en el último minuto y estuvieron días enteros desaparecidos, afligidos, acomplejados, casi pidiendo perdón mientras sus votantes compartían la decisión y era una simple cuestión de días que la sedición les diese la razón.

Nadie salió a dar la cara, nadie contrapuso un relato que estaba al alcance de la mano. Todos dejaron al líder solo y, además, volvieron a hacer lo mismo cuando saltó la huelga sanitaria de Madrid y fue Ayuso quien entró en el punto de mira del sanchismo y de todas sus terminales mediáticas.

Nunca creí que vería al Partido Popular sin colmillos para defenderse y para contragolpear. Se equivocan si piensan que el poder les volverá a caer sin más, por abatimiento del adversario. Esta vez se lo van a tener que trabajar mucho más que en todas las ocasiones anteriores.

Se equivocan si piensan que el poder les volverá a caer sin más, por abatimiento del adversario

Aciertan, claro que aciertan porque esto es obvio, al calcular que todo el mapa puede cambiar en mayo. Primero porque el Partido Popular no perderá ningún gobierno regional. No habrá elecciones ni en Galicia ni en Andalucía. Sí en Murcia y en Madrid, donde el peligro de derrota no existe.

Y segundo, porque los socialistas afrontarán un reto difícil. Están presentes en diez gobiernos autonómicos y solo tienen garantizado el poder en Navarra junto a Bildu y en las Canarias, todo lo demás está en riesgo aunque en diferentes grados.

Sin embargo, los populares deberían saber que ni siquiera una derrota masiva del PSOE en el mes de mayo garantiza una victoria suficiente en las generales. El poder no les caerá por la fuerza de la gravedad. La Moncloa es un terreno a conquistar. Por eso resulta inexplicable esta manera que tienen los populares de desperdiciar uno tras otros los penaltis a puerta vacía que se están presentando.

Los populares deberían saber que ni siquiera una derrota masiva del PSOE en el mes de mayo garantiza una victoria suficiente en las generales

Salta la reforma de la sedición y no se ve a nadie de ese partido diciendo que su líder acertó y que quienes criticaron o tuvieron dudas con el frenazo en la reforma de la justicia se equivocaron. Todos mesándose los cabellos. Y lo mismo con la malversación.

Salta el desastre de la Ley del solo sí es sí, la oportunidad idónea para desmovilizar a las mujeres que votaron PSOE en 2019 y tienen dudas respecto a Sánchez, la ocasión de oro para reactivar el trasvase de votantes socialistas hacia Feijóo, y nadie en el PP emite nada inteligible. Todos sorbiendo su tacita de té.

Y con la economía, que es la cuestión de fondo, más de lo mismo desde hace meses ya. La situación económica será seguramente el principal resorte en la decisión de voto, los precios de la alimentación están en máximos históricos, la impresión de agobio en las clases medias es la más alta en mucho tiempo, pero no se recuerda nada esencialmente distinto desde la contraposición de modelos fiscales que activó Moreno Bonilla.

La situación económica será seguramente el principal resorte en la decisión de voto

El próximo jueves será un día importante en el Parlamento: presupuestos, reforma de la sedición (veremos si malversación) e impuesto a las energéticas. Añadan a lo anterior la entrada de Griñán en la cárcel. El PP puede estar desaprovechando la oportunidad de quebrar la tímida, pero cierta recuperación que el PSOE viene logrando en las encuestas. El viernes puede haberse cerrado la ocasión.

Es curioso, en las circunstancias actuales tan objetivamente adversas para los socialistas, el PSOE está demostrando que tiene más espinazo que el PP. Las quejas de los barones son básicamente eso: quejas. Habrá quien diga que todo esto es porque el partido ha sido enteramente vaciado por el sanchismo, que las siglas están ahora huecas. Pero aguantan, vaya que si aguantan. Y esa es una ventaja competitiva que el Partido Popular no tiene.

Quizá la echen de menos en la noche del recuento, cuando la fragmentación pueda impedir una victoria por la que, hoy por hoy, no están peleando.

Hubo un tiempo en el que el PP era un partido de tiburones, una época en la que el PSOE fue difícil de gobernar. Las últimas dos semanas demuestran que la naturaleza de esas dos formaciones ha cambiado por completo. Y creo que los próximos siete días, que podrían ser los más decisivos en lo que queda de año, van a terminar de corroborarlo.

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