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Ola de huelgas sanitarias: mucha campaña y pocos votos
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Pablo Pombo

Crónicas desde el frente viral

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Ola de huelgas sanitarias: mucha campaña y pocos votos

En estos momentos, la contestación social está activada en Madrid, Cataluña, Andalucía, Extremadura, Aragón y Comunidad Valenciana. Y puede también levantarse pronto desde Galicia, Baleares, Navarra y Cantabria

Foto: Huelga de médicos de familia y pediatras de Atención Primaria en Madrid. (EFE/Rodrigo Jiménez)
Huelga de médicos de familia y pediatras de Atención Primaria en Madrid. (EFE/Rodrigo Jiménez)
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Viene la ola. Llega como llegó la marea blanca diez años, en otro escenario de crisis económica que esta vez se niega. Llega pero en pleno año electoral, con casi todo el poder político en juego. Llega para inundar la actualidad política en tiempo de campañas y, seguramente, para terminar moviendo menos votos de los que podría parecer.

Viene fuerte, ya cebada. En estos momentos, la contestación social está activada en Madrid, Cataluña, Andalucía, Extremadura, Aragón y Comunidad Valenciana. Y puede también levantarse pronto desde Galicia, Baleares, Navarra y Cantabria. Al menos, diez comunidades de todos los colores en el 2023 de las urnas.

Asumimos que los distintos partidos políticos estén dispuestos a convertir nuestras camas hospitalarias en sus armas arrojadizas

Llega la ola y tenemos la vida pública tan encanallada que ya nadie espera un debate serio. La búsqueda de un consenso, la posibilidad de una reforma de larga trayectoria nos parece directamente descartada.

Descontamos ya lo que pasará. Asumimos como natural que los distintos partidos políticos estén dispuestos a convertir nuestras camas hospitalarias en sus armas arrojadizas. Nueva normalidad.

Viene la ola. Llega y ni siquiera nos sorprende. Hace mucho ya que dejamos de decir que tenemos el mejor sistema sanitario del mundo, la pandemia nos lo dejó claro. Entonces fuimos conscientes de que la segunda marea de batas blancas sería una simple cuestión de tiempo.

Foto: Médicos y pediatras, convocados por el Sindicato Médico Andaluz (SMA). (EFE/Jose Manuel Vidal)

Dejamos de aplaudir al personal sanitario en los balcones. Pero en el fondo sabemos que sus reivindicaciones son más que justas, que merecen todo nuestro apoyo porque tienen razón y no pueden más.

Y, a pesar de eso, aceptamos los despreciables intentos de teñir su protesta de color político. Unos para degradar, otros para instrumentalizar, nadie con el coraje político necesario para dar respuesta a la necesidad.

Permitimos también que se nos trate como a imbéciles. Los distintos gobiernos manejan argumentarios parecidos, nos cuentan que las causas del desbordamiento sanitario actual son estacionales. Y todos lo aceptamos, como si las estaciones fuesen caprichos del azar y no algo previsible, algo que la administración pública tiene la obligación de anticipar.

Estamos bien así. Satisfechos en las burbujas individuales de superioridad moral

Toleramos, además toleramos, que se nos marchen los médicos y los enfermeros y que nadie haga nada para evitarlo. Como si la falta de facultativos, la precariedad y el envejecimiento del personal sanitario fuesen inevitables; como si la política no pudiese servir para cambiar las cosas. Nos estamos volviendo un pueblo sumiso porque estamos descreyéndonos la democracia.

Ni siquiera nos preguntamos si es bueno esto de tener 17 sistemas en lugar de uno, si la polarización está perjudicando seriamente a la salud porque todos estos años de bloqueo y de confrontación han paralizado la legislación y desactivado la actualización del sistema.

Estamos bien así, por lo que parece. Satisfechos en las burbujas individuales de superioridad moral, confortables en el dogmatismo diseñado para cada uno, blindados mentalmente por la propaganda que preferimos. No estamos tan mal, es la verdad. Al menos, hasta que caemos enfermos.

Según la Sociedad Española de Medicina de Urgencias y Emergencias, estos servicios están atendiendo a un 20% más de pacientes de media

Según el barómetro del Ministerio de Sanidad, el 54% de los españoles que han solicitado una consulta con el médico de familia ha esperado como mínimo una semana para lograr su cita. Cuando eso ocurre, vamos al hospital porque la enfermedad no descansa y nos quedamos mustios y encabronados a las puertas de urgencias, atascados en la sala de espera.

Según la Sociedad Española de Medicina de Urgencias y Emergencias, estos servicios están atendiendo a un 20% más de pacientes de media —en lagunas regiones hasta un 40% más que en 2019—.

El sondeo de 40dB publicado esta semana refleja que solo uno de cada tres españoles considera que la sanidad pública está funcionando bien o muy bien en su comunidad autónoma. Casi el 40 % responde "regular" y el 27% señala "mal" o "muy mal".

Foto: Manifestación en apoyo de la huelga de médicos y pediatras de Atención Primaria en Madrid. (EFE/Borja Sánchez Trillo)

Ese es el estado de la situación: la crisis del sistema sanitario es general y, como consecuencia, el descontento social es transversal.

El nivel de la preocupación entre la población hace que ningún partido pueda ignorar la salud durante el tiempo electoral. Y la extensión del malestar con la gestión sanitaria les impide a todos convertirla en su eje de campaña. Nadie puede, así que todos preferirán señalar a solucionar.

La época en la que la gestión sanitaria brillaba como atributo del Partido Socialista frente al resto de rivales ha quedado definitivamente pasada.

El descontento con la gestión sanitaria de los gobiernos regionales rojos y azules guarda una distancia que antes parecía inimaginable

Ahora, cuando los españoles son preguntados por el partido que prefieren para gestionar la sanidad en su comunidad autónoma, el 20% responde PSOE y el 19% dice PP. Si hubiera una sola cifra que debería llevar a Ferraz a pensar, tendría que ser esa.

El descontento con la gestión sanitaria de los gobiernos regionales rojos y azules guarda una distancia que antes parecía inimaginable. El 23,5% evalúa negativamente a comunidades socialistas, el 28,5 a los populares. Solo 5 puntos.

Los arquetipos del pasado no se sostienen ahora. Y tampoco los climas de opinión que quieren cultivarse. La valoración de la sanidad madrileña, epicentro de la crisis que atraviesa todo el país, no se corresponde con la impresión generada desde la mayoría de los medios de comunicación.

Foto: Huelga de enfermeras en Reino Unido en diciembre. (Getty/Ian Forsyth)

El 38% de los madrileños considera que funciona bien o muy bien. Dos puntos más que la Comunidad Valenciana, casi once puntos mejor que Cataluña.

Si cambiamos de barómetro —último de GAD3— y seguimos en Madrid, terminaremos llegando al fondo del asunto que probablemente pueda extrapolarse al resto de España.

La preocupación por la sanidad responde más al recuerdo de voto que a la realidad objetiva. La derecha madrileña está menos preocupada —Vox 25 y PP 34%— que la izquierda —PSOE 66, Más Madrid 69 y Podemos 81%—.

En las circunstancias actuales, nadie tiene la credibilidad que hace falta para pedir al elector su confianza en la más vital de las cuestiones

La conclusión para ese territorio deja un dilema para los socialistas y los podemitas madrileños. Por un lado, no pueden salirse de este asunto. Y por el otro, cuanto más hablen ambos de sanidad, más campaña estarán haciendo para Mónica García.

La conclusión general, viniendo la ola que viene, es que la sanidad determinará la campaña y la confrontación partidaria porque las movilizaciones del personal sanitario en todo el país marcarán la actualidad de las semanas y los meses que ya vienen.

Otra cosa es que la cuestión pueda terminar actuando como resorte primordial en la decisión de voto. Desgraciadamente, en las circunstancias actuales, nadie tiene la credibilidad que hace falta para pedir al elector su confianza en la más vital de las cuestiones.

Viene la ola. Llega como llegó la marea blanca diez años, en otro escenario de crisis económica que esta vez se niega. Llega pero en pleno año electoral, con casi todo el poder político en juego. Llega para inundar la actualidad política en tiempo de campañas y, seguramente, para terminar moviendo menos votos de los que podría parecer.

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